David Gilmour - "Marooned"
(-abandonado-)
(-abandonado-)
y un lamento de Ariadna
"Digámoslo de una vez:
no se trata de evitar el dolor, porque el dolor es inevitable;
se trata de elegir las consecuencias."
Maurice Maeterlinck
no se trata de evitar el dolor, porque el dolor es inevitable;
se trata de elegir las consecuencias."
Maurice Maeterlinck
(Escritor francés, 1862-1949)
Recuerdo entre estos sonidos a Ariadna. Cómo no he de hacerlo...!
Ariadna, sola. Y más que sola, desolada.
Ariadna bajo un manto de lágrimas, escondida, minúscula. Una piedrita de sal.
Está agotada, extenuada, perdida. Cae dormida.
Una Ariadna empequeñecida por la tristeza, tras el desgarro que representa en su joven vida la incomprensible huída del héroe Teseo. Ariadna no se explica, no logra armar signos con lo poco que le ha quedado que no es mucho más que la sustancia salina de su desesperación.
Tampoco puede anticiparse a la bella contingencia que la espera en el destino futuro, cuando llegue danzando entre címbalos y flautas un divino Dionisos y le extienda su mano. No. No es tiempo todavía para la esperanza. No aún. No podría mover sus labios para intentar pronunciar siquiera "esperanza", no podría aunque se lo propusiera, como si el sentido apaciguante de imaginar algún futuro expectante hubiera partido también junto con las naves del muchacho ateniense. Por el momento sólo puede entregarse a la pena.
Ahora es cuando la devora una grisura insondable, una llaga oceánica que la espanta y a la vez posee. Abandonada en la isla de Naxos, preguntándose una y otra vez por imposibles respuestas, padece su pasión. Los navíos partieron, con su héroe abordo, y sin ella. Eso es lo único que puede repetirse en su mente. El único hecho que le consta y por el que sufre. Dolor infinito ante lo irreversible... Ariadna no sólo ha perdido a su hombre sino algo peor: siente que con Teseo se ha extraviado asimismo el don de la palabra. En efecto, no halla palabras. Tal vez no las hay ante ciertos abismos. Simplemente.
Y sin embargo, Ariadna se expresa.
Los sonidos lamentados de su garganta la expresan, dicen por ella. Lenguaje del llanto sobre el que debe por un tiempo aprender a armar sus armonías y notas. Música llorada.
Si Ariadna hubiera tenido una Fender Stratocaster y la partitura de este magnánimo tema de Pink Floyd compuesto por David Gilmour y Rick Wright, habría sacado de entre su desesperación la intención de tocar para sí misma este sublime lamento...
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