¿Qué pretende aportar una doctrina hoy tan agrietada, oscurantista, retrasada y triste como el cristianismo, a través de este tipo de pregón-encíclica?
El cristianismo es una máquina imperfecta y desgastada que ha aportado y aporta al control social - “amaestramiento” de cuerpos y conciencias a fin de volverlos funcionales para los fines de conservación de ciertas estructuras a-céntricas de poder. El cristianismo es, desde ese punto de vista, un complejo mecanismo capaz de mantener las subjetividades en estado de rehenes. Una fábrica de captura que lleva dos milenios en marcha. No se trata de ir o no a la misa del domingo, pues las creencias que recicla y pregona entran y desovan de modo reticular en el funcionamiento de las principales (hoy, muy resquebrajadas también) instituciones sociales: la familia, el Estado, la escuela-educación, y los dispositivos de salud. Y todos transitamos por ellas. Si cabe la metáfora orgánica, algunos desarrollamos mejores anticuerpos ante las calamidades que este tipo de creencias nos imponen diariamente, no sin pagar costos, desde luego, pues toda resistencia requiere de un quantum de energía opositiva bastante alto y resistir es cosa de espíritus dotados fuertemente. Otros se resisten un poco sin lograr gran cosa más que terminar enfermando por no lograr la adecuada autoinmunización contra las porquerías por las terminan transando hora tras hora, año tras año. Y la gran e inmensa mayoría, vive en un estado de debilitación tal, que casi sin querer y/o a conciencia “necesita” de un stock de creencias más o menos fijas que los re-ligue con otros débiles, que le proponga un “programa”, que le presente en lo venidero del más allá o más acá una fábula salvacionista llamada “resurección”, “Estado proletario”, “Raza aria”, o cualquiera de los “cielos prometidos” disponibles y a mano para los diversos consumidores de ilusiones futuristas. Dentro de esta franja estarán los feligreses, los más críticos pero que no romperán filas jamás, los que se des-institucionalizan (dejan de ir a misa, rechazan parte del espectáculo) pero compran la “parcela” del Dios intimista y personal. En cualquier caso, es lo que Nietzsche llamaría esclavos de la moral, elijan el sub-grupo que elijan finalmente.
Pero vemos al marxismo, evocado por SS en su encíclica con dureza. El marxismo (si es que se me permite la “burrada” transitoria de englobar lo que en realidad son muchos y diversos marxismos), matando a Dios no avanzó en desterrar el parásito de la religiosidad. Ese fue su “pecado” pero también su paradojal condición para poder existir. Sólo ocupó el lugar institucional vacante que dejaba Dios y sus representantes, con otro tipo de religiosidad: la de la militancia. En ésta, el religarse cambio de espacialidad: la Iglesia por el comité. Suplantó personajes clave: al sacerdote por el dirigente político de la vanguardia. Pero se siguió dirigiendo a las masas hambrientas de ilusión y esperanza salvacionista. Con todo, debería pensarse al marxismo como un modo fallido y nacido para el fracaso al apuntar a “imposibles” tales como el ideal de justicia, de distribución, de igualdad en un mundo real que está sumido en las tensiones agónicas, en donde no somos todos iguales más que desde la visión “ideal” del derecho, y en donde los recursos son limitados y existen mal distribuidos casi naturalmente desde tiempos primigenios signados por luchas por el control de los mismos (sea que miremos edades arcaicas, sistemas de producción esclavistas, o cualquier modo de desarrollo del capitalismo). No todos somos iguales, no todos podemos tener lo mismo, no somos más que máquinas supervivientes egoístamente lanzadas a autoconservarnos. Una visión terrible, discutible, doliente, pero despojada hasta los huesos de realidades comprobables. El marxismo, en una visión piadosa y algo romántica, mucho más realista que la del cristianismo pero sin su carga metafísica, y valiéndose de la creencia en la transformación de las condiciones materiales de vida, cayó en la trampa de cazar delatores, traidores, opositores, etc. en una neoversión de los desmanes cristianos pero son fines hipotéticamente más justos. Lo que sí habría que reconocer, es que muchos de los que se sumaron a conciencia a las filas de a militancia, reconociendo su debilidad individual y su captura de conciencia en las garras del falsomundo capitalista-cristiano, “realmente” creyeron en la idea de la necesidad de unirse ante un enemigo y en el mejoramiento de las condiciones de vida terrenas a través de la tristemente famosa “toma el poder”. La intencionalidad del marxismo, del materialismo dialéctico como su doctrina, fue de un tono netamente más telúrico que el cristianismo, más cercano a pretender resolver de algún modo las humillaciones que las arbitrariedades del poder imponen sobre los cuerpos. Y sobretodo (en este punto hay algo que puede pensarse como un ateísmo imperfecto) fue un intento de no dejar la “chance de estar vivo” librada a nadie extra-terreste o meta-fisíco: Dios no los salvaría de las laceraciones del trabajo diario y de la alienación, había que pensar en un modo de salvación desde acá y con proyección en el acá del futuro. Claro que el programa socialista apuntó con armas equivocadas hacia objetivos, casi casi en su mayoría, imposibles de modificar. Podría decirse bastante más al respecto, pero esto es un blog y la idea es pensar sin hacer de ello un documento universitario ilegible y denso.
