lunes, 20 de octubre de 2008

Linea de fuga (parte III) - Aun desear, desear la belleza de la fuga



Línea de fuga (parte III)


Aún desear, desear la belleza de la fuga




Los nómades están en el medio. No tienen historia solo tienen geografía.


Gilles Deleuze
Claire Parnet - “Diálogos”



Huída.

No la moralmente condenada como “cobardía”.
Una huída como el modo radical y estetizado de un habitar la libertad.
Huída más allá de la moral. Huída que no cesa en su voluntad de acercarnos a acontecer.

Fuga. Y la autenticidad del fugĕre, de permitirse trascurrir sobre la superficie de un alejamiento.
Desapartarse, así, sin más, de lo que promete “dejarse venir”

Puesta en movimiento del deseo y sus multicromaticas indeterminaciones.

Huída, o el otro nombre, como un re-origen ubiquo desde el que invencionarse.
Fuga en la que atraverse a destituir la enajenación en un Yo que se reduce a un apenas arrogante pronombre perplejo. Entrega a una decisión que nos decide antes de saber-razonar-conocer acerca de la exactitud teleológica a que nos conducirá eso impreciso ya decidido.

Fuga que bebe de ese exceso (o de ese… resto? residuo? fragmento? esquirla? ) algorico de un deseo. Impronunciable desear. Ausencia de decir bajo la falda arremolinada de la línea que nos fuga con ella. Silencio que danza el desorden de sus signos habituales.

Vacío que sonríe. Línea vacía que preserva la vida en la huída.

Finalmente, dejarse preñar de plenitudes devenidas líneas de fuga.



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sábado, 18 de octubre de 2008

Línea de fuga (parte II) - La huída como micropolítica del deseo



Línea de fuga (parte II)

La huída como micropolítica del deseo



…el deseo está precisamente en las líneas de fuga

Gilles Deleuze
“Deseo y placer”


Desde sus certezas, las instituciones “imponen”: sean las instituciones políticas u organizaciones laborales, las instituciones educativas o las mismísimas micro-organizaciones familiares, la institución del matrimonio o las configuraciones que se diseñen desde los tradicionales “lazos” de pareja. La dureza y molaridad desde la que operan las instituciones dadoras de sentido involucran diversos planos de coerción sobre cada uno de nosotros. Acatar los mandatos del orden implica siempre un dejarse sujetarse, permitir la sujeción -lo más literalmente posible “volverse sujeto”- a la ley, la regla, a los mandamientos, a los deberes, a los códices sean cuales fueran. De la buena cumplimentación de esta malla de obediencias diarias depende que el que podamos encajar en una exspectatĭo más amplia: la social, que nos remitirá sin titubeos a lo que se espera que suceda en nuestra existencia, al cómo, cuándo, dónde, porque, para qué, y hasta con quién.

¿Qué se espera que decodifiquemos desde los discursos del orden y sus instituciones testaferras? Pues se espera que podamos responder -como sea…- a toda una imposible serie de ideales de vida: aspirar a la meta del poco definible “éxito económico”, alcanzar cierto grado de educación formal, mantener a todo costo un esquema no muy móvil de “normalidad” relacional-vincular, reproducirse y dar origen a criaturas que sigan replicando en el futuro nuestras posiciones en el engranaje social, ser un correcto educador de los hijos fijando en ellos el sentido moral del Bien y el Mal, poseer y/o renovar un quantum tampoco demasiado definible de objetos materiales -casa, auto, electrónicos, vestimenta, etc.).


Frente a este exceso de certezas a las que hay que rendir culto a diario con el sudor de nuestras cadenas, el deseo es la única vía inesperada de desobediencia, invención, resistencia y salud.

Runaway!

Allí donde la maquinaria social binariza, aparece la obligación psicótica de escoger falsamente entre uno u otro término en el seno de la misma ficción:


adaptarse o fracasar
acatar o marginarse
tener o ser
cumplir o liberarse
detenerse o ponerse en movimiento
subir o caer
entrar o salir
disminuirse o expandirse
padecer o reaccionar
disecarse o amar
durar o existir


Infinita serie de ficciones. Ilusiones des-opresivas. Ilusiones acatadoras. Optar por uno de los polos es solo eso, mera opción, no acto de deseo. Mientras se opta, nada cambia aun bajo la máscara del cambio. Y encima, el binarismo siempre damnifica. Este soporte binarista que anida cancerosamente en las disyuntivas excluyentes en que tantas veces sentimos o creemos estar metidos, no es susceptible de ser comprendido o resuelto desde la magia dialéctica. No se trata de contradicciones “a resolver-superar”. A la mierda con Hegel (una vez más…)

Y aquí entran las líneas de fuga. Intempestivas. Bellas líneas hacia la huída en estado de deseo.

Runaway now to end your misery!

