Contra el amor romantico
(Hacia una amar postmetafisico)
Ama como puedas,
ama a quien puedas,
ama todo lo que puedas.
No te preocupes de la finalidad de tu amor.
Amado Nervo
ama a quien puedas,
ama todo lo que puedas.
No te preocupes de la finalidad de tu amor.
Amado Nervo
Amar sin «sentido»
Amar sin «meta»
Amar sin «fin»
Sobre este complejo tripode descansa una posible transvaloracion del amor.
Rechazar los "fines incondicionados" (por otra parte, inalcanzables y nutrientes perpetuos del idealismo, la frustracion y, en consecuencua, del resentimiento amoroso). Por un ateleologismo amoroso. Deconstruir y desmontar -completa e impiadosamente- esa enfermedad moral y metafisica llamada "amor romantico".
Un poco de nihilismo tambien acude en esta direccion propuesta: en asuntos del amor de poco y nada vale esforzarse, apostar a la voluntad, pretender actuar desde una ficticia finalidad. Dos opciones: o se cae de cabeza en la negacion de la realidad, o se vive debilitado por el fracaso -frustracion. Ergo, nihilizar alli donde el amor se impuso como valor de una moral moralizante.
Inquietar el amor. Nunca apaciguarlo con los venenos asceticos y sus multiformes mascaras.
No aletargarse en el amor. Siempre navegarlo...
Si extendemos y aplicamos algunos de los pensares heidegerianos a la problemática del amor, estos parecerian proponernos que podemos habitar el amor “estando en camino”.
Be a wandering spirit...
Se trata entonces de una propuesta que podria denominarse tentativamente "amores en transito"? Serian estos amores refractarios de la quietud estanca? Cómo retraducir ese precepto vital que hace honor a la movilidad afectiva cuando el ideal de amor suele presentarse bajo el santo nombre de "permanencia"?
Cualquier idea romántica que presuponga que en el amor se progresa o se va hacia adelante en una especie de «proceso constructivo», e incluso todo discurso que adhiera al «objetivo del amor», no llega a nada autentico, ni tampoco alcanza nada (salvo sostener a fuerza de cegueras la infantil creencia que afirma la existencia de alguna finalidad espiritual-trascendente). Nada hay en el amor en el sentido de una realización pura de aquellos imposibles fines incondicionados con los que siempre se lo santifica. Nada, excepto la ilusion que cohesiona el magico universo de valores morales que apestan en el romanticismo.
Una perspectiva postmetafisica del amor es al mismo tiempo una visión realista del acto de amar. La singular potencia libertaria de amar solo brilla cuando es despojada de los bellos pero falsos discursos idealista-románticos. La potencia amatoria irradia mas potencia solo cuando el amar se aparta de la moral. Pero tal jugada antimetafisica y transvaloradora del amor no ha de transitarse sin la “angustia de la lucidez”. Free love has its price. Pero acaso no tiene un precio altisimo (degradante, enfermizo y sin dudas decadente) el pretender permanecer dentro de los marcos que fija el amor convencionalmente aceptado? Es que no es alto el costo de sostener extenuantes frustraciones a fin de mantenerse dentro de los esquemas prefijados para eso que se ha denominado "verdadero amor"?
Las expectativas en el amor siempre resultarán decepcionadas dentro de las convenciones morales. Estas proyectan, cuan sombras que viran generalmente a "sintomas dolorosos", ideales incumplibles, contrafacticos e irrealizables. El amor no es espiritualidad, ni asunto del alma. Ni siquiera de esa metafora llamada "corazon". El amor esta, es y reside en todo nuestro cuerpo... o no es amor. Cuando se dice que se ama desde el alma, se esta incurriendo en una apreciacion falsa (ademas de objetable por el solo hecho de dicotomizar nuestra subjetividad) pues somos radicalmente cuerpo, quimica, enlaces neuronales, e inmanencia. Para amar autenticamente sin marcos pre-establecidos hay que ser fuerte. Amo de Sí. Saberse libre. De lo contrario la debilidad sera caldo de cultivo para las pasiones tristes: se enferma de amor, se padece el amor, se "resiente" lo amoroso, terminando el circulo de autoengaño con una existencia pseudovivida en los limites de la propia celda afectiva.