Volviendo al propio discurso cristiano, éste ofreció-ofrece siempre ha sido una fabulosa herramienta de consuelo psíquico-emocional ante la inminencia de nuestra frágil condición de “seres para la muerte” (al decir de Heidegger). Desde ese punto de vista, al ofrecer una solución ilusoria al morir, y con la angustia que esta inmodificable condición despierta en nosotros desde niños, nos enlazaba desde lo más frágil de nuestros temores infantiles. Ofreciendo la vida eterna, la posibilidad de redimirnos de nuestras faltas en el más allá, y por sobre todo, resolviendo el dolor desgarrante de perder a nuestros seres queridos sin poder volverlos a ver más (o que ellos nos pierdan a nosotros) era lógico que la doctrina “prendería” como un abrojo en los doloridos humanos concientes de que la cesación siempre llega. Y esto ya es bastante como para seguir ganando adeptos siglo tras siglo, pues compartimos con cualquier habitante de la antigüedad o del futuro la inquietud ante la muerte. El cristianismo -tal como lo hace cualquier religión monoteísta- al hacernos suponer que abrazándolo se sutura la irremediable sensación de sentirnos seres finitos, tenía garantizadas centurias dentro del imaginario social.
Pero además de ofrecer este “cuento” salvífico y reposante para nuestras inquietas vidas vividas como irremediables mortales, también utilizó su capacidad de hacerse una religión masiva para perpetrar crímenes y vejámenes a fin de conservar las ventajes de su dominio. Empuño la espada en las cruzadas, encendió hogueras contra la desobediencia de los paganos, mujeres y herejes, por nombrar algunos de sus más macabros… actos de amor???
Manipuló cuerpos y conciencias con la extorsión de la culpa, el pecado, el remordimiento, el castigo, o el infierno, entre otras construcciones sumamente eficaces para mantener a su ejército de débiles almas ovinas en estado de sumisión, obediencia, control y miedo. Devino rápidamente en una “máquina antideseante”, con un engranaje fino mezcla de discursos y prácticas reales con las que crear dolor, resentimiento, temor al cuerpo y sus emociones-pasiones. Lejos parece estar de estos notables efectos secundarios su pretensión de ser una religión basada en el “amor al prójimo” y la tolerancia. Escuchar a SS mencionar el amor me genera sensaciones vomitivas, realmente.
Si el sacerdote es una de las principales figuras en las puede condensarse el resentimiento, la mala conciencia y la falsedad hipócrita, los seguidores no lo son menos. En un perdido pueblito, el maestro de escuela (que reza todas las noches y se casó en la Iglesia del pueblo con la novia de la adolescencia) transmitirá lecciones de la doctrina de la compasión sufriente y el dolor del alma que se supera con la fe en el aulita a sus chicos, si es que no se enrola antes trágicamente en las inmundas filas del abusador infantil. El médico, ese que comulgó el domingo en misa de 7 aunque el viernes le metió los cuernos a su mujer con la colega el hospital (pero se confesó diez minutos antes de misa y rezó sus purgantes avesmarías antes de embocarse la hostia en la misma boca con la que rastreo oralmente el pubis de su amante), ese mismo médico mirará con la mirada de la severidad moral culpabilizante a la jovencita embarazada accidental y tontamente, esa que acude en ayuda luego de un aborto mal realizado. La Iglesia no es el Papa, sus purpúreas ratas que lo rodean, o sus oscuros clérigos. También lo son sus creyentes, quienes funcionan como pequeños replicantes sociales de las encíclicas a nivel microsocial: en el aula, en la escuela, en la sala del hospital, en la mesa familiar.
La capacidad replicante de los valores morales que propició y propicia el universo de preconceptos y valores católicos se filtra en todas las instituciones que diariamente nos moldean, por el sólo hecho de estar todos en estado de contacto necesario con aquellas: quien no ha ido al colegio, no se ha topado con un médico con prescripciones morales encubiertas de prescripciones farmacológicas, o no ha tenido una abuela-tía-vecina que mientras encendía alguna vela a su estatuita de yeso favorita y besaba al santito de la estampita del mes daba alguna “recomendación para la vida”. Visto así, SS está parcialmente en lo cierto: Jesús era un filósofo, y mi vecina… su discípula????!!!!! Existe comparación alguna entre mi abuela y Platón, dado que Jesús sería como una especie de super-Sócrates iluminado???!!!! Era mi vieja Tía-abuela Bernadette -con su rostro cerrado y enojoso, vestida con sus oscuras ropas, su rosario al cuello y su olor a naftalina- una seguidora filosófica que yo no llegué a ver nunca detrás de sus refunfuñamientos resentidos contra todo lo que coloridamente yo veía como “vida”??? Pero!!! Haberlo sabido antes que mi barrio era una gran escuela de discípulos filosóficos y la Iglesia no era un templo con frío mortuorio sino un espacio abierto al saber, a la verdad, a la investigación, a la belleza, a la exploración de los sentidos!!!!
Qué desfachatez la de SS, qué nueva muestra de hipocresía, que paroxismo de la ignorancia, qué humillante leer esta encíclica y saber que uno pertenece a la misma “especie” que el autor del aclamado público documento. Y ni hablar cuando uno pasa un rato por algún foro de algún periódico electrónico y ve esas especies de fellatios simbólicas colectivas, qué vergüenza ajena se siente!!!
Y bueno, este sujeto hace su movida de poder, nada nuevo bajo este sol, un sol que ya se ha ido de Bangkok. Anochece por hoy.
Me quedo pensando el problema que presenta la “voluntad de creer” que parecería estar delante, en medio y detrás de todo esto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario