Safo, bajo la lupa de la
Física
(un diálogo insospechado entre
ciencia y poesía)
Gabi Romano
Δέδυκε μεν ἀ σελάννα
καὶ Πληΐαδεσ, μέσαι δὲ
νύκτεσ πάρα δ᾽ ἔρχετ᾽ ὤρα,
ἔγω δὲ μόνα κατεύδω.
καὶ Πληΐαδεσ, μέσαι δὲ
νύκτεσ πάρα δ᾽ ἔρχετ᾽ ὤρα,
ἔγω δὲ μόνα κατεύδω.
"A Medianoche" - Poema
Safo de Lesbos - VII aC
Safo de Lesbos - VII aC
De su escritura, sólo fragmentos… mas, qué
fragmentos!
La famosa biblioteca de Alejandría albergaba su obra lírico-poética
organizada en nueve libros. Pero la pérdida su éstos y muchísimos otros de los casi un millón de manuscritos existentes en aquella ciudad egipcia, han hecho de la obra de Safo un rompecabezas imposible de rearmar. Durante el dominio árabe, el califa Umar ibn al-Jattab ya había mandado a destruir la monumental biblioteca mucho antes de que llegaran los romanos y remataran incendiándola. Más tarde, del material que había milagrosamente sobrevivido hubo que agregarle otros saqueos perpetrados por Aureliano y luego por Diocleciano. No mucho después llegaron los cristianos ortodoxos -obsesionados con la persecusión al paganismo- y Teodosio el Grande terminó de vaciarla. Se sucedieron en poco tiempo más, los efectos de las guerras en la región y otras destrucciones varias. De aquellos nuevos libros compilatorios de la obra sáfica quedaron astillas, tornasolados cristales de arena intentando no perderse en el médano de los siglos oscurantistas.
¿Qué conocemos de la vida de Safo de Mitilene? Pues
mucho menos aún de lo que apenas ha quedado de su obra. Sus datos biográficos
indican con cierta certeza un cuadrángulo de hechos sobre los cuales se ha
armado una incomprobable red de exóticas inferencias e infinitas conjeturas
existenciales. Despejemos entonces, primeramente, la indigente facticidad que
puede rastrearse sobre la aristocrática dama de Mitilene. ¿Qué sabemos? Que nació
aproximadamente entre 630 aC y 612 aC en la pequeña isla griega de Lesbos, cerca de la
costa de Asia Menor, y murió allí mismo alrededor del 570 aC. Que durante su
vida pasó por un corto exilio hacia el año 600 aC, en Sicilia, desterrada,
probablemente por razones políticas relacionadas con su familia de origen. Que
su lírica monodia (estrofas cortas, simples, y cantadas acompañadas por algún
instrumento como la lira, la cítara o la flauta) estaba enhebrada por versos
exquisitos, refinados y sensiblemente intimistas referidos al amor y la pasión [1]
Que hombres y mujeres indistintamente pudieron haber sido objeto de sus
amorosas palabras poéticas. Hasta aquí, los escasos hechos relativamente
documentados. No mucho más. Lo demás, cualquier otra pretendida afirmación
sobre su vida y costumbres, forma parte de las inferencias a las que suele llevar lógicamente el sumergirse en la lectura de su legado
lírico.
Si efectivamente formó parte de una sociedad llamada
Thiasos (sinceramente me cuesta imaginármela como una bacante poseída, desnuda, instando a otras ménades a agitar el tirso invocando a Dioniso), la comprobación de este
hecho es más que discutible. Si en Lesbos fundó o no una “Escuela para Hetairas” (tipo de prostitutas instruídas que
contrataban los aristócratas griegos para que los acompañaran con sus finas artes
–intelectuales, sensuales, conversacionales- en los banquetes) o si se trató de
una más recatada “Casa de Servidoras de las Musas” no lo sabemos tampoco a ciencia cierta. Si se casó y tuvo o
no una hija a quien dedicó uno de los poemas que ha llegado a nuestras manos,
tampoco lo podemos afirmar sin titubeos. Si fue heterosexual pero sus escritos se
permitieron la libertad de imaginar el amor a hombres tanto como a mujeres, o
si fue lesbiana, o si murió virgen, pues nada de todo eso puede ser ni afirmado ni
negado. Si se suicidó arrojándose desde la roca de Léucade al mar por un
rechazo amoroso de un tal Faón, o
si muere ya en un tanto envejecida y
apenada por la sombra de su última decepción amorosa producida por el
rechazo de una mujer, tampoco existen elementos para afirmar o negar nada de ello. Ni las Heroidas[2] de Ovidio ni las narrativas orales de
aquellas épocas (algunas meros chismes de gineceo indisculpablemente elevados
a la categoría de “anécdota biográfica”) nos resultan fuentes fácticas en las
que apoyar unas u otras hipótesis literario-biográficas. Todos estos
entretelones novelados sobre sus elecciones sexuales, sus amores o amoríos, sus
preferencias eróticas, su muerte, e incluso su supuesta labor como headmaster de una institución destinada a educar
en la prostitución culta forman parte de una atractiva, pero completamente mítica
aura de interpretaciones que hacen de Safo un personaje al que se
intenta hacer desbordar del escaso y maravilloso bien que, efectivamente, sí
tenemos ante nosotros: su escritura. Sus escamas hechas letra.