Un amor postmetafisico tiene la obligacion de poner en estado de critica todo los elementos que la moral ha santificado como "buen amor". Pone en entredicho lo que se ha llamado "alma", cuestiona la entrega sacrificial, discute vivamente la residencia supuesta del amor en el "espiritu-corazon", acerca el zoom al tema de la ambivalencia, pone en duda la legitimidad de la antinomia duracion vs. instante, procura intercalar las razones del cuerpo para comprender mejor al amor como necesidad, recupera al egoismo erosionando la solidez aparente del amor como olvido de Sí, instala la pregunta por los placeres y destituye -con perdon de los deleuzianos- el hegemon del deseo como norte y guia en nuestras afinidades electivas. Por eso es que lo que sacramente bendice al amor con el aura de “Bien” se vuelve carente de sentido sin esa malla valorica que ofrecen las significaciones asociadas al mundo ultraterreno. No olvidemos que es a ese "otro mundo verdadero y espiritual" al que reporta sus acciones, razones y sentidos el discurso amoroso legitimado como "bueno". El buen amor destila cristianismo por todos sus poros...
En otro plano, buscar un «sentido del amor» que valga universalmente para la totalidad de los entes, es en si, un ejercicio logico absurdo. Desde el amor y sus incontables singularidades, cae derrotada brutalmente la aspiración a fijar universales válidos que engloben todas las experiencia erótico-afectivo-amorosas. Los supuestos “fines”, “sentidos” que buscamos hallar para nuestros amores son, sean cuales fueran, resultado de un engaño calmifico. Queremos tranquilizarnos? inventamos entonces algun justificante "para que" que relate las "razones" de amar. Pero en este punto las cosas se complican aun mas. Recordemos que Nietzsche mismo sostiene que “la vida ama el engaño”, que para estar vivo se necesita del engaño. La mentira es inherente al mantenimiento de la propia vida pues nos permite insistir (a traves de sus falaces justificaciones) en ese “quedarnos” en el mundo valorico que nos toco en suerte. La vida amorosa inautentica e infeliz tambien justifica sus razones de ser-estar-existir por mas ficticias que estas sean.
Actualmente, el telon del amor que viste en su funcion de gala al escenario moral, esta bordado de valores antepasados supremos... y roídos. Valores cohesionantes, indubitables, valores piadosamente tan mentirosos como necesarios, pero tambien valores en proceso de desgaste. Valores teleológicos moralizantes. Valores simbolicamente internalizados en nuestra subjetividad a través de los dispositivos de control de los cuerpos y disciplinamiento de los deseos (en este punto, me siento mas cerca de Foucault, una vez mas, que del pensamiento de Deleuze puesto que creo que una cartografia subjetiva que atienda a los placeres es mas trangresora y radicalmente mas subversiva que una subjetividad que se piensa organizada en terminos de sus limitados y precocidos deseos). Porque deseamos, y sin dudas el deseo es una motor poderosisimo- pero me temo que en asuntos de deseo quedamos mas adheridos a replicar "modelos deseantes". Dicho de otra forma, podemos desear siempre y cuando lo hagamos en los limites de nuestras aceptadas jaulas de opciones. Hasta para desear parecemos estar crucificados por la logica del "menu": hay siempre opciones, y limites por los que sentimos imposibles abrirnos hacia nuevos gustos y variaciones. Asi planteado, "debemos" amar y desear la durabilidad (por ejemplo) tanto como se nos dice "debemos" querer la sopa diaria: ambas resultan sanas e irreprochables a la hora de hacernos "bien". Los placeres, en cambio, son mucho mas reticulares, mas subversivos, menos explicables, mas hechos con la sustancia de nuestros cuerpos, de nuestros fluidos, de nuestros multiples síes identitarios. Amar desde el deseo puede -aunque no siempre- aportar a revisar los esquemas moralmente estrechos del amor romantico. Amar desde los placeres, es subir la apuesta deconstruccionista de los sentimientos, y acercarse un poco mas aun hacia una configuracion amatoria transvalorizadora.
