domingo, 16 de diciembre de 2007

Médium, así, de mí mismo...


Un texto de Fernando Pessoa

(Manuscrito, tal vez de 1935)



Tuve siempre, desde niño, la necesidad de incrementar el mundo con personalidades ficticias, sueños míos rigurosamente construidos, contemplados con claridad fotográfica, comprendidos por dentro de sus almas. No tenía yo más que cinco años, y, niño solitario y no deseando estar sino así, ya me acompañaban algunas figuras de mi sueño –un capitán Thibeaut, un Chevalier de Pas– y otros que ya se me olvidaron, y cuyo olvido, como el imperfecto recuerdo de aquellos, es una de las grandes saudades de mi vida.


Esto parece simplemente aquella imaginación infantil que se entretiene con la atribución de vida a muñecos o muñecas. Era, sin embargo, más: yo no necesitaba muñecos para concebir intensamente esas figuras. Claras y visibles en mi sueño constante, realidades exactamente humanas para mí, cualquier muñeco, por irreal, las destruiría. Eran gente.


Más allá de esto, esta tendencia no pasó con la infancia, se desarrolló en la adolescencia, se arraigó con su crecimiento, se volvió finalmente la forma natural de mi espíritu. Hoy ya no tengo personalidad: cuanto en mí haya de humano, yo lo dividí entre los autores diversos de cuya obra he sido el ejecutor. Hoy soy el punto de reunión de una pequeña humanidad sólo mía. (1)


Se trata, con todo, simplemente del temperamento dramático elevado al máximo; escribiendo, en vez de dramas en actos y acción, dramas en almas. Tan simple es, en su sustancia, este fenómeno aparentemente tan confuso.


No niego, sin embargo –favorezco, incluso–, la explicación psiquiátrica, pero debe comprenderse que toda actividad superior del espíritu, porque es anormal, es igualmente susceptible de interpretación psiquiátrica. No me cuesta admitir que sea loco, pero exijo que se comprenda que no soy loco diferentemente a Shakespeare, cualquiera que sea el valor relativo de los productos del lado sano de nuestra locura.


Médium, así, de mí mismo todavía subsisto. Soy, sin embargo, menos real que los otros, menos cohesionado, menos personal, eminentemente influenciable por todos ellos. Soy también discípulo de Caeiro, y todavía me acuerdo del día –13 de Marzo de 1914– cuando, habiendo “oído por primera vez” (esto es, habiendo terminado de escribir, de un solo sorbo de espíritu) gran número de los primeros poemas de El Guardador de Rebaños, inmediatamente escribí, al hilo, los seis poemas-intersecciones que componen Lluvia Oblicua (Orpheu 2), manifiesto y lógico resultado de la influencia de Caeiro sobre el temperamento de Fernando Pessoa.


Fernando Pessoa - Posiblemente, 1935


(1) Los tramos resaltados en negrita son míos.




“Je suis en guerre contre moi-même”

“Je suis en guerre contre moi-même”

(Estoy en guerra contra mí mismo.)

Jacques Derrida




“Je suis en guerre contre moi-même” es el título de una entrevista a Jacques Derrida publicada en Le Monde el 19 de agosto de 2004, apenas unos meses antes de su muerte. Hay allí algo de preludio acerca de la finitud de un auténtico pensador, pero también se pueden advertir entre las palabras que pueblan ese mismo intercambio de preguntas y respuestas casi pretestamentarias, una huella activa hacia lo porvenir, el vislumbre de una cierta herencia simbólica que sólo son capaces de dejar quienes han vivido sus vidas en sincera clave filosófica. Derrida es, sin dudas, uno de esos seres capaces de “hacer estela”, capaces de hacernos sentir en la memoria de sus escritos la maravillosa inconclusión que signa la tarea de pensar.


¿Qué me ha impactado de esta breve entrevista que acabo de terminar de leer? Quizá de la entrevista en sí he acusado recibo más de sus penumbras que de sus zonas luminosamente despejadas. Quizá me han impresionado los modos en que se relata a sí mismo un ser que se halla en estado de certeza ante la proximidad de su muerte, un “ser filósofo” que se sabe inexorablemente próximo a la partida. Quizá me ha cautivado la fuerza que queda entre las palabras dichas, una fuerza-palabra que se quedará como legado cuando la caducidad de ese cuerpo llegue a su punto final. Mientras leía la entrevista sentí que allí estaba gestándose una forma de despedida de la existencia desde el vivir y pensar de un filósofo radical. Y a la vez también experimenté una extraña necesidad de apropiarme de esas valiosas últimas palabras dialogadas derrideanamente y despedirme extratemporalmente de ese pensador que tantas veces hasta hoy me acompaña, me enseña y me sigue dando infinitas pistas para seguir en el inflexible camino de vivir una vida desde la afirmación de sí, desde un vivir lo más intenso posible. Digamos entonces, que me debía a mí misma un “hasta siempre” para con este argelino-francés entre cuyos textos he encontrado remolinos, pasadizos, auroras, síes y noes que me han acompañando y probablemente me los lleve “hasta siempre” en mis propios modos de devanar las hebras de la vida y de la muerte.




Quizá me veo reflejada en el mismo espectro al que alude Derrida, por lo que muchas veces he sentido fuertemente eso de que uno es una especie de “espectro ineducable que nunca ha de aprender a vivir”, pues tamaña meta -eso que se suele sintetizar en la expresión aprender a vivir requiere de la completa obra que finalmente armamos con todos nuestros días vividos, hasta el último de ellos. Para aproximarnos siquiera a la idea de aprender por fin a vivir, se necesita disponer de todas y cada una de las piezas que troquelaron nuestros andares. Se trata, casi podría decirse, de una tarea en la que se han de conjugar todas nuestras huellas contradictorias, todas las imposibles memorias sensoriales que hayamos atravesado, todos los necesarios olvidos que requirió la supervivencia, todos los atajos tomados, todos los no-caminos, los que creemos haber hecho a un lado en la supuesta elección de nuestros trayectos fácticos y sin embargo nos persiguen con sus fanstasmáticas posibilidades imaginarias. Aunar todo ello sincericidamente, requiere de las cualidades de un buscador de signos, de las destrezas de un cazador, de los serenos pensares de un baquiano, requiere de valor y lucidez. La empresa del aprendizaje sobre y para la vida se termina cuando cada esa vida, esa singular, llega a su final, y por eso mismo, la “obra conclusa” sólo será recuperada-mirada-reapropiada por la mirada de aquellos de testimonien sobre la heredad del que ya ha partido de su finito cuerpo, no por él mismo gestor... curioso último arrebato de la existencia que nos sustrae la mirada sobre nuestra propia obra finalizada cuando nos hemos tomado nada menos que la totalidad de nuestra vida para terminar de esculpirla!



“Vivir, por definición, no se aprende.

Ni de uno mismo ni de la vida por la vida.

Sólo del otro y por la muerte”.



No hay manera de aprender a vivir… al menos si con eso entendemos que es impracticable transferir pedagógicamente en “qué consiste vivir”. No. No aprendemos a vivir a través de nosotros mismos (a la mierda con cualquier ideal de autoconciencia, por el traste a Kant, Descartes y símiles adoradores de los organizadores "centros" racionantes) ni tampoco aprendemos de la vida misma (pues cuántas veces no sólo tropezamos con la misma piedra, sino hasta pareciera que nos ocupamos semi-inteligentemente de poner la misma piedra delante de nuestro paso otra vez! Freud llamaba a este universalizado mecanismo “compulsión a la repetición”, mi abuela lo llamaba “humana estupidez” menos refinadamente, claro está).


Según Derrida, vivir, como experiencia de aprendizaje, será tal vez posible “sólo desde el otro y por la muerte”. La muerte como maestra, pero también la presencia del otro, la existencia del otro quien compondrá junto con la muerte la pareja de la que podemos aprender “algo” de la vida.



Esta yunta de la que tal vez podamos aprender y aprehender algo sobre “cómo vivir” es sin dudas una yunta dura, durísima, pues el otro, eso que no soy yo y sin embargo me embate con su cercanía existencial o emocional, ese otro desafía siempre las ilusorias conformidades en la que se mece mi propia soporífera y autocomplaciente mismidad. A partir de interactuar intensamente con el otro, más que aprender, lo que debería tomar como curiosa lección, es asumir más bien una activa actitud de des-aprendizaje. El otro es siempre quien me exige excentrarme de mi propios zapatos, salirme de mi horma, sacudir mis ideas previas, arremolinar mis verdades que no son tales, arriesgar mis bordes hasta ponerme por fuera de los límites de mis ficciones narcisas y … estrellarme probablemente contra la diferencia hecha existencia y concretada en su ser, un ser que emerge de la otredad y se opone a mi supuesta mismidad.


La diferencia en que consiste el otro, lejos del falso ideal humanista y políticamente correcto que reza que el otro es “posibilidad de encuentro”, es más bien “certeza de desencuentro” que tal vez pueda -por diversas circunstancias- rediseñarse en “potencia entre diferentes”, pero lo cierto es que nada indica en primera instancia que entre mí mismo y el otro pueda haber automáticamente composición, compañía, serena estancia de-a-dos. El amor es un terreno inacabablemente interesante para observar este tipo de dinámica de interacción, reacción, afección, distancia y desencuentro entre el sí mismo y el otro. El otro sólo está cerca de la pacífica ternura compositiva en cuando se halla congelado bajo la forma del Ideal de nuestros sueños, pero en la realidad despojada de nuestros más reales encuentros intensos con su otredad suele haber bastante más de enfrentamiento, tensión y pesadilla de lo que nuestro ensoñado Ideal nos anunciaba. Luego es fácil inferir la desazón, la frustración, el resentimiento, los cuales no son más que modos reactivos con los que, justamente, “reaccionamos” ante el defasaje entre la mentira del Ideal con el que habíamos llegado a la interacción con el otro, y lo que finalmente nos encontramos desde lo real desnudo de su diferencia. Por eso el otro es fuente de aprendizaje, porque nos des-ensueña, nos topa con un estado de guerra con nosotros mismos a través de una suma de batallas que aparentemente parecemos librar con él. El otro nos alecciona indirectamente -e incluso las más de las veces, a su entero pesar- acerca la de fidelidad hacia nosotros mismos anoticiándonos de que ser fiel puede querer decir adoptar la salubre figura de la infidelidad: ser otros para poder seguir siendo nosotros mismos. Sólo siendo otros en nosotros mismos podemos garantizar un suelo sano para la realacionalidad con el otro. Sólo bajo la forma de una subjetividad leal a sus propias diferencias puedo dar lugar interactuar en libertad con el otro sin anular mi propio horizonte existencial ni el de él mismo. Sólo en el juego entre dos subjetividades capaces de vivir sus propias multiplicidades (sus otredades, su heteronimia en lenguaje pessoaniano) hay terreno para sembrar interacciones que alejen la enfermedad.