Si hay algo que caracteriza a la herencia de esta
escribiente griega, es que de ella nos han quedado, como empedernidos restos
flotantes escapados de la marea de la literatura antigua, restos. Restos, motas
de lirismo. Trozos de piedra marcados, o jirones de papiro. Pedacitos. Espejo
roto en cientos de partes que se niegan a unirse en alguna posible completud
tanto como se rehusan a morir en ese raro exilio que impone ser la perpetua
parte de un todo inhallable.
En lo que nos ha quedado de su escritura, en ese
cristal caleidoscópico que son sus retazos semi-inconexos, sin embargo, todo
brilla. Leerla es participar de un juego de ocultamientos y deslumbres, de
visibilidad y pudores, de pleamar y naufragio. Probablemente en estos tránsitos
entre opuestos que se deslizan (y revertizan) metonímicamente radique la
belleza de su escritura particularmente femenina, única en su tiempo. Safo puede
ser vista en estos espejos multiplicados que componen sus esquirlas
escritas con tinta divinamente perenne, capaz de escaparse de los desgarros
y despedazamientos a los que la sometió la ignorancia barbárica en combinación con la implacable embestida de Cronos. Safo se lee, se ve, es
vista y des-vista en sus restos inmortales. Es la misma Safo la que se nos sustrae a la vista, la perdemos y la
reencontramos parcialmente en esos mismísimos vestigios. De pronto nos anzuela
con un poema completo, pero no menos nos atrapa con los siguientes versos donde
el medio, el inicio o el final se han perdido indefectiblemente, y para siempre.
Leer a Safo es saber habérselas con el vacío. Pero no
cualquier vacío. La falta, lo-que-falta, (a modo de “casilla vacía” deleuziana) se nos antoja
no como deficit sino como ventana. Los vacíos de los poemas sáficos tienen su
conexión con algo propio del agua y del navío: son los ojos de buey por donde
estos antiguos poemas respiran, espacios libres desde donde los lectores
imaginamos sentidos posibles. Y sentires posibles.
A mediados del siglo VI aC escribe en dialecto eólico
del griego (específicamente en subdialecto lesbio) el poema “A medianoche” del
cual existen varias traducciones al español, algunas de las cuales reproducimos
a continuación. El primero, prosado por Rafael Ramírez Torres (Bucólicos y
líricos griegos, Jus, 1970):
Se ha ocultado la luna. También las Pléyadas.
Es la media noche y las horas se van deslizando y
yo duermo solitaria.
Aquí, el mismo poema, esta vez en formato de
verso, traducido por José Emilio
Pacheco (Tarde o temprano, Fondo de Cultura Económica, 1980):
Se fue la Luna.
Se pusieron las Pléyades.
Es medianoche.
Pasa el tiempo.
Estoy sola.
Mucho podría decirse sobre este simbólico poema, su
tema, sus connotaciones noctámbulas, la atmósfera contemplativa que se respira
en su brevedad, la referencia a la temporalidad como moratoria vital agotable y
perecedera, o esa simple serenidad subyacente en la afirmación final (muy trilce[3] por cierto). Pero dejaremos a cada
quien que construya la resonancia emocional que le plazca, pues en eso radica
nada más y nada menos que la libertad sensible.