Son las líneas de fugas, las que casi sin esperarlo nosotros mismos, quiebran severamente la “voluntad binarizante” de estas falsas opciones que lo único que aseguran son la desvitalización y el descenso de nuestra potencia. Huir, en este contexto epistemológico, es el modo de comprender que cuando se compone una línea de fuga estamos ante la posibilidad revolucionariamente microfísica de un alzamiento, un amotinamiento, una sublevación del sujeto ante la estupidización y acobardamiento que resulta inevitable del seguimiento acrítico de los ideales disciplinadores. En la línea de fuga se desterritorializa al deseo. Quitándole los grilletes a éste se deshace la celda que mantenía cautivo a nuestro propio devenir potentes, se libera el reinicio de la alegría como pasión, se abre la instancia transfiguradora de crear, de hacernos otros. Autorepujarnos nuevos, más ágiles, más livianos, más en vuelo. Fugar, huir, y hacerlo desde la instancia de nuestros deseos es posibilitar un deshacernos de los esquemas dicotómicos opresivos. Fitzgerald llama a estas líneas de fuga “líneas de ruptura”, en otros sitios Deleuze se refiere a ellas sencillamente como “huída” recordando que no están fuera de la máquina-sistema, sino que forman parte de él. Un punto fundamental por señalar: teóricamente no se trata de desafiar al poder desde la línea de ruptura y la huída productora de deseo, no se trata de una suerte de “primero está el poder, luego la reacción-deseo-huida frente o contra él”. Se trata de recuperar el lugar primigenio y afirmativo de la plenitud deseante, único lugar desde el cual es posible poner en cuestión el tanatismo de las instituciones coercitivas y desafiar la capacidad del mal que emana desde el poder como dominación.


Para Deleuze-y Guattari hay el deseo, la línea de fuga. Lo activo de nuestra condición deseante es nuestra “Gran salud”, tal como la llama Nietzsche. El resto es enfermar, sufrir, debilitarse, desolarse en la grisura del resentimiento. Y justamente contra estas fuerzas ascendentes que constituyen nuestro suelo y habiente existencial, se emplazarán los devenires reactivos de la fuerza, arrastrando al sujeto a los laberintos del dolor resentido. Nuestro estado primigenio es el estado de disposición ascendente, de movimiento positivo y placentero, de fluencia afirmativa del que partirá más tarde todo el resto de lo que hagamos. Y por ello, lo que aparte a una fuerza de lo que ésta pueda (todo aquello que nos separe, nos inhiba, nos aleje, nos impida llegar al máximo de lo que podemos) será reactivo, descendente, tendiente a lo esclavo, y sencillamente esclavizante. Somos fuerza y positividad deseante. Somos en lo activo. Luego, sólo luego, en una especie de segundo tiempo (no se trata acá de una cronologización temporal lineal, sino apenas de un incómodo y provisorio modo de tratar de explicar esto de “qué es primero y qué es luego”) en un después de eterno retorno circular, estará la voluntad de domesticar, la dominación que debilita, el poder que bebe sangre débil de esclavos temblequeantes, la captura de nuestra potencia, la territorialización y rigidización, la reactividad triste y decadente. Es clave, desde una política de la subjetividad extramoral, resaltar que ése primigenio deseo afirmativo es lo que nos constituye, nuestra materia más cara.

Microscopic runaway lives. Tiny lives running for freedom.


Huir deshace el poder de cautividad que poseen las instituciones de control y sus modos subjetivizantes. Para Deleuze no son sino las líneas de fuga, las líneas de desterritorialización, nuestra capacidad de contrapoder y resistencia las que atraviesan una sociedad y en ese “atravesar” la definen como tal. No se define un socius por los rasgos que adopte su poder y sus carácterísticas de dominación, sino contrariamente, por los múltiples modos en que constantemente se está produciendo el deshacimiento de sus líneas duras, la quebradura intersticial de sus molaridades dominantes, la erosión de sus mal llamadas “normalidades”, la denudación de sus mentiras aceptadas y legitimadas, la puesta en cuestión de sus mandatos más sacros.


A life nomadic is life intense.
A life nomadic is ambiguous in itself. Contrasts. A life nomadic is led among spells.
Life, inhabitant of the desert. Inhabitant that dissolves the start
and the ends. And the Dead.

Las líneas de fuga permiten que encontremos nuestras propias puertas de salida del juego social, pero es bueno saber a la vez que no existe un “fuera de lo social”. Siempre se trata de entrada y salidas, de líneas de permiten invencionar rupturas, pero a las que siguen inevitables nuevas cristalizaciones. El orden sobrevendrá, más tarde o más temprano, aún si la línea de fuga es fuertemente subversiva respecto de lo valores. Pero a la vez, un nuevo desorden sobrevendrá a la vez, otra línea de fuga hará trizas la innovilidad que se impuso en lo cristalizado, y así, en un eterno retornar de lo mismo y lo otro, en un pulso en que las diferencias no cesan de abrirse y la identidad no cesa en su voluntad de cloture, se trama las basculaciones del devenir. Al respeto el propio Deleuze señala:


Pero hay toda una política que exige que esas líneas sean bloqueadas,
que se establezca un orden.