El otro no tiene vocación docente, no tiene la intención manifiesta de enseñarnos algo a conciencia, el otro incluso hasta bien puede fracasar cuando pretende enseñarnos voluntariamente algo. Si el otro enseña lo hace porque nos presenta la diferencia, la suya, nos anuncia con su diferencia y disimilitud algo radical sobre la vida y sobre nosotros mismos. El otro nos entrena en el aprendizaje de nosotros mismos sin saberlo siquiera, nos pone de bruces contra una verdad terrible y a veces inasimilable: nosotros mismos no somos uno, no somos ninguna unidad, somos un manojo inenarrable de diferencias. Así pensado, no se trata del otro como un maestro que nos contará algo trascendente para nuestras vidas, sino que es a través del otro que podemos dar ese primer paso hacia comprender algo mucho más profundo aún que cualquier cosa que vulgarmente podría caer en la categoría de “contenidos de enseñanza”. El otro, al traerse hacia nosotros, al atraernos, al acercarse desde la pasión-amor-emoción-afección que sea, se trae consigo su otredad cuyo efecto impondrá radicales consecuencias para comprenderme a mí mismo: desde el otro y su diferencia (ocasionalmente hasta inadmisible, cruel y/o molesta) percibo perturbadoramente que yo soy otro. Y no lo estoy diciendo en el sentido lacaniano y enigmático-psicoanalítico del término, aunque también desde esa perspectiva hay plena coincidencia con lo que acá estoy tratando de pensar. Lo que estoy presentando aquí viene a relanzar el tema de la otredad en sentido plenamente filosófico.



Entender qué quiere decir acabadamente esto de que yo mismo soy otro es clave para, por un lado, abandonar nuestros ropajes esclavos y quitarnos de la fila de las subjetividades hechas en masa, en serie. Nos permite comprender que somos singulares sólo al precio de de-serializarnos, de romper la hilera de mediocridades hechas en serie, de abrir una línea nómade en pos de construir una subjetividad auténticamente heterónoma. Esto puede leerse en el sentido del largo trabajo de desasimiento de las cadenas a que aspira un espíritu libre, para decirlo con Nietzsche. Pero empujemos esto un poco más. A tal punto somos otros en medio de un nosotros mismos a-centrado, que la misma muerte nos transformará en algo que definitivamente borrará todo rastro de nuestra mismidad sobre este planeta. Sí, puede decirse que quedará nuestra obra, nuestras hélices de ADN en nuestros vástagos, nuestras fundaciones, nuestros decires boyando en la mente memorizante de algunos, todo esto como muestra de que alguna vez "pasamos" con nuestra identidad por este mundo. Pero de lo que hoy reconocemos en el espejo o en una fotografía de nosotros mismos como un continuum de nuestra identidad, de eso que digo "soy yo", de eso sólo quedará la materia transformada, la nada de mí retransformada en otro modo de energía. Eso que somos hoy se deshará definitivamente a partir del mismísimo instante de la muerte.


El otro y la muerte nos desnudan, nos dejan sin los soportes de nuestras mentiras más abrazadas. La muerte, como lo más desconocido, ajeno y otro que deberemos atravesar algún día, nos debería ya desde ahora hacer abrir los ojos para reconocer el valor supremo de la intensidad de nuestros sucesivos "ahoras" como contravalor de la supuesta virtud que suele atribuirse a la duración. El otro y la muerte nos recuerdan acerca de las creencias falsas que poseemos sobre nosotros mismos, pues no siendo eternos y no pudiendo ni siquiera prever cuándo habrá de acaecer la propia cesación, deberíamos estar mucho más afirmados al paradójico instante de cada presente que a la esperanza del futuro, o a los remordimientos y rencores del pasado. En esto los estoicos, hay que admitirlo incansablemente, aún hoy llevan la delantera de la comprensión filosófica más recomendable. El otro y la muerte nos dejan sin aire ante lo real de la diferencia, nos pulverizan nuestra estúpida idea de que debemos ser fieles a una unidad por el mero hecho de que ésta no es tal (llamémosle desprolijamente el sujeto, nuestro yo, nuestra supuesta personalidad, nuestros repertorios conocidos, nuestros discursos más balados). Somos nosotros mismos un haz de diferencias, muchas de las cuales moran no muy apaciblemente en nuestra inestable caoticidad.




Un poquito de diálogo imaginario e irreal entre Derrida y Pessoa podría ilustrar esto último…




lunes, 3 de diciembre de 2007

Somos adictos a nuestras creencias y cautivos de nuestras cegueras



"Creer algo tomando como base una evidencia insuficiente

es moralmente inaceptable siempre,

en cualquier lugar

y para todo el mundo"

W. K. Clifford

Matemático (1845-1879)

"La ética de la creencia"




Nadie cae fuera de esta premisa: somos adictos a nuestras creencias. Pero una reflexión intercambiada en los comentarios me llevó a adicionar “y también somos cautivos de nuestras cegueras”. Por ambas razones vivimos y pensamos como si fuéramos no sólo semiesclavos (lo cual ya demuestra que el ser humano debe lidiar diariamente con el peso relativo o absoluto de sus cadenas) sino seres presos de las cegueras que no podemos, no sabemos, no queremos desterrar.

Con este preludio intentaré retomar el hilo conductor que antecedió al extravío-desvío que le permití a SS y su encíclica. Trataré de enhebrar la idea de a-theo con el problema de la voluntad de creer. Y este mismo punto me permitirá elaborar algunas reflexiones sobre cómo será eso de construirse a sí mismo bajo el ideal de nobleza. Desde ya aclaro hasta e cansancio que noble y aristocrático será la expresión que tomaremos de la fuente de los ideales homéricos y de la filosofía nietzscheana predominantemente, distanciándonos e la idea de noble o aristocracia decadentemente asociada a la clase dominante, las patéticas monarquías habidas y por haber, o la estúpida idea del monarca como hijo y delegado terrenal del poder de Dios. Nada de esto. Estos aspectos de la definición de la nobleza o la aristocracia son justamente los que deberemos limpiar del camino hacia una idea de construcción de sí ligada al modo de vida noble-aristocrático tal como lo impulsara por vez primera Nietzsche en sus escritos.

¿Por qué digo “adictos a nuestras creencias”?

Porque la idea de adicción implica algo que no puede controlarse aún creyendo que se lo hace. Porque implica depender de aquello de lo que se es adicto. Porque funciona con un soporte psíquico negador (“yo no soy adicto”), porque aún cuando la adicción es superada luego de un largo tratamiento multifocal, siempre se seguirá siendo propenso a la posibilidad de retornar a lo que se ha abandonado. El adicto sí sabe de esto una vez que tomo distancia de su adicción, y por ello se verá de por vida teniendo que mantener el alerta ante la posibilidad de la caída. Porque siempre la adicción se vuelve “cuerpo”, se hace cuerpo en el cuerpo del adicto, funciona en é, reside en él, metaboliza con él. Y porque en algunos casos la adicción es tal que se necesita de ella para seguir vivo, aunque paradojal y dolorosamente se sepa que mantener la adicción tal vez -o casi seguro- nos mate. Porque las pulsiones de muerte prevalecen, a veces más a veces menos (esto es, con grados y variaciones significativas) en la adicción, pero se cruzan constantemente con las pulsiones de vida. ¿Y las creencias, qué tipo de adicción podríamos desarrollar a las creencias? ¿Serían tan perniciosas como clavarse una dosis de heroína? ¿Puede acaso un grupo de creencias llevarnos a la muerte? ¿Por qué habría que suponerse que están ligadas de un modo sumamente paradojal tanto a la muerte como a la vida?

Bueno, empecemos a desmadejar el ovillo.

Somos adictos con respecto a aquello en lo que queremos-necesitamos-debemos creer. O directamente esclavos, dependiendo un poco de cierta libertad personal para decir a veces nuestros sagrados “noes” y dejar a un lado la obediencia a aquello en lo que ciegamente creíamos. A veces parece que algunos tienen tan involucionado el alerta de la supervivencia, que pagan con sus vidas ese deber de “seguir creyendo”. Sino habría que preguntar por las pulsiones de muerte a los que se inmolan en nombre de Alá, o más cerca y menos ligado a los estragos del teísmo, a los que sienten que un amor “los mata” (y juro que no estoy poniendo este tema en clave romántica sino en clave psicopatológica al menos). Ya Julia Kristeva decía que los consultorios de los psicoanalistas estaban llenos de relatos sobre el “dolor de amar”. Y a veces, perseverar en un vínculo de amor que se ha vuelto ruina y locura, no es más que ir tentando a la muerte a mediano plazo.

Pero se podría argumentar lo siguiente en pos de dar una especie de “jerarquía moral” a nuestras adicciones creyentes: ¿Acaso no hay creencias más “buenas” y creencias más “malas”? ¿Acaso es lo mismo, es correcto poner en la misma bolsa englobante creer en los cuentos de hadas, creerle al hijo que jura no haber salido a robar esa noche, creerle al amante que promete dejar a su mujer en poco tiempo más, creer en los extraterrestres o incomprobabilidades semejantes, creer en la locura psicótica de un Hitler o un Bush y salir a la caza de judíos o sunnitas, creer en que si me estrello contra las torres gemelas me esperarán 72 vírgenes en el paraíso, creer en un político que nos parece decente, creer en la promesa de quien se ama, o creer en Dios? ¿Acaso hay creencias buenas y malas? ¿Cómo no connotar moralmente aquello en lo que creemos? ¿Acaso no decimos “esto es bueno” porque en esto creeo yo, y “esto es malo” porque yo no puedo creer en eso, me es ajeno, me es demasiado “otro”? ¿Cómo se puede no tamizar las creencias propias y ajenas por la malla de filamentos de nuestras conciencias entrenadas para “creer” y separar las creencias de acuerdo al bien y el mal? ¿Acaso el propio bien y mal no son creencias también? Este es un punto crucial cuyos nudos solo lo han podido desatar mentes magistrales como las de Nietzsche, o más recientemente, cerebros rebeldes y dotados como el de Daniel Dennet.