Y si de libertades sensibles y resonancias singulares
se trata, pues veamos qué ha traído la curiosa lectura de este poema sáfico por
parte de los investigadores del departamento de Física de la Universidad de
Texas Arlington[4] (sí, believe
it or not, los físicos
también leen poemas de amor…). El profesor Manfred Cuntz, a cargo de la
investigación, trabajo con su equipo de astrónomos utizando los programas de
software Starry Night
y Digistar 5 con el
fin de encontrar las fechas precisas en que las Pléyades –cuerpos celestes a
los que se refiere explícitamente el poema- desaparecieron después de media
noche y, en consecuencia, poder determinar con precisión el año de datación de estos versos. Los investigadores concluyeron que se trata de un poema tardío de
Safo, puesto que el mismo debió haber sido escrito en Mitilene el mismo año de
su muerte, más precisamente entre el 25 de enero y el 31 de marzo del año 570
aC.
De la décima musa, tal como se la consideraba a Safo, tenemos a partir de ahora una precisión más con la que ayudarnos a descifrar su inacabado entramado de enigmas. Y este hallazgo retrospectivo de la astronomía se produjo, precisamente, intentando devolver a su punto de origen una de esas motas de polvo cósmico que son los quebrados trozos de papiro antiguo que nos quedan de aquella maravillosa poetisa. A veces se trata, ni más ni menos, que de seguir la estela que deja una brizna de literatura para comprender el enlace que cada pequeña partícula tiene con el todo. La conectividad entre las Pléyades y el poema ya no tiene nada de misterioso, ni de metafísico, teniendo a partir de este momento un punto de precisión histórica del que los estudiosos de Safo carecían hasta ahora. Pero para lograr
comprender cómo un evento se encuentra relacionado con otro evento es necesario, primero, considerar que nuestra mente es aún limitada para
acceder a ciertas explicaciones. No hemos desarrollado ni los
instrumentos ni un medio procedimental capaz de acercarnos a ciertas comprensiones, ni tampoco poseemos un marco epistémico apropiado para acercarnos a determinadas conclusiones veraces. Formulada -o más bien,
aceptada- esta humana limitación, es bueno recordar asimismo que la ciencia avanza
sobre la base de un disciplinado trabajo continuo que a veces toma
siglos hasta que nos brinda una respuesta verdadera sobre lo que hasta
entonces llamábamos resignadamente "un misterio". No hay tales misterios, y si los hay se debe a que no podemos (de momento al menos) aproximarnos a un postulado explicativo razonable, por lo cual metemos en esa elástica y esotérica categoría mistérica todo lo que nuestra limitación es incapaz de comprender.
Por supuesto que la belleza del poema sigue intacta, pero sabemos más del momentum que inspiró a Safo a escribirlo, podemos imaginar la estación del año en que esos sentires se volcaron en la urgencia de transformalos en letras, y con exactititud podemos ubicar este poema entre aquellos con los que tejió sentidos en torno a su envejecer ante la cercanía de la muerte.
Por supuesto que la belleza del poema sigue intacta, pero sabemos más del momentum que inspiró a Safo a escribirlo, podemos imaginar la estación del año en que esos sentires se volcaron en la urgencia de transformalos en letras, y con exactititud podemos ubicar este poema entre aquellos con los que tejió sentidos en torno a su envejecer ante la cercanía de la muerte.
Celebro este diálogo impensado entre astronomía y poesía, entre estética lírica y "voluntad de verdad". Y me esperanza pensar que, si las sensibilidades se logran cruzar de este maravilloso modo en otras áreas y entre otros territorios, el arte y la tecnología científica tendrán mucho que revelarnos a futuro. Enhorabuena...!
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[1] También escribió numerosas estrofas de liturgia nupcial:
canciones de boda para banquetes (gamelios),
otras para acompañar a los recién casados a su nuevo hogar (himeneos), e himnos para despedirlos
ante su recámara (epitalamios).
[2] También conocidas como “Cartas de las heroínas” (Epistulae
heroidum), veintiún cartas que Ovidio adapta como
escritas por personajes femeninos de la literatura y/o historia antigua.
[3] El poeta César Vallejo utilizaba este maravilloso neologismo para
referirse a aquello que nos resultaba a la vez entre triste y dulce.
[4] El paper al que haremos referencia puede leerse en el Journal of
Astronomical History and Heritage, 19 (1), 18-24 (2016). “Seasonal dating of
Sappho´s Midnight poem revisited”, Manfred Cuntz,
Levent Gurdemir and Martin George.
2 comentarios:
Muy bueno. Gracias!
Que excelente, artículo que nos introduce a una nuevo ciencia la Astronomia Cultural.
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