Amar en clave post-metafisica implica comprender la plena e inexorable caducidad de los valores del amor romántico. Pero apoyar la cabeza en esta almohada inmoral no simpre es promesa de vivir bellos sueños. Tampoco se trata de un acto agotable en la mera intelección del problema. Amar “estando en devenir” no es una experiencia exenta de las desgarraduras corajudas que produce vivir en la verdad. Esta “nueva conciencia” del amor sin metafisica que lo ampare (si tomamos la expresion de Heidegger) altera todo, empezando por nosotros mismos. Habitar en esta verdad amorosa, afecta, altera, sacude, hiere la relación de cada uno consigo mismo, pero también el modo en que nos relacionamos con los otros, particularmente con nuestros seres amados. Pero si amar mas alla de la moral resulta por momentos una afección dolorosa es que, en realidad, estamos vivenciando una herida lúcida autoinfligida en la tela de nuestros espejismos más arcanos. La alteración-sacudimiento que impone tal lucidez es al mismo tiempo angustiante y aliviante, pues trae abismo al mismo tiempo que drena la “enfermedad dell´inteletto” (esa particular enfermedad coaccionante que nos ha limitado en nuestro deseos, que pone coto a la experimentacion de nuestras aphrodisias) dejando paso para que crezcan en nosotros las afirmaciones pasionales “alegres”.
Esta herida mortal al amor romantico comienza haciendo supurar su pus moral dolorosamente. Deconstruir las creencias que se han hecho encarnadura en el cuerpo y en nuestras representaciones, duele. Laceración nihilista que, sin embargo, abre la existencia hacia una desconocida dimensión ética de los deseos y los placeres. Esta estocada de muerte al amor como dominación internalizada en los cuerpos y los deseos, también trae la buena nueva de matar la pesadez del espíritu que ha sido atado a los preceptos del rebaño. Amar "como Dios manda" es jugar el juego de la doble moral, y si amar "normalmente" nos enferma (por empujarnos casi sin remedio a la pendiente del idealismo, el engaño romantico, a la irrealidad de ubicar al otro en la casilla de lo exclusivo y excluyente) entonces el amor esquivo de la norma es la luz que augura la promesa de convalescencia.
No puedo pensar al amor post-metafisico mas que como una vibrante clave en el camino hacia la superacion de nuestras decadentes mentiras esclavizantes.
Duele despojarse de los mitos y pseudopodos que emite esa configuracion moral llamada "amor romantico".
Duele mucho, duele tanto... pero aun asi, finalmente, nos cura de nuestro inautentico "andar a ciegas", protegiendonos en definitiva del peligro de caer en una resentida autocompasion afectiva.
Amar sin «sentido»
Amar sin «meta»
Amar sin «fin»
Amar!
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Amar sin «meta»
Amar sin «fin»
Sobre este complejo tripode descansa una posible transvaloracion del amor.
Rechazar los "fines incondicionados" (por otra parte, inalcanzables y nutrientes perpetuos del idealismo, la frustracion y, en consecuencua, del resentimiento amoroso). Por un ateleologismo amoroso. Deconstruir y desmontar -completa e impiadosamente- esa enfermedad moral y metafisica llamada "amor romantico".
Un poco de nihilismo tambien acude en esta direccion propuesta: en asuntos del amor de poco y nada vale esforzarse, apostar a la voluntad, pretender actuar desde una ficticia finalidad. Dos opciones: o se cae de cabeza en la negacion de la realidad, o se vive debilitado por el fracaso -frustracion. Ergo, nihilizar alli donde el amor se impuso como valor de una moral moralizante.
Inquietar el amor. Nunca apaciguarlo con los venenos asceticos y sus multiformes mascaras.
No aletargarse en el amor. Siempre navegarlo...
Si extendemos y aplicamos algunos de los pensares heidegerianos a la problemática del amor, estos parecerian proponernos que podemos habitar el amor “estando en camino”.
Be a wandering spirit...
Se trata entonces de una propuesta que podria denominarse tentativamente "amores en transito"? Serian estos amores refractarios de la quietud estanca? Cómo retraducir ese precepto vital que hace honor a la movilidad afectiva cuando el ideal de amor suele presentarse bajo el santo nombre de "permanencia"?
Cualquier idea romántica que presuponga que en el amor se progresa o se va hacia adelante en una especie de «proceso constructivo», e incluso todo discurso que adhiera al «objetivo del amor», no llega a nada autentico, ni tampoco alcanza nada (salvo sostener a fuerza de cegueras la infantil creencia que afirma la existencia de alguna finalidad espiritual-trascendente). Nada hay en el amor en el sentido de una realización pura de aquellos imposibles fines incondicionados con los que siempre se lo santifica. Nada, excepto la ilusion que cohesiona el magico universo de valores morales que apestan en el romanticismo.