Sea que creamos en la mirada de nuestro inocente hijo, sea que creamos en los beneficios de la sociedad de consumo, sea que creamos en la incondicionalidad beata de las intenciones de nuestra madre, sea que creamos en el futuro, sea que creamos en el saber científico, se trata siempre de una voluntad de creencia. Indagar sobre esta adicta voluntad, ciega por momentos, necesaria casi siempre, excede ampliamente el debate sobre las creencias religiosas, a la vez que lo contiene. La adicción a creer es la más difícil de combatir, probablemente por estar enraizada en la necesidad (de amparo, de amor, de refugio, de esperanza, de fuga de lo real, de consuelo) pero siempre en el fondo se halla encubriendo una necesidad, un sujeto menesteroso que no puede “arreglárselas consigo mismo” y busca apoyo inconciente en alguna oferta de creencias que le calcen en su tipo de subjetividad. Y hay creencias para todos los gustos. Siempre habrá un producto-creencia disponible en la estantería socio-cultural. Pero debe quedar claro que la creencia es humana, demasiado humana, por chocarnos de cara contra el espejo de nuestras debilidades, de lo que no sabemos cómo resolver autónomamente, de nuestros puntos frágiles como individuos inacabados. Para agravar más la cuestión, creemos justamente como adictos: en muchas creencias no queremos reconocer siquiera que estamos efectivamente creyendo en ellas, negamos que sean creencias y les otorgamos el mote de “Verdades” con lo que les damos un estatuto nuevo elevado al rango de “Dogma”.

Con gusto retomo aquí las iniciales palabras del matemático y filósofo antiespiritualista británico Clifford con que comenzara este comentario. Sí, es moralmente inaceptable creer en algo acerca de lo que no hay suficiente evidencia. Pero, ¿cuánto es mensurable bajo la expresión “suficiente”? ¿No creemos casi siempre, o la mayor parte del tiempo en decires, palabras, discursos e incluso actos sobre los que no tenemos “suficiente” evidencia? ¿No creemos en el amor, terreno en el que la suficiencia racional a) no aparece casi nunca, b) jamás alcanza y c) si “creemos” haberla alcanzado la perdemos tan fácilmente como tan inconsistentemente la habíamos alcanzado? Y sin embargo, creemos. Seguimos en “estado de creencia”. Aún sin suficiente evidencia. Aún habiendo perdido lo poco que de ésta última teníamos. Creemos aunque sea inmoral creer en ciertas creencias que se nos desharían ante la primer mirada de total sinceramiento.

Estarse en guardia frente a las propias creencias es incluso más complicado que señalar las (tal vez) estúpidas creencias de los otros. Siguiendo la microhistoria bíblica, todos deberíamos esconder la mano y pensar más detenidamente en tirar la piedra. Algunos ni siquiera deberían intentar buscar piedras para arrojar. SS no titubea en cargar la hondera y disparar contra los ateos y su decisión de vivir sin adoptar las creencias de ninguna religión. Y aclararía, que esto no pone a ningún ateo en ningún “más allá del Bien y del Mal” en términos morales pues cualquiera que se autodenomine “ateo” sigue de todos modos inmerso en una malla de entretejidas creencias. Sólo que decidió cortar de raíz el filamento particular de la “creencia religiosa”, y a causa de esto, cayeron otros filamentos del tejido moral con que se traman los universos de sentido individuales y sociales.

¿Por qué hay menos seres dispuestos a desaprender creencias que seres creyentes en los polirubros de las creencias? Bueno, una respuesta posible e inicial es que se requieren ciertas condiciones subjetivas muy particulares para vivir una vida plena sin las muletas del ultramundo, por ejemplo. Del mismo modo puede decirse que no es sencillo dejar de mirar las penurias propias como causadas por sí mismo, por las debilidades de nuestra personalidad, por las equivocaciones repetidas. Siempre es menos trabajoso seguir los mandatos. Siempre. Y si algunos se atreven fallidamente a pretender desobedecer algunos de aquellos, muchas veces lo hacen bajo la sombra del resentimiento y el apoyo del “programa” que les dirá cómo, contra quién, cuándo es propicio enfrentar al “enemigo” en el que concentrarán las miradas de la culpa-responsibilidad-maldad que los llevó a vivir en estado de sumisión. En suma, o buscamos dioses, o titanes. A unos recurrimos como apoyo, a los otros los “malos” causantes absolutos de nuestras desdichas existenciales.

La “complexión” subjetiva (para llamarla de algún modo) para vivir en alerta con las creencias, para quitarles la máscara, para delatarlas en sus ficciones sin implorar ayuda de Dios o la cabeza del supuesto enemigo, es un tanto inhabitual. Escapar voluntaria y tenazmente de la máquina replicadora de sujetos-sujetados a la ley de la creencia supone prerrequisitos psíquicos, probablemente incluso hasta neuroquímicos (debería alguna vez profundizar esto pues puede ser mal interpretado) y una cierta disposición deseante que deberá ser toda la vida puesta a prueba pues el ateo, como subcaso particular de subjetividad dispuesta a desaprender lo creído, es y será una minoría vista como amenazante para el mundo de los valores hegemónicos. No muchos parecen querer-desear ponerse en entrenamiento para tal fin de desarme de los creído, pues son múltiples y profundas las consecuencias de este ejercicio de desenmascaramiento.

Y ahora, ¿por qué digo “cautivos de nuestras cegueras”?

Porque la si creer nos posiciona en la esclavitud, la tela de araña de las creencias que moldean esa esclavitud nos mantendrá cautivos mientras no querramos ver que este mecanismo creencia-necesidad-debilidad recorre nuestras vida de principio a fin.

¿Supone esto último entonces que quienes -apoyados por su “complexión subjetiva”- puedan emprender el camino del desaprendizaje quedarán inmunizados contra la credulidad? No, de ninguna manera. Existir por fuera de la voluntad de creer” más general que enunciara al principio, esa es una empresa destinada al fracaso, pero que algunos de todos modos practican desde un proyecto existencial crítico y vital. No podemos sacar los pies del pantano de las creencias, pero se puede estar al tanto de que se camina entre ellas, de sus trampas, sus efectos opresivos y cegadores. No hay creencias “aparentemente” inocuas, todas instilan algún tipo de mandato esclavizante, todas ofrecen boletos para que entremos al drama de la cautividad. Aquellas creencias que llamamos “inocentes”, o que en una primera mirada nos parece de una pristinez angelical y sublime, puede tratarse de un venenito a largo plazo si la dejamos enlazarse con otras creencias y tramar un nuevo “cuento”.

Pero supongamos que alguien arremete contra todas las máscaras, alguien que se atreviera a cualquier costo a desvestir cruelmente todas las creencias que enmascaran otra cosa que nunca es lo creído. Aún siempre tendríamos dos máscaras trampales a las que acudir: la creencia en la palabra (basada en la necesidad de comunicarse) y la creencia en sí mismo (llámese Yo, mismidad, identidad personal, nombre propio). Quien quiera escribir, o simplemente comunicar verbalmente qué queda tras la escenografía de las creencias deberá acudir a la palabra (que es una convención arbitraria y por ende un tipo de creencia imprescindible y de altísima funcionalidad) y deberá ser soporte de lo dicho (alguien estará diciendo, hablando, escribiendo, y ese alguien también será un misterio tras un nombre, un anónimo, un número, una identidad aun si ésta fuera falsa simpre será un soporte-creencia imaginario desde cuya unidad se emiten las palabras). Las máscaras del lenguaje con que se envuelven las caras visibles de nuestras creencias, y nuestro ilusorio unitario Yo, son en definitiva, parte de un aspecto inauténtico que sin embargo organiza y es estructurante inherente de la propia vida. La creencia, como parte de esa dimensión inauténtica de la vida, es parte de nuestra condición existencial. El asunto es si más allá de usar las creencias de las siempre seremos cautivos, o utilizar algunas de ellas a los fines de permitirnos nuestros intercambios cotidianos más elementales, “sabemos” que lo son, “sabemos cabalmente” que sólo estamos haciendo uso funcional de ellas… Muy distinto resulta si creemos que son una realidad irrefutable, que tienen entidad propia, que rigen nuestros destinos, que son inapelables. Y también la cosa pasa por saber decir “no” a las creencias dañinas, a las depravadamente mentirosas, a las que lejos de hacernos ascender en nuestras potencias deseantes, nos retiran tristemente hacia el sufrimiento y la pérdida de vitalidad. A todas esas debemos oponerles un rotundo e inclaudicable “No” aunque nos golpeen la puerta de nuestras almas con caras beatas y apariencia ingenua. Ante esas, jamás es bueno soltar la empuñadura de la espada ni bajar la guardia. A esas, siempre, hay que combatirlas con la nobilísima ética de la sospecha.

