martes, 14 de octubre de 2008

Linea de fuga


Línea de fuga


Se escribe siempre para dar vida,
para liberar la vida allí donde está presa
para trazar líneas de fuga.

Gilles Deleuze
“Conversaciones”



Destrazar. Ese parece ser un primer verbo, una acción primordial al momento de pensar qué se quiere decir con la deleuziana expresión “línea de fuga.

Así, destrazar.

Destrazar destrazándose. Porque sucede que lo que hemos trazado se ha endurecido, entumecido, devenido jaula. Por eso la línea de fuga es un breakout, una liberación con todos los peligros y desafíos a que conlleve. Supone, además y desde ya, un caudal de incertidumbre asegurada.

Destrazar, romper un trazo. Liberar un modo de los signos que lo encarcelan y lo limitan en sus posibilidades de expansión. Destrazar como una ejercitación que pone en juego la creatividad de invencionar nuevos signos, otros. Destrazar también la (¿supuesta?) estabilidad que suponíamos tener hasta ahora entre los signos que reconocíamos -pese a los agobios y fatigas que suscitaban- nuestra “adorada” cotidianeidad.

Una línea de fuga es, por eso, un neotrazado, un intento, un probar, un sagrado restituir de la experimentación. ¿Si hay un “objetivo” en la línea de fuga? Si lo hubiera es ingéntito al momento de la fuga misma, titubeante, zigzagueante, impreciso, in-direccionado aún.


Devenirse en una línea de fuga es también un arte de tomar contacto con la finitud, con lo tanático. Fugarse es tactar cierta materia muerta: objetivos fenecidos, seguridades cadavéricas, ilusiones necrosadas, sedentarizaciones cementéricas. La materia muerta de un proyecto que también lo está obliga a marcar en nuestro mapa existencial los puntos muertos que han perdido en el presente un sentido vital (antes bien, ciertos puntos de referencia domesticos, usuales, normales, parecerían simplemente testimoniar sobre lo desvitalizado de cierta relacionalidad que persistimos en sostener pese a la abundancia de pruebas que dan cuenta de lo mortecino de ese modo vinculante que increíblemente insistimos en conservar). La línea de fuga es anti-conservadora. Lejos de hacer un culto a los frascos de cloroformo en que se hunden las existencias domesticadas, la línea de fuga atenta contra todo intento de conservar mientras nos deja mirar con una lente de aumento despiadada los ataúdes en que guardamos celosamente las tradiciones: llámese a estos cajones de pino de venta masiva y obligada familia, profesión, pareja, o matrimonio. Las líneas de fuga son delatoras impiadosas de las muertes entre las que insistimos en montar nuestras guaridas ilusorias.

Y por lo anterior, es un tomar distancia de lo desvitalizante.

Lineas de fuga como acercamiento a las manifestaciones -nunca simples sino altamente complejas y complicadas- de la vida.

Manifestarse en la fuga. Poner en visibilidad. Arrancar de las tinieblas lo que mata o enferma. Recuperarse en la fuga. Aun mientras se convalece, siempre resituar para el lado de la vida.

Abrir una línea de fuga es abrirse uno mismo. Manifestarse en la manifestación misma de un paso que huye. Paso que, por pequeño o difícil o impreciso que sea, siempre busca abrir un contacto hacia la salud. A sudden widespread


Ya no se trata de tolerar lo molar, lo mandatado, lo exigido normativamente, ni se trata ya de seguir las circulaciones obligadas (que lejos de facilitarnos la plenitud de un real “circular” nos detienen, nos fijan, nos desaniman a experimentar un verdadero andar), soportando los sentidos y valores impuestos. Líneas de fuga como un “ya no más…”. La línea de fuga nos reclama e interroga en el plano de lo molecular, lo deseante, la ingencia, la desatadura, el movimiento. Fugarse como un rescatarse. Siempre un rescate incondicional de la propia experimentación como valor inclaudicable en nuestra libertad.

Las líneas de fuga. O cómo apartar a tiempo las relaciones de dominación del territorio de nuestros deseos. Abrir un espacio, un plano de apartamiento que nos vuelva capaces y dignos de nuestro propio poderío y así declarar el estado de nulidad de nuestras decadentes capturas. La línea de fuga jaquea la lógica de la conquista, denunciando la ilegitimidad de la mordaza con que siempre meten miedo aquellos que usan-abusan-manipulan desde el discurso y las prácticas de dominación. En contraste con este estatuto desvitalizante en que se hunde la subjetividad cuando es absorbida por los mecanismos de control social-institucional-relacional (haciendo del cuerpo una sede de algo spinozianamente triste) la línea de fuga pone en relieve las relaciones de velocidad o lentitud. Un paso de los sólidos a la fluencia de los líquidos.

Líneas de fuga como agua, como río, como manantiales como arroyos: más lentos, más rápidos, arrolladoras o serenamente imperceptibles, pero en indudable movimiento. En impermanencia. Desbordando márgenes arbitrarios, amenazando cauces impuestos, desafiando trayectos. Haciendo mapa.

Contra la moral de clones, contra el calcamiento punto-por-punto de sujetos hechos en manada bajo la presión del moldeo (contra el “todos debemos responder por igual”, “todos debemos desear por igual”, “todos debemos obedecer por igual”, “todos debemos aspirar por igual”, e incluso el inconcebible “todo debemos morir por igual”), la ética de la línea de fuga: deshacer el calco, quemarlo, desbordarlo, arruinarlo activa y definitivamente.


Contra la monocronía moral del igualamiento y sus calcos, una ética heterócrona de la fuga haciendo mapa.



Busco entre palabras de Deleuze:


Siempre es posible deshacer los dualismos desde dentro
trazando las líneas de fuga que pasan entre los dos términos,
estrecho arroyo que no pertenece ni a uno ni a otro
sino que lo arrastra a los dos
en una evolución no paralela,
en un devenir heterocrono.




PD.: He vuelto. Nomadizada. Y aquí estoy, surfeando mis líneas de fuga en mi amada y esquizoide Buenos Aires.

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Photo from img76.echo.cx/img76/3514/orilla0fu.jpg

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