Una perspectiva postmetafisica del amor es al mismo tiempo una visión realista del acto de amar. La singular potencia libertaria de amar solo brilla cuando es despojada de los bellos pero falsos discursos idealista-románticos. La potencia amatoria irradia mas potencia solo cuando el amar se aparta de la moral. Pero tal jugada antimetafisica y transvaloradora del amor no ha de transitarse sin la “angustia de la lucidez”. Free love has its price. Pero acaso no tiene un precio altisimo (degradante, enfermizo y sin dudas decadente) el pretender permanecer dentro de los marcos que fija el amor convencionalmente aceptado? Es que no es alto el costo de sostener extenuantes frustraciones a fin de mantenerse dentro de los esquemas prefijados para eso que se ha denominado "verdadero amor"?
Las expectativas en el amor siempre resultarán decepcionadas dentro de las convenciones morales. Estas proyectan, cuan sombras que viran generalmente a "sintomas dolorosos", ideales incumplibles, contrafacticos e irrealizables. El amor no es espiritualidad, ni asunto del alma. Ni siquiera de esa metafora llamada "corazon". El amor esta, es y reside en todo nuestro cuerpo... o no es amor. Cuando se dice que se ama desde el alma, se esta incurriendo en una apreciacion falsa (ademas de objetable por el solo hecho de dicotomizar nuestra subjetividad) pues somos radicalmente cuerpo, quimica, enlaces neuronales, e inmanencia. Para amar autenticamente sin marcos pre-establecidos hay que ser fuerte. Amo de Sí. Saberse libre. De lo contrario la debilidad sera caldo de cultivo para las pasiones tristes: se enferma de amor, se padece el amor, se "resiente" lo amoroso, terminando el circulo de autoengaño con una existencia pseudovivida en los limites de la propia celda afectiva.
Un amor postmetafisico tiene la obligacion de poner en estado de critica todo los elementos que la moral ha santificado como "buen amor". Pone en entredicho lo que se ha llamado "alma", cuestiona la entrega sacrificial, discute vivamente la residencia supuesta del amor en el "espiritu-corazon", acerca el zoom al tema de la ambivalencia, pone en duda la legitimidad de la antinomia duracion vs. instante, procura intercalar las razones del cuerpo para comprender mejor al amor como necesidad, recupera al egoismo erosionando la solidez aparente del amor como olvido de Sí, instala la pregunta por los placeres y destituye -con perdon de los deleuzianos- el hegemon del deseo como norte y guia en nuestras afinidades electivas. Por eso es que lo que sacramente bendice al amor con el aura de “Bien” se vuelve carente de sentido sin esa malla valorica que ofrecen las significaciones asociadas al mundo ultraterreno. No olvidemos que es a ese "otro mundo verdadero y espiritual" al que reporta sus acciones, razones y sentidos el discurso amoroso legitimado como "bueno". El buen amor destila cristianismo por todos sus poros...
En otro plano, buscar un «sentido del amor» que valga universalmente para la totalidad de los entes, es en si, un ejercicio logico absurdo. Desde el amor y sus incontables singularidades, cae derrotada brutalmente la aspiración a fijar universales válidos que engloben todas las experiencia erótico-afectivo-amorosas. Los supuestos “fines”, “sentidos” que buscamos hallar para nuestros amores son, sean cuales fueran, resultado de un engaño calmifico. Queremos tranquilizarnos? inventamos entonces algun justificante "para que" que relate las "razones" de amar. Pero en este punto las cosas se complican aun mas. Recordemos que Nietzsche mismo sostiene que “la vida ama el engaño”, que para estar vivo se necesita del engaño. La mentira es inherente al mantenimiento de la propia vida pues nos permite insistir (a traves de sus falaces justificaciones) en ese “quedarnos” en el mundo valorico que nos toco en suerte. La vida amorosa inautentica e infeliz tambien justifica sus razones de ser-estar-existir por mas ficticias que estas sean.