El noble, el que trata de construirse a sí mismo dentro de un modo de vida pasionalmente ascendente es un guerrero. Jamás pierde de vista que deberá entrar en cualquier momento en un nuevo combate simbólico. Por eso protege y disfruta relajada e intensamente esa excepción llamada serenidad. También es un ser que está atrapado por las creencias, pero sabe que lo son, no es ciego ni con respecto a ellas ni con respecto a la necesidad de algunas a los fines de la vida misma, en todo caso puede decirse que las manipula a su conveniencia, es Señor de ellas y no lacayo de sus relatos caprichosos. Aún cuando el noble debe entrar en un juego de poder que aparentemente a primera vista lo ubica en desventaja, sabe que todo es cuestión de perspectiva… y de tiempo. Parafraseando a una querida pensadora uruguaya: con el andar de la carreta las manzanas se acomodan solas. El noble sabe que lo es, viva en las condiciones que viva. Sigue siendo noble aún desnudo y sin ninguna pertenencia en la tempestad. Y ha comprendido maduramente que lo que hoy es lugar de dis-poder, puede volverse rápidamente territorio a conquistar. El noble se sabe cautivo de sus debilidades, de su condición doliente como mero humano, de sus pasiones, de sus ideas. Pero se mantiene atento, con sus ojos bien abiertos, despierto ante los riesgos de esta cautividad. Si ésta pasa determinado grado de tolerancia, si la cautividad le resta potencia pese a ofrecerle una determinada (y ocasionalmente hasta conveniente) funcionalidad práctica en la vida diaria, en suma, si algo se sale de sus cauces y lo desborda a punto de sentir más el ruido de los grilletes que el sonido del viento, sabe que debe poner a raya su mundo interno nuevamente. No es que no se permite el desborde, sino que sabe como hacer para volver el agua a su dique. Y en eso radica su no esclavitud y su combate con las cegueras: en saberse a sí mismo, en conocerse a sí, en hacer de cada experiencia un nuevo camino hacia la construcción de sí, en no dejarse vencer ni siquiera ante las batallas que libra contra sí mismo.


Una vez más: γνωθι σεαυτόν

O gnothi seauton… conócete a ti mismo.




domingo, 2 de diciembre de 2007

Un ping-pong digno de ser leído




Un ping-pong digno de ser leído



Esta es una nota de lo más recomendable aparecida en Jewcy.com y publicada luego en ArgAtea. Se trata de debate de ideas de alto vuelo entre Sam Harris (un ateo de los más solventes y bravos de la actualidad, probablemente el mejor en términos de capacidad de dar batallas intelectuales duramente) y un tal Dennis Pragger.

La traducción aparece en:
http://argatea.com.ar/content/view/36/52/




Traduccion completa del debate llevado a cabo entre el escritor Sam Harris y el presentado radial Dennis Prager, a travez del sitio Jewcy.com en noviembre de 2006.




From: Sam Harris
To: Dennis Prager
Subject: Yahweh pertenece a la pila de basura mitológica

Me gustaría comenzar este intercambio haciendo la observación que "ateo" es un término que no debería existir. No tenemos, después de todo, un nombre para una persona que no cree en Zeus o Thor. De hecho, todos somos ateos con respecto a Zeus y Thor, y los miles de otros dioses muertos que ahora descansan en la montaña de basura de la mitología.
Un político que seriamente invoque a Poseidón en un discurso de campaña habrá de esta manera anunciado el fin de su carrera política. ¿Por qué esto es así? ¿Hubo alguien en los tiempos de Constantino que descubrió que los dioses paganos en realidad no
existen, mientras que el Dios bíblico sí? Por supuesto que no. Hay miles de dioses que alguna vez fueron adorados con absoluta convicción por hombres y mujeres como nosotros, y así y todo hoy coincidimos en que están correctamente muertos. Un "ateo" es simplemente alguien que piensa que el Dios de Abraham debería ser enterrado con el resto de esos amigos imaginarios. Estoy bastante seguro de que sólo necesitamos usar palabras como "Razón", "Sentido común", "evidencia", y "honestidad intelectual" para hacerlo.

Tantos dioses han pasado al olvido, y aún el dios celestial de Abraham demanda nuevos sacrificios. Aún se financian guerras, se cometen crimenes, y la ciencia es llevada a la perdición por deferencia a un ser invisible de quien se cree que creó todo el cosmos, afinó las constantes de la naturaleza, cubrió la tierra con 20000 especies diferentes de langostas saltamontes, y aún sigue siendo una criatura tan provinciana como para preocuparse con lo que dos adultos consienten en hacer por placer, en la privacidad de
sus dormitorios. Creencias incompatibles acerca de este Dios dividieron hace mucho tiempo nuestro mundo en comunidades morales separadas -Cristianos, Musulmanes, Judios, etc.- y esas divisiones siguen siendo una contínua fuente de violencia humana.
Y aún así, mientras las divisiones religiosas en nuestro mundo son evidentes por sí mismas, mucha gente sigue imaginando que los conflictos religiosos son siempre causados por falta de educación, por la pobreza o por política. Sin embargo, los que perpetraron los atentados suicidas del 11 de septiembre eran universitarios de clase media y no habían tenido experiencias discernibles de opresión política. Lo que sí hacían, sin embargo, era pasar una considerable cantidad de tiempo en sus mezquitas locales, hablando de la depravación de los infieles y sobre los placeres que esperan a los mártires en el Paraíso.

¿Cuántos arquitectos e ingenieros mecánicos más deberán estrellarse contra una pared a 400 millas por hora antes de que admitamos que la violencia del jihad no es un mero problema de educación, pobreza o política? La verdad, muy sorprendentemente, es que en el año 2006 una persona puede tener suficientes recursos intelectuales y materiales como para construir una bomba nuclear y aún creer en que obtendrá 72 vírgenes en el Paraíso. Los secularistas occidentales, liberales y moderados han sido muy lentos en
entender esto. La causa de su confusión es simple: no saben lo que significa creer realmente en Dios.

Los Estados Unidos ahora están solos en el mundo desarrollado como un país que conduce su discurso nacional bajo la sombra del literalismo religioso. Ochenta y tres por ciento de la población de los Estados Unidos cree que Jesús literalmente se levantó de entre los muertos, 53% cree que el universo tiene 6000 años de antigüedad. Esto es vergonzoso. Agreguemos a esta comedia de falsas certezas el hecho de que el 44% de los estadounidenses confían en que Jesús va a retornar a la Tierra en algún momento dentro de los próximos 50 años y se podrá visualizar la terrible debilidad de este tipo de pensamiento.

Cerca de la mitad de la población estadounidense está anticipando deseosa el fin del mundo. Este crédulo nihilismo no provee absolutamente ningún incentivo para construir una civilización sustentable. Muchas de esas personas son lunáticas, pero no son extremistas. Algunas pueden que Karl Rove las atienda por teléfono todas las veces que quieran.

Mientras los extremistas musulmanes vuelan aviones contra nuestros edificios, cortan la cabeza de periodistas y voluntarios, y arman manifestaciones de decenas de miles por caricaturas, varias encuestas recientes revelan que los ateos son la minoria más odiada. La mayoría de los estadounidenses dicen que rehusarían votar por un ateo, incluso si fuese un "candidato bien calificado" de su mismo partido político. El ateísmo, por lo tanto, es un impedimento perfecto para ser electo en este país (mientras que ser mujer, negro, musulmán, judio o gay no lo es). La mayoría de los estadounidenses también dicen que de todas las desagradables alternativas en oferta, tendrían menos tendencia a dejar que su hijo se casara con un ateo. Estas declaraciones de prejuicio podrían ser suficientes para hacer que algunos ateos se enojaran. Pero no son las que me hacen enojar.

Como ateo, estoy enojado de que vivamos en una sociedad en la que la pura verdad no pueda ser dicha sin ofender al 90% de la población. La pura verdad es esta: no hay una buena razón para creer en un dios personal; no hay una buena razón para creer que la Biblia, el Corán, o cualquier otro libro haya sido dictado por un ser omnisapiente; no obtenemos, en ningún sentido importante, nuestra moralidad de la religión; la Biblia y el Corán no son, ni remotamente, las mejores fuentes para guiar nuestras vidas en el siglo XXI; y la creencia en Dios y el divino origen de las escrituras está haciendo que mucha gente se mate innecesariamente.

En contra de esas puras verdades las personas religiosas han erigido un grotesco edificio de mitos, ofuscaciones, medias-verdades, y pensamiento mágico. Tal vez tú, Dennis, podrías ahora rever un poco ese edificio.


From: Dennis Prager
To: Sam Harris
Subject: La fe de la incredulidad
Hay una cosa en la que estamos de acuerdo, Sam. Escribes que estás 'bastante seguro de que sólo necesitamos usar palabras como "Razón", "Sentido común", "evidencia", y "honestidad intelectual" para hacerlo.'

Estoy de acuerdo porque estoy seguro de que la utilización de esos maravillosos vehículos a la verdad justifican el argumento para Dios y no para el ateísmo.

Sin embargo vos y otros ateos -a diferencia de los agnósticos, que simplemente tienen dudas acerca de Dios- se apropian de palabras como "razón" y "sentido común" para mantener una posición que difícilmente sea el fruto de la razón y el sentido común.

¿Son realmente la razón y el sentido común los que conducen a los ateos a su certeza de que todo, toda la existencia, sucedió por pura suerte? ¿Que por lo tanto no existe Dios, ni creador, ni diseñador? Poco probable. La certeza atea y la certeza religiosa son ambas afirmaciones que trascienden la razón y el sentido común. Pero al menos los creyentes religiosos tienen la honestidad intelectual de admitir que lo de ellos es una afirmación de fe.

Sin embargo, no estoy tan seguro de la existencia de Dios como usted de la no-existencia de Dios. Cuando miro al mundo injusto que Dios creó, tengo preguntas, a veces hasta dudas. Pero no los ateos como vos, Sam. No, ellos miran al amor y a la conciencia, a la grandiosidad del universo, al nacimiento de un bebé, escuchan la música de Bach y llegan a la conclusión de que todo sucedió por sí mismo.

Es una subestimación decir que no encuentro a esa posición intelectualmente llamativa. Y cuando se la sostiene con esa ceteza, se acerca a la arrogancia.

Por otro lado, nosotros los creyentes miramos la evidencia y creemos que hay un Dios. En ese sentido, el ateo tiene bastante menos honestidad intelectual que el creyente sofisticado. El ateo dice que sabe, a pesar del hecho de que lo que "sabe" no puede ser probado. El creyente "cree" porque sabe que lo que él cree es en última instancia imposible de demostrar.

Ahora, naturalmente, me estoy refiriendo al "creyente sofisticado", no a todo ser humano en la Tierra que afirma que cree en Dios. Hay mucha gente con visiones simplistas de Dios, y muchos millones que tienen una vil noción de Dios. Si yo y todos los demás creyentes en Dios somos mezclados con musulmanes que creen que la matanza de inocentes les hará obtener sexo en el cielo, entonces vos tendrás que ser mezclado con Josef Stalin y Mao Tse-Tung y todos los demás ateos que asesinaron más inocentes que todos los chiflados de la religión en la historia.

¿Acaso no conoces a gente como Francis Collins? El 11 de Junio de 2006, el Times de Londres reportó que "El científico que lideró al equipo que decodificó el genoma humano [...] ahora cree en la existencia de Dios [...] Francis Collins, el director del Instituto Nacional Estadounidense para la Investigación del Genoma Humano, afirma que existe una base racional para un creador y que los descubrimientos científicos llevan al hombre 'más cerca de Dios.'"

¿Es irracional Francis Collins, le falta sentido común, desconoce la evidencia y es intelectualmente deshonesto? ¿Te gustaría debatir con Francis Collins acerca de Dios basándose en la evidencia científica y el sentido común? Lo dudo.

Ni vos ni yo, sin entrenamiento en las ciencias, llegaríamos a entender algo de la evidencia que éste y muchos otros científicos ofrecen para creer en Dios.

Entonces, ya fue suficiente de utilizar clichés de dormitorio universitario sobre la "no evidencia" de la existencia de Dios. Como no sos científico, es poco probable que sepas acerca de la evidencia que los científicos creyentes ofrecen.

El artículo en el Times cita a Collins:
"Cuando tienes por primera vez al frente tuyo este libro de instrucciones de 3.100 millones de letras que transportan todo tipo de información y todo tipo de misterio acerca de la especie humana, es inevitable pasar página a página con asombro. No puedo evitar mirar esas páginas y tener un vago sentido de que estoy dando una ojeada a
la mente de Dios."


Viste estas instrucciones de 3.100 millones de letras? Sospecho que las entenderías tan poco como yo.

En una respuesta futura, me enfocaré en otros puntos de tu observación inicial. Pero responderé a uno ahora tu argumento de que el Dios de Prager o Collins está en la misma liga intelectual que la creencia en Zeus. ¿Acaso alguien que estudió el genoma humano discutió a favor de Zeus? ¿De qué estás hablando?

Responderé esa pregunta. Estás hablando como si te estuvieras dirigiendo a tus compañeros ateos que aclaman esas líneas que desprecian la fe en Dios. Piensan que el ridículo compensa su ignorancia acerca de la creencia sofisticada en Dios. Pero desafortunadamente para vos, en este diálogo no te estás dirigiendo a tus compañeros que creen en el ateísmo o gente que se burla de la religión. Estás dirigiéndote a una audiencia mixta y debatiendo con un hombre que conoce sus argumentos. Los escuchó en la escuela secundaria.


From: Sam Harris
To: Dennis Prager
Subject: La carga de la prueba cae sobre los fieles
Debería aclarar un par de conceptos errados que tienes sobre mí. Si bien me hace muy feliz que hayas admitido tu propia ignorancia sobre la ciencia relevante, no hay necesidad de que me atribuyas esa ignorancia a mí.

Aunque mi trabajo diario como infiel ha frenado mi progreso reciente, estoy en proceso de finalizar mi doctorado en neurociencia. Esto requiere que yo realmente entienda los desarrollos recientes en biología. Permíteme asegurarte que tengo una sólida base en ciencias de la vida y estoy muy al tanto del tipo de contorsiones que gente como Francis Collins hacen al servicio de sus mitos religiosos. Tu aseveración de que yo tendría miedo de debatir con Collins es especialmente divertida, dado que yo me ofrecí a debatir con él meses atrás, y el está aún considerándolo. Me aseguraré de invitarte a ese evento si es que alguna vez se le pone fecha.

Sin embargo estás en lo correcto al observar que muchos científicos creen en Dios. Ya lo indiqué en mi primer mensaje ("una persona puede tener suficientes recursos intelectuales...para crear una bomba nuclear..."). Pero en el mundo desarrollado este es un fenómeno estadounidense. E incluso en este ignorante país nuestro, la fe en Dios virtualmente desaparece entre los científicos más establecidos.

Una encuesta reciente de la Academia Nacional de Ciencias (nuestra organización científica más elitista) reveló que sólo el 7% de sus miembros creen en Dios comparado con el 40% de los científicos comunes y el 90% de toda la población). Aun así, yo sería el primero en admitir que hay un debate a ser librado y ganado en la comunidad científica sobre este punto. El hecho de que 40% de los científicos estadounidenses crea en Dios no indica que hay buenas razones para creer en Dios; indica que el 60% de los científicos no están haciendo su trabajo. La fe de gente como Collins está invariablemente apoyada por argumentos terribles del tipo de los que comenzaste a enumerar. Démosle una mirada a algunos de ellos.

Primero, el ateo que conjuraste - tan desbordante de falsa certeza - es un verdadero espantapájaros. La defensa de la religión es una que Bertrand Russel demolió hace un siglo con su famoso "argumento de la tetera". Como no puedo mejorarlo, y tú claramente lo has olvidado entre todos los desafios a la piedad que exitosamente evadiste "en la escuela secundaria", aquí va de nuevo:
Muchas personas ortodoxas hablan como si fuera la obligación de los escépticos refutar los dogmas recibidos en lugar de ser los dogmáticos quienes deberían probarlos. Esto es, por supuesto, un error. Si yo sugiriese que entre la Tierra y Marte hay una tetera china girando alrededor del Sol en una orbita elíptica, nadie podría refutar mi aseveración si además yo tuviese cuidado de agregar que la tetera es demasiado pequeña para ser revelada aun por los telescopios más poderosos. Pero si dijese que, ya que mi aseveración no puede ser refutada, es una presunción intolerable por parte de la razón humana dudar de ella, podría pensarse correctamente que estoy hablando sin sentido.

Si alguna respuesta válida a Russel ha visto la luz del día alguna vez, no estoy enterado.
Los fieles resisten las falsas certezas de la religión - cuando provienen de cualquier religión excepto la propia. Cada cristiano sabe cómo es encontrar las aseveraciones de los musulmanes profundamente sospechosas. Todos los que no son mormones saben rápidamente que el mormonismo es un sistema de creencias obscenamente estúpido. Todos han rechazado una cantidad infinita de afirmaciones espúreas sobre Dios. Los ateos simplemente rechazan una más.

El ateísmo no asevera que "todo es hecho por azar". Nadie sabe por qué el universo comenzó su existencia. La mayoría de los científicos admiten su ignorancia sobre este punto. Los creyentes religiosos no. Una de las ironías extraordinarias del discurso religioso puede verse en la frecuencia con que la gente de fe se exhalta a sí misma por su humildad, mientras condena a los científicos y a otros no-creyentes por su arrogancia intelectual. Han hecho un trabajo fino de esto. Y aun así, no hay visión en el mundo que sea más reprochable en su arrogancia que la de un creyente religioso. El creador del universo tiene un interés activo en mí, me aprueba, me ama, y me premiará después de la muerte; mis creencias, tomadas de las escrituras, seguirán siendo la mejor declaración de la verdad hasta el fin del mundo; todos los que están en desacuerdo pasarán la eternidad en el infierno...

Un creyente promedio ha alcanzado un nivel de arrogancia que es simplemente inimaginable en el discurso científico - y ha habido algunos científicos extraordinariamente arrogantes.

Tú sugieres que la existencia del universo demuestra la existencia de Dios. ¿Por qué? Porque todo lo que existe debe tener una causa. Es sorprendente cuanta gente encuentra compulsivo a este argumento.

¿Quién puede decir que lo único que puede dar origen al universo es un dios personal? Incluso si aceptamos que nuestro universo simplemente tuvo que haber sido diseñado por un diseñador, esto no sugeriría que este diseñador es el dios de Abraham, o que Él aprueba el judaísmo o el cristianismo. Si está diseñado inteligentemente, nuestro universo podría ser una simulación corriendo en una supercomputadora extraterrestre. O podría ser el trabajo de un dios malvado, o dos de esos dioses jugando una "cinchada" en un cosmos más grande. Si Dios creó el universo, ¿qué creó a Dios? Decir que Dios es increado simplemente impone la pregunta. ¿Por qué no puedo decir que el universo es increado? Espero ansiosamente tu demostración de "creencia en Dios intelectualmente sofisticada", Dennis. Pero tendrás que hacerlo mejor que esto.


From: Dennis Prager
To: Sam Harris
Subject: Espantapájaros, Teteras y Confusión Moral
Querido Sam:
Puedo haber errado en asumir que tú, como yo y casi todos los demás mortales, no podrían compararse con el Dr. Francis Collins - cabeza del proyecto genoma humano - en su conocimiento de la genética humana. Por lo que si, como estudiante graduado en
neurociencia, ya has alcanzado el nivel de experiencia de Collins, te saludo y te excluyo de la vasta mayoria de los ateos o teístas que no podrían debatir con él sobre la ciencia que lo lleva a creer en Dios.

Mi punto sigue siendo válido, como tú graciosamente concedes. El conocimiento científico difícilmente invalida la creencia de que hay un Dios. Al contrario, hay más creyentes en Dios en las ciencias naturales que en las ciencias sociales. Esto sugiere que es la ausencia virtual de Dios en la educación, no el conocimiento de la ciencia, lo que posiblemente cuente en el ateísmo de los académicos.

Noto que no respondiste a mi rechazo de tu comparación de la creencia en Zeus con la creencia en Dios. Estuviste listo en evitarla. Ese es un argumento intelectualmente tonto, e impropio de un ateo serio.

Escribes "el ateo que conjuraste - tan desbordante de falsa certeza - es un verdadero espantapájaros". "¿Espantapájaros?" Sam, no hay un solo lector honesto de tu primera carta que pudiera suponer nada excepto certeza de tu parte. Tu rechazo a la creencia en
Dios como intelectualmente idéntica a la creencia en Zeus prueba mi punto, porque tanto tú como yo tenemos la absoluta certeza de que Zeus no es Dios.