Actualmente, el telon del amor que viste en su funcion de gala al escenario moral, esta bordado de valores antepasados supremos... y roídos. Valores cohesionantes, indubitables, valores piadosamente tan mentirosos como necesarios, pero tambien valores en proceso de desgaste. Valores teleológicos moralizantes. Valores simbolicamente internalizados en nuestra subjetividad a través de los dispositivos de control de los cuerpos y disciplinamiento de los deseos (en este punto, me siento mas cerca de Foucault, una vez mas, que del pensamiento de Deleuze puesto que creo que una cartografia subjetiva que atienda a los placeres es mas trangresora y radicalmente mas subversiva que una subjetividad que se piensa organizada en terminos de sus limitados y precocidos deseos). Porque deseamos, y sin dudas el deseo es una motor poderosisimo- pero me temo que en asuntos de deseo quedamos mas adheridos a replicar "modelos deseantes". Dicho de otra forma, podemos desear siempre y cuando lo hagamos en los limites de nuestras aceptadas jaulas de opciones. Hasta para desear parecemos estar crucificados por la logica del "menu": hay siempre opciones, y limites por los que sentimos imposibles abrirnos hacia nuevos gustos y variaciones. Asi planteado, "debemos" amar y desear la durabilidad (por ejemplo) tanto como se nos dice "debemos" querer la sopa diaria: ambas resultan sanas e irreprochables a la hora de hacernos "bien". Los placeres, en cambio, son mucho mas reticulares, mas subversivos, menos explicables, mas hechos con la sustancia de nuestros cuerpos, de nuestros fluidos, de nuestros multiples síes identitarios. Amar desde el deseo puede -aunque no siempre- aportar a revisar los esquemas moralmente estrechos del amor romantico. Amar desde los placeres, es subir la apuesta deconstruccionista de los sentimientos, y acercarse un poco mas aun hacia una configuracion amatoria transvalorizadora.
Amar en clave post-metafisica implica comprender la plena e inexorable caducidad de los valores del amor romántico. Pero apoyar la cabeza en esta almohada inmoral no simpre es promesa de vivir bellos sueños. Tampoco se trata de un acto agotable en la mera intelección del problema. Amar “estando en devenir” no es una experiencia exenta de las desgarraduras corajudas que produce vivir en la verdad. Esta “nueva conciencia” del amor sin metafisica que lo ampare (si tomamos la expresion de Heidegger) altera todo, empezando por nosotros mismos. Habitar en esta verdad amorosa, afecta, altera, sacude, hiere la relación de cada uno consigo mismo, pero también el modo en que nos relacionamos con los otros, particularmente con nuestros seres amados. Pero si amar mas alla de la moral resulta por momentos una afección dolorosa es que, en realidad, estamos vivenciando una herida lúcida autoinfligida en la tela de nuestros espejismos más arcanos. La alteración-sacudimiento que impone tal lucidez es al mismo tiempo angustiante y aliviante, pues trae abismo al mismo tiempo que drena la “enfermedad dell´inteletto” (esa particular enfermedad coaccionante que nos ha limitado en nuestro deseos, que pone coto a la experimentacion de nuestras aphrodisias) dejando paso para que crezcan en nosotros las afirmaciones pasionales “alegres”.
Esta herida mortal al amor romantico comienza haciendo supurar su pus moral dolorosamente. Deconstruir las creencias que se han hecho encarnadura en el cuerpo y en nuestras representaciones, duele. Laceración nihilista que, sin embargo, abre la existencia hacia una desconocida dimensión ética de los deseos y los placeres. Esta estocada de muerte al amor como dominación internalizada en los cuerpos y los deseos, también trae la buena nueva de matar la pesadez del espíritu que ha sido atado a los preceptos del rebaño. Amar "como Dios manda" es jugar el juego de la doble moral, y si amar "normalmente" nos enferma (por empujarnos casi sin remedio a la pendiente del idealismo, el engaño romantico, a la irrealidad de ubicar al otro en la casilla de lo exclusivo y excluyente) entonces el amor esquivo de la norma es la luz que augura la promesa de convalescencia.
No puedo pensar al amor post-metafisico mas que como una vibrante clave en el camino hacia la superacion de nuestras decadentes mentiras esclavizantes.
Duele despojarse de los mitos y pseudopodos que emite esa configuracion moral llamada "amor romantico".
Duele mucho, duele tanto... pero aun asi, finalmente, nos cura de nuestro inautentico "andar a ciegas", protegiendonos en definitiva del peligro de caer en una resentida autocompasion afectiva.
Amar sin «sentido»
Amar sin «meta»
Amar sin «fin»
Amar!
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