Y si tú realmente no tienes la certeza de que no hay Dios, nivela tus dudas con nosotros como yo hice con las mías.
El argumento de la tetera es totalmente inaplicable conmigo. Nunca escribí que el ateísmo falle porque no puede demostrar la no existencia de Dios. ¿Estás respondiendo a lo que escribí, o sólo asumiendo que caigo de tu caricatura de los creyentes ?
De todas maneras, estoy agradecido de que hayas traido a Bertrand Russell a la discusión. Russel es un fino ejemplo de una de las mayores razones por las que rechazo el ateísmo. En occidente, las personas y sociedades que rechazan al Dios de las religiones Judeo-Cristianas son más propensas a resultar moralmente confundidas y sin sentido que los creyentes judíos y cristianos.

Bertrand Russell, el gran ateo, fue, para ponerlo de manera amable, un hombre muy moralmente confundido. Entre sus muchas ideas confundidas, estaba impulsar la guerra preventiva (incluyendo, si fuese necesario, el uso de bombas nucleares) contra la Unión Soviética después de la 2da. Guerra Mundial, y luego, después de que la Unión Soviética tuviera armas nucleares, abogó por el desarme de Estados Unidos y Occidente.

El secularismo habitualmente produce un sinsentido moral e intelectual en personas e instituciones. Mi principal evidencia es la universidad estadounidense contemporánea, que es un lugar de confusión moral e intelectual tan profunda que uno debe buscar muy intensamente para encontrar equivalentes religiosos cristianos o judíos.

Esta es la razón por la que escribí una columna hace años titulada "Cómo encontré a Dios en la Universidad de Columbia". Los profesores en donde hice mi trabajo de graduación, en la Escuela de Asuntos Internacionales de la Universidad de Columbia, estaban equivocados en virtualmente todos los temas importantes.

Para dar sólo un ejemplo del sinsentido que está presente a lo largo del mundo secular, sin religión y sin Dios, el presidente de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers, fue expulsado de su cargo por la comunidad educativa de Harvard porque tuvo la
audacia de decir que las diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer podría ser responsable por sus diferentes predilecciones por las ciencias y las matemáticas. Como los Salmos lo pusieron miles de años atrás, "La sabiduría comienza con el temor a Dios" (N. del T. : Salmos 111:10). La falta de sabiduría en el templo secular, la universidad- donde EEUU es el villano del mundo, donde mujeres y hombres son tratados esencialmente como iguales, y donde el marxismo ha sido tomado seriamente por generaciones- valida el punto de vista del escritor del Salmo.

Por eso, gracias por levantar a Bertrand Russell. Si bien su argumento de la tetera china es irrelevante para todo lo que he escrito o creo, su visión moralmente confundida del mundo me ayudó a entender cuán indispensable es Dios para la moralidad y sabiduría, sobre lo cual (especialmente a partir de tu caracterización de este país como "ignorante") voy a escribir más en mi próxima carta.

Cuidate.
Dennis


From: Sam Harris
To: Dennis Prager
Subject: Un argumento irrelevante y sus hechos imaginarios
Este debate está llegando rápidamente a su fin, Dennis, y no has tocado mis argumentos ni presentado ninguna argumentación importante propia.
Ciertamente no dije que yo poseyera el nivel de experiencia de Collins. De todas maneras, estoy suficientemente familiarizado con la ciencia relevante como para saber que Collins no sostiene sus creencias sobre Dios por razones compulsivas científicas. Tú pareces más bien sobreextasiado por las credenciales académicas de este hombre. Permíteme asegurarte que incluso los científicos con muchos logros pueden ser filósofos terriblemente malos.
Collins, como probablemente sabes, acaba de publicar una defensa de la religión del tamaño de un libro, intitulada "El lenguaje de Dios". Es una obra maestra del pensamiento simplista. Por ejemplo, Collins describe el momento en que él, un científico de alto rango, se convenció de la divinidad de Jesucristo:

"En un hermoso día de otoño, mientras caminaba por las montañas Cascade... la majestuosidad y belleza de la creación de Dios superó mi resistencia. A medida que rodeaba una cornisa y veía una hermosa e inesperada cascada congelada, de cientos de pies de altura, supe que la búsqueda había terminado. La mañana siguiente, me arrodillé en la hierba húmeda por el rocío cuando el Sol salía y me rendí a Jesucristo".

Un perfil reciente de Collins publicado en Time agrega un detalle invaluable: La cascada estaba congelada en tres vertientes, ¡y eso trajo a la mente del buen doctor a la Trinidad! Escribiste antes que yo no podría "siquiera entender" la evidencia que un genio como Francis Collins pondría en defensa de su fe. Te confieso que puede ser que estés acertado en eso.

Espero que sea inmediatamente obvio para tí, y para todos nuestros lectores, que no hay nada en ver una cascada congelada (no importa cuán congelada) que ofrezca la más mínima corroboración de la doctrina del cristianismo. Si la belleza de la naturaleza puede significar que Jesús es el hijo de Dios, entonces puede significar completamente cualquier otra cosa.
Digamos que yo vi la misma cascada y que sus tres vertientes me hicieron pensar en Rómulo, Remo y la Loba - los míticos fundadores de Roma -. Así supe, desde ese momento en adelante, que Italia podría ganar algun día la Copa del Mundo. Esta epifanía, aun siendo perfectamente psicótica, podría de hecho ponerme en suelo más sólido que Collins (porque Italia de hecho ganó la Copa del Mundo).
La razón por la que la ciencia (especialmente en EE.UU.) no inocula mejor a sus practicantes contra la creencia de que Jesús es el hijo de Dios (o que Joseph Smith recibió la revelación final de Dios en placas de oro del angel Maroni) es porque es tabú desafiar seriamente la fe de una persona religiosa en nuestra sociedad. Me pregunto qué es lo que haces del hecho de que un número importante de científicos hindúes creen en una pluralidad de dioses. Te sugiere esto que el politeísmo ha sido respaldado por investigación científica imparcial?

También pareces haber arribado a la conclusión equivocada sobre las estadísticas. Hay muy pocos cuestionamientos sobre que la exposición a una educación científica reduce la tendencia de una persona a creer en Dios, y lo hace en más o menos un modo lineal (cerca del 10% de la población general es atea/agnóstica, 40% de los doctores, 60% de los investigadores científicos y 93% de los miembros de la Academia Nacional)

Un artículo de Nature reportó recientemente que ningún científico duda más de la existencia de Dios que los biólogos, seguidos de cerca por los físicos y los astrónomos. No estoy al tanto de la información que citas respecto de los científicos sociales, pero si es como informas, y ellos son más ateos aún, no me sorprendería. Después de todo, esa gente pasa mucho tiempo pensando en cosas como autoengaño, pensamiento mágico, polarización cognitiva y otros enemigos de la honestidad intelectual que mantiene a la religión tan bien parada en nuestra sociedad.

Dime por qué es más razonable creer en Yahweh que en Zeus. Tengo muy pocas dudas de que si Francis Collins hubiese crecido en una cultura en la cual nueve de cada diez personas veneraran los dioses del Monte Olimpo, esa cascada congelada habría llevado un mensaje decididamente pagano (tal vez habría pensado "tridente" en lugar de "trinidad" y establecido a Poseidón como su deidad favorita).

Tu trabajo es ya sea producir un argumento racional para la legitimación única de la tradición judeo-cristiana (una que revele porque mil millones de hindúes están tan absolutamente errados con respecto a la naturaleza del cosmos), o admitir que no puedes hacerlo. Y estoy deseando apostar la granja a que no puedes.

Traje el argumento de la tetera porque me acusaste a mí (y a todos los ateos) de estar seguros de que Dios no existe, invitando a todos los lectores a apreciar cuán absurda e intelectualmente deshonesta es tal certeza. El argumento de Russell revela por qué un ateo no necesita parecer tener tal certeza (como yo mismo no hago). La carga está del lado de los que creen en Yahweh, Zeus, o teteras celestiales de proveer evidencia para soportar sus doctrinas. El argumento de Russel de hecho aplica a tí. Y aplicará a tus hijos si no enderezamos nuestras cabezas como civilización.

Escribiste: "En occidente, las personas y sociedades que rechazan al dios de las religiones Judeo-Cristianas son más propensas a resultar moralmente confundidas y sin sentido que los creyentes judíos y cristianos."

Como sabes bien, Estados Unidos es único entre las democracias ricas en su nivel de adhesión religiosa. También está singularmente copado por las altas tasas de homicidios, abortos, embarazos adolescentes, enfermedades de transmisión sexual y mortalidad infantil. Los estados del sur y el medio-oeste, caracterizados por los más altos niveles de literalismo religioso, están especialmente plagados por las miserias mencionadas arriba, mientras que los estados comparativamente seculares del noreste van de acuerdo a las normas europeas. Claramente, el fuerte compromiso religioso hace muy poco para garantizar el comportamiento moral o la salud social.
Pero hay un punto muchísimo más importante para que tú y nuestros lectores entiendan. Incluso aunque sostuvieras que el vínculo entre la fe y la moralidad fuese cierto, esto no ofrecería ningún soporte de todas formas para tus creencias religiosas. Incluso si el ateísmo llevara directamente al caos moral, esto no sugeriría que la doctrina del judaísmo es verdadera. El Islam podría ser cierto en ese caso. O todas las religiones podrían funcionar como placebos. Como descripciones del universo, podrían ser totalmente falsas pero extraordinariamente útiles. Contrariamente a tu opinión, sin embargo, la evidencia sugiere que son falsos y peligrosos.
Sospecho, Dennis, que tú y yo coincidimos en muchas cuestiones de moralidad. Confío en que ambos sentimos que la esclavitud fue una abominación, independientemente del hecho de que no importa cómo entrecierres los ojos, la Biblia nos dice que está bien tener esclavos (¿Quién decide qué es lo bueno en el Buen Libro? Respuesta: Nosotros. Nuestras intuiciones morales son aún primarias. No tiene absolutamente ningún sentido, entonces, pensar que obtenemos nuestro sentido básico de lo correcto e incorrecto de las escrituras). Seguramente coincidimos en que lo políticamente correcto ha debilitado la integridad moral e intelectual de mucho de nuestro discurso, tanto en nuestras universidades como en todas partes.

Pero el vínculo que trazaste entre la inmoralidad y el ateísmo es espúreo. Y, no hace falta decirlo, el tabú que hizo que Lawrence Summers fuese echado es el mismo tabú que evitaría que un profesor criticara las locas convicciones religiosas de sus estudiantes. Lo que necesitamos, en todas partes, es honestidad intelectual - no más dogmatismo.

Parece que tu apego a la religión resulta, al menos en parte, de tu odio al relativismo moral. Comparto totalmente tus preocupaciones aquí y empleo una porción considerable de mis energías profesionales en tratar de liberar al secularismo del peligroso sinsentido con en cual habitualmente se lo mezcla. Sospecho fuertemente que tú y yo tenemos visiones similares sobre los riesgos puestos sobre la civilización por la difusión del Islam. Probablemente sacamos las mismas lecciones de las fallas del multiculturalismo en Europa occidental: Todo el atraso y barbarie que lleva el nombre de Islam europeo (los casamientos forzados, las muertes por honor, el antisemitismo, la hostilidad contra la libertad de expresión, y ese tipo de cosas) tiene que ser removido de esas poblaciones inmigrantes o el continente entero se encamina hacia las cataratas.

Pero está claro en nuestro debate que tú y yo diferimos en la ubicación del problema. Desde tu punto de vista, el problema debe ser que Europa ha perdido la columna vertebral moral que sólo la religión puede proveer (y sólo sucede que el Islam es
la religión incorrecta). Desde mi perspectiva, nuestro mundo ha sido partido, innecesariamente, por la religión misma. Como dije, incluso si tuvieras razón, y la única gente que pudiera invocar al coraje moral para combatir a los lunáticos religiosos del mundo musulmán fuesen los lunáticos religiosos de Occidente, esto no sugeriría nada acerca de la existencia del Dios biblico.
Solo mostraría que la creencia en Él podría ser políticamente necesaria, en un tiempo y lugar dados, para motivar a la gente a combatir a (como nuestro inimitable presidente dice) "los malhechores".
Estoy razonablemente seguro de que estás equivocado acerca de esto. Pero de nuevo, esto es bastante irrelevante para la pregunta que está ante nosotros.


From: Dennis Prager
To: Sam Harris
Subject: Correlaciones poco felices
Querido Sam:
El Dr. Collins no ofreció las tres cascadas como argumento para creer en la Trinidad, ni siquiera en tu cita aislada de su libro o en la oración aislada de Time. Todo lo que dijo fue que las tres cascadas le recordaban la Trinidad cristiana y que después de observar tan deslumbrante belleza se convirtió en un cristiano creyente.
Si un hombre dice que una hermosa flor le recuerda a su hermosa esposa, no está diciendo que la belleza de la flor prueba que su esposa es también bella. Las maravillas naturales suelen inspirar a una persona a reflexionar en lo divino. Tú ves la belleza natural y, por ese motivo, todo lo demás en el universo, y no ves a ningún creador, sólo coincidencia. Encuentro esta reacción al menos tan extraña como tú encuentras ver en la naturaleza la evidencia de un creador.

Los comentarios de Collins simplemente indican que él y otros científicos eminentes ven a la ciencia como argumentando en favor de un Dios creador. Si Collins ha dicho que la existencia de las tres cascadas le demuestran que existe una Trinidad, compartiría tu despectiva actitud. Pero estos comentarios ni siquiera implicaron algo tan descabellado.

Tú escribes que "Hay muy pocos cuestionamientos sobre que la exposición a una educación científica reduce la tendencia de una persona a creer en Dios", un punto que reconozco de lleno en mi última correspondencia. Pero la exposición a otras areas de educación más alta, específicamente las "ciencias sociales", reducen aún más la posibilidad de que una persona crea en Dios.

Tenemos entonces dos opciones sobre cómo interpretar esa información. Una es que cuanto uno más sabe, es menos probable que uno crea en Dios. Esa es tu interpretación. Yo tengo otra interpretación - la educación contemporanea de alto nivel aumenta el conocimiento factual y decrementa la sabiduría. Con algunas excepciones, creo que cuanto más tiempo uno pasa en la universiad, él o ella se vuelven menos sabios.

Sólo entre los entre los altamente educados están aún aquellos quienes creen que los hombres y las mujeres son básicamente lo mismo. Yendo atrás una generación o dos, el soporte a Josef Stalin, tal vez uno de los más grandes asesinos en masa de la historia, estaba casi totalmente confinado en occidente a los intelectuales. Los alemanes con doctorados también estuvieron entre los más grandes seguidores de Hitler. El registro moral de los intelectuales seculares -los "idiotas útiles" de Lenin- es el peor de cada grupo aislado en las sociedades libres en los ultimos cien años.

Por lo tanto no estoy tan sorprendido por la información que relaciona la educación secular con el ateísmo.
Escribes que "Tu trabajo es ya sea producir un argumento racional para la legitimación única de la tradición judeo-cristiana (una que revele por qué mil millones de hindúes están tan absolutamente errados con respecto a la naturaleza del cosmos), o admitir que no puedes hacerlo. Y estoy deseando apostar la granja a que no puedes".
No apuestes tu granja aún. Tengo, concretamente, hecho el caso en favor de la legitimación unica de la tradición judeo-cristiana en 25 ensayos que escribí en 2005. Alcanza con que los valores judeo-cristianos solos le dieron a la humanidad la noción de lo sagrado de la vida humana; la historia lineal y por lo tanto la idea de progreso científico y moral, estándares universales de bien y mal, la abolición de la esclavitud, el metodo científico, el desarrollo de la democracia, la igualdad de los sexos, el más grandioso experimento de sociedad no basada en etnias (Estados Unidos), la más grandiosa música jamás compuesta y el más gradioso arte jamás logrado.
Con respecto a India, he viajado una cantidad de veces y dado clases allí; tengo una profunda reverencia por su pueblo y cultura. Pero India no nos ha dado esas contribuciones. Ni China y ciertamente ninguna de las sociedades que fueron contemporáneas de los antiguos judíos, que nos dieron la Torah de donde emanan nuestros valores.
Presumiblemente tú asumes que todos esos valores que cambiaron al mundo y estos logros únicos habrían evolucionado por sí mismos sin Biblia hebrea, sin revelación divina, y sin cristianos para llevar la Biblia al mundo. Tú eres, después de todo, un creyente de que todo lo asombroso vino de la nada.
Así es como ves el mundo. Todo vino de la nada; la inteligencia vino de la no-inteligencia; el orden vino del caos. No puedo entender por qué alguien puede encontrar esas creencias racionalmente compulsivas. Lo único que puedo concluir es que se necesita una educación universitaria -la inmersión secular que comienza en la primaria- o antipatía hacia la religión.

Si quieres exponer tu caso sobre cómo el secularismo produce mejores personas en Estados Unidos, qué me dices de "apostar la granja" a lo siguiente: Te apuesto la suma que podamos solventar a que la gran mayoría de los asesinos y violadores en este país no eran religiosamente activos durante el tiempo en que cometieron sus violentos crimenes. Haría una segunda apuesta a que no tomas aquella apuesta.

Aquí hay otra correlación de la vida real para que ponderes. En su mayor parte, la Europa secular no podía indicar cuál era la diferencia moral entre Estados Unidos y la Unión Soviética y no puede establecer la diferencia entre Israel y sus enemigos. El Estados Unidos religioso sabía que la Unión Soviética era un "imperio maligno" y cree que hay un abismo que separa a Israel de sus enemigos. Y la Europa secular, como el Estados Unidos secular, ni siquiera se reproduce. El secularismo hace a la gente demasiado egoísta como para tener más de un hijo y/o destroza cualquier creencia en mantener la propia sociedad y cultura.

Finalmente, te felicito por reconocer la amenaza islámica y por aborrecer el relativismo moral que se infiltra en Occidente. Al contrario de la mayoría de los ateos, tú reconoces que el coraje moral para combatir el más grande de todos los males de hoy se encontraría en principio entre los judíos y cristianos religiosos. Le acredito ese coraje a la claridad moral inherente a las creencias judías y cristianas y a la creencia en Dios de esos judíos y cristianos. Todavía tengo que entender a qué le atribuyes el coraje entre los religiosos y la falta de columna vertebral moral en la Europa y Estados Unidos seculares.

Tienes razón en que esta claridad moral y coraje entre los predominantemente religiosos no prueba la existencia del Dios bíblico. Nada puede probar la existencia de Dios. Pero este es seguro un argumento poderoso: si la sociedad no puede sobrevivir sin x, entonces hay una buena chance de que x exista.


From: Sam Harris
To: Dennis Prager
Subject: Tres formas de equivocarse
Bien, parece que hemos arribado al final de nuestro debate sin un verdadero encuentro de opiniones. Dudo de que cualquiera de nosotros esperará cambiar los puntos de vista del otro sobre religión. Antes de salir, me gustaría señalar que has confiado en una variedad de estratagemas que no dan (incluso combinadas) ningún apoyo a tu posición.
1. Has observado que algunas personas muy inteligentes, como Francis Collins, creen en Dios.
Así como son las cosas, citar a tan buena compañía no aporta a un argumento - especialmente cuando las razones que esa gente ilustre tiene para creer en Dios son irrisorias. Desafortunadamente, es tu tratamiento de Collins el que "confunde". El extracto que entregué representa su propio relato del preciso momento en que sus dudas sobre el cristianismo fueron eliminadas. Y está bien que te avergüences por esto, dada tu confianza en él como uno de las grandes luminarias de la fe "sofisticada".

Voy a dejar que nuestros lectores consulten el libro de Collins y decidan por ellos mismos si el hombre arribó a su creencia en el Cristo resucitado a través de la ciencia de la biología molecular o por algún otro camino. Tú, sin embargo, harías bien en observar que hay una enorme diferencia entre (1) tomar una imagen del mundo a través del estudio científico e imparcial, y (2) tomarla a través de la emocionalidad y el pensamiento mágico, para luego ver si puede sobrevivir al contacto con la ciencia. Collins claramente ha hecho esto último.

El hecho de que el cristianismo evangélico pueda aún sobrevivir al contacto con la ciencia (debido a los baches en la ciencia) no significa que haya razones científicas para ser un cristiano evangélico. Y al margen de tus giros en torno a este tema, el hecho de que los científicos son, en todas partes, menos religiosos que los no científicos sugiere que la ciencia tiende a no apoyar la creencia religiosa.

2. Has, muy frecuentemente, ignorado el significado elemental de las palabras.

Confio en que los lectores atentos notarán dónde me has malinterpretado (o colocado una interpretación distorsionada de Collins, de la información de las encuestas, etc)

3. Has buscado permanentemente exponer que la creencia en Dios es útil.

Mientras que la utilidad de la religión podría valer la pena debatirla en otro contexto, es completamente irrelevante para la cuestión de si Dios existe (es debatible, por supuesto, porque la tradición judeo-cristiana, a la cual le adjudicas tanto del progreso de la humanidad, ha esparcido también mucha miseria - e incluso produjo a Stalin, el peor de los peores).

El hecho de que ciertas creencias religiosas puedan ser útiles no sugieren, de ningún modo, su legitimación. Puedo garantizar, por ejemplo, que la siguiente religión, inventada por mí en los últimos diez segundos, podría ser extraordinariamente útil. Se llama "Cientismo". Aquí esta el credo: Sé bueno con los demás; no mientas, robes o mates; y obliga a tus hijos a dominar las matemáticas y la ciencia al máximo de sus posibilidades o 17 demonios te torturarán con pinzas calientes por la eternidad después de morir. Si pudiese esparcir esta fe a miles de millones, tengo pocas dudas de que viviríamos en un mundo mejor del que vivimos en la actualidad. ¿Sugeriría esto que los 17 demonios del Cientismo existen? Los engaños útiles no son lo mismo que las creencias verdaderas.

Con respecto a tu apuesta acerca de la religiosidad de asesinos y violadores -depende, por supuesto, de lo que entiendas por "religiosamente activo": si estás sugiriendo que estos delincuentes violentos rara vez creen en tu Dios bíblico, estaré feliz de aceptar esta apuesta. La tasa de creencia entre los asesinos y violadores en los Estados Unidos debe exceder la tasa de no-creencia. Estaría incluso dispuesto a darte ventaja. Podemos dejar de lado a los miles de violadores de niños ordenados en la Iglesia Católica (¿o no son ellos "religiosamente activos" a tus luces?).

Tambien debería apuntar que tu cerraste tu última misiva con una falacia. Escribiste:

"Tienes razón en que esta claridad moral y coraje entre los predominantemente religiosos no prueba la existencia del Dios bíblico. Nada puede probar la existencia de Dios. Pero este es seguro un argumento poderoso: si la sociedad no puede sobrevivir sin x, entonces hay una buena chance de que x exista. "
No, Dennis, esta claridad moral no es un "argumento poderoso" o ni siquiera un argumento; por favor, mantené tus equis correctamente. Si la humanidad no puede sobrevivir sin 'una creencia en Dios', esto sólo significa que 'una creencia en Dios' existe. Esto no sugeriría, ni remotamente, que Dios exista.
Una ironía adicional, por supuesto, es que la amenaza sobre la civilización que nos preocupa a ambos -el fascismo islámico- es puramente el producto de la fe religiosa, mantenida precisamente por las razones (o pseudo-razones) que tú defiendes. Si los musulmanes no pensaran en ellos mismos como "Musulmanes", los judíos como "Judíos" y los cristianos como "Cristianos", no estaríamos en este lío. Permíteme asegurarte que los musulmanes "sofisticados" apelan a las mismas racionalizaciones que Francis Collins hace para apoyar su creencia en el poderoso Alá. De hecho, tu "deslumbrante belleza de la naturaleza" es una de las razones fundamentales más importantes para la fe encontrada en el Corán. ¿Cuánta más gente tendrá que morir debido a esta respuesta de la Edad del Hierro a la belleza de la naturaleza?
Sin ninguna otra cosa, nuestro debate claramente revela cuán difícil es cambiar la opinión de otra persona sobre este tema. Tal vez algunos de nuestros lectores han desplazado su punto de vista en uno u otro sentido. Cualquiera que haya sido el resultado, estoy feliz de que nos hayamos tomado el tiempo para intercambiar correspondencia.

Te deseo lo mejor,
Sam


From: Dennis Prager
To: Sam Harris
Subject: Tu tarea es por lejos mucho más grande que la mía
Dejaré que nuestros lectores identifiquen quién se apoyó en "estratagemas".
Para ayudarlos a que juzguen, citaré tus palabras y no me apoyaré en parafrasear tus puntos de vista como tú has hecho con los míos.
Escribes: "Has observado que algunas personas muy inteligentes, como Francis Collins, creen en Dios."

Yo no escribí eso. Escribí que algunos científicos eminentes creen en Dios y que algunos de ellos han comenzado a creer en Dios a través de la ciencia. El punto era científicos y creencia, no "personas muy inteligentes" y creencias. De hecho, sin implicaciones hacia tí, casi nunca he encontrado "personas muy inteligentes" que no creyeran en Dios. La gran mayoría de los ateos que he conocido tenían buen cerebro, pero si "inteligente" incluye sabiduría, profundidad intelectual, profundidad de pensamiento, y discernimiento moral, he encontrado tales personas casi exclusivamente entre los creyentes del dios judeo-cristiano (que conste también que he conocido tontos que creen en este dios).

Escribes: "Confío en que los lectores atentos notarán dónde me has malinterpretado (o colocado una interpretación distorsionada de Collins, de la información de las encuestas, etc.) y luego forzaste un falso cargo".

Continúo defendiendo mi ententendimiento sobre Collins - de hecho, en mi programa de radio le pregunté sobre las cascadas y él sostuvo mi entendimiento, no el tuyo (la entrevista completa con él esta disponible en mi sitio web).

Tú nunca aceptaste mi apuesta que la gran mayoría de los criminales violentos no eran religiosamente activos cuando cometieron sus crimenes. En lugar de esto, tú redefiniste "religiosamente activo" para que significara creer en el Dios bíblico. Todos los que usan el término, saben que no se refiere a la creencia; se refiere a ser activo dentro de una religión, como lo es asistir regularmente a la iglesia o sinagoga, estudio bíblico, etc. Tú sabes tan bien como yo que esa gente no está proporcionalmente representada entre los criminales violentos de Estados Unidos. Así que redefiniste "religiosamente activo" para evitar la apuesta.

Escribes: "Mientras que la utilidad de la religión podría valer la pena debatirla en otro contexto, es completamente irrelevante para la cuestion de si Dios existe." Coincido contigo. Mi argumento es que, al contrario de lo que sucede con el Estados Unidos judeo-cristiano, las sociedades seculares -significando en general aquellas de Europa Occidental- pierden su deseo de sobrevivir (por no reproducirse), y no se comprometen con nada (fueron muy moralmente indiferentes durante la guerra fría contra el comunismo y son indiferentes o peor que eso en ayudar a mantener vivo a Israel en contra de los musulmanes que juraron exterminar el estado judío). Cuando la gente se da cuenta de esto, pueden llegar a la conclusión de que algo que se necesita para que la sociedad sobreviva -la creencia en el Dios de Israel- puede de hecho existir.

Escribes que la tradición judeo-cristiana "incluso produjo a Stalin". Tengo que admitir que esta es la primera vez en mi vida debatiendo con ateos. Sólo puedo imaginar que te refieres al hecho de que Stalin asistió al seminario cristiano cuando joven. ¿Y qué? Stalin fue un ateo apasionado que mató a un número no establecido de clérigos cristianos, destruyó virtualmente toda iglesia en Rusia, y forzó a los estudiantes soviéticos a estudiar "ateísmo científico". Si esas violentas políticas pro-ateas hubieran sido producidas por la tradición judeo-cristiana, entonces las palabras no tienen sentido.

Escribes: "Los engaños útiles no son lo mismo que las creencias verdaderas."

Esto es totalmente cierto. Sin embargo, si lo que puede ser un "engaño útil" es responsable de que la civilización judeo-cristiana termine con la esclavitud, descubra la ciencia y el metodo científico, afirme la racionalidad, crea en el progreso (la Torah fue única en repudiar la vision cíclica de la vida), elevar los derechos de las mujeres, afirmar los derechos humanos universales, establecer la santidad de la vida humana, y mucho más, entonces rechazaría menoscabarla como un mero "engaño útil".

Escribes: "Si la humanidad no puede sobrevivir sin 'una creencia en Dios', esto sólo significa que 'una creencia en Dios' existe. Esto no sugeriría, ni remotamente, que Dios exista.". Esta afirmación es tan novedosa como la que sugería que Stalin fue producto de valores judeo-cristianos. Es difícil para mí imaginar que algún lector imparcial pueda arribar a la misma conclusión. Si ambos reconocemos que sin creencia en Dios la humanidad se autodestruiría, es bastante distendido decir que esto de hecho no "sugiera, ni remotamente que Dios exista". Puedes mencionar una cosa que no exista pero que sea esencial para la supervivencia humana?

Concluyes: "Sin ninguna otra cosa, nuestro debate claramente revela cuán difícil es cambiar la opinión de otra persona sobre este tema. Tal vez algunos de nuestros lectores han desplazado su punto de vista en uno u otro sentido. Cualquiera que haya sido el resultado, estoy feliz de que nos hayamos tomado el tiempo para intercambiar correspondencia.".

También estoy feliz de que nos hayamos tomado el tiempo para este intercambio. Pero nunca entré en este debate con alguna esperanza de cambiar tu opinión en este tema. El lema de mi programa de radio es "Prefiero la claridad al acuerdo", y es por eso que estuve de acuerdo en hacer esto. Quise que los lectores consiguieran claridad sobre las diferencias entre el ateísmo y el teísmo judeo-cristiano.

Y con ese objetivo en mente, finalizaré con mi replanteo del magnífico resumen del argumento por la creencia en Dios que hizo el rabino Miton Steinberg (1903-1950), un rabino racionalista (y no ortodoxo): "El creyente en Dios tiene que responder por la existencia del sufrimiento injusto; el ateo tiene que responder por la existencia de todo lo demás".

Y eso es por lo cual tu tarea, Sam, es infinitamente más grande que la mía.

Te deseo lo mejor,
Dennis