Afirmar la inmanencia de las líneas de fuga o del deseo respecto de "lo social", es poner en relieve la capacidad de romper las reglas que facilitan-posibilitan bajo su cínica complicidad que el poderío arbitrario siga arrogándose el derecho a imponer trayectos, exigir humillantes obediencias y en definitiva, ir matando la fluencia sin forma desde la que la vida misma se afirma como devenir. La huída es el movimiento que protege a nuestros deseos de ser vorazmente devorados por la arbitraria fuerza negativa del poder instituído.


The nomads, those wild midpoints, are always moving.
Running away.



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martes, 14 de octubre de 2008

Linea de fuga


Línea de fuga


Se escribe siempre para dar vida,
para liberar la vida allí donde está presa
para trazar líneas de fuga.

Gilles Deleuze
“Conversaciones”



Destrazar. Ese parece ser un primer verbo, una acción primordial al momento de pensar qué se quiere decir con la deleuziana expresión “línea de fuga.

Así, destrazar.

Destrazar destrazándose. Porque sucede que lo que hemos trazado se ha endurecido, entumecido, devenido jaula. Por eso la línea de fuga es un breakout, una liberación con todos los peligros y desafíos a que conlleve. Supone, además y desde ya, un caudal de incertidumbre asegurada.

Destrazar, romper un trazo. Liberar un modo de los signos que lo encarcelan y lo limitan en sus posibilidades de expansión. Destrazar como una ejercitación que pone en juego la creatividad de invencionar nuevos signos, otros. Destrazar también la (¿supuesta?) estabilidad que suponíamos tener hasta ahora entre los signos que reconocíamos -pese a los agobios y fatigas que suscitaban- nuestra “adorada” cotidianeidad.

Una línea de fuga es, por eso, un neotrazado, un intento, un probar, un sagrado restituir de la experimentación. ¿Si hay un “objetivo” en la línea de fuga? Si lo hubiera es ingéntito al momento de la fuga misma, titubeante, zigzagueante, impreciso, in-direccionado aún.


Devenirse en una línea de fuga es también un arte de tomar contacto con la finitud, con lo tanático. Fugarse es tactar cierta materia muerta: objetivos fenecidos, seguridades cadavéricas, ilusiones necrosadas, sedentarizaciones cementéricas. La materia muerta de un proyecto que también lo está obliga a marcar en nuestro mapa existencial los puntos muertos que han perdido en el presente un sentido vital (antes bien, ciertos puntos de referencia domesticos, usuales, normales, parecerían simplemente testimoniar sobre lo desvitalizado de cierta relacionalidad que persistimos en sostener pese a la abundancia de pruebas que dan cuenta de lo mortecino de ese modo vinculante que increíblemente insistimos en conservar). La línea de fuga es anti-conservadora. Lejos de hacer un culto a los frascos de cloroformo en que se hunden las existencias domesticadas, la línea de fuga atenta contra todo intento de conservar mientras nos deja mirar con una lente de aumento despiadada los ataúdes en que guardamos celosamente las tradiciones: llámese a estos cajones de pino de venta masiva y obligada familia, profesión, pareja, o matrimonio. Las líneas de fuga son delatoras impiadosas de las muertes entre las que insistimos en montar nuestras guaridas ilusorias.

Y por lo anterior, es un tomar distancia de lo desvitalizante.

Lineas de fuga como acercamiento a las manifestaciones -nunca simples sino altamente complejas y complicadas- de la vida.

Manifestarse en la fuga. Poner en visibilidad. Arrancar de las tinieblas lo que mata o enferma. Recuperarse en la fuga. Aun mientras se convalece, siempre resituar para el lado de la vida.

Abrir una línea de fuga es abrirse uno mismo. Manifestarse en la manifestación misma de un paso que huye. Paso que, por pequeño o difícil o impreciso que sea, siempre busca abrir un contacto hacia la salud. A sudden widespread


Ya no se trata de tolerar lo molar, lo mandatado, lo exigido normativamente, ni se trata ya de seguir las circulaciones obligadas (que lejos de facilitarnos la plenitud de un real “circular” nos detienen, nos fijan, nos desaniman a experimentar un verdadero andar), soportando los sentidos y valores impuestos. Líneas de fuga como un “ya no más…”. La línea de fuga nos reclama e interroga en el plano de lo molecular, lo deseante, la ingencia, la desatadura, el movimiento. Fugarse como un rescatarse. Siempre un rescate incondicional de la propia experimentación como valor inclaudicable en nuestra libertad.

Las líneas de fuga. O cómo apartar a tiempo las relaciones de dominación del territorio de nuestros deseos. Abrir un espacio, un plano de apartamiento que nos vuelva capaces y dignos de nuestro propio poderío y así declarar el estado de nulidad de nuestras decadentes capturas. La línea de fuga jaquea la lógica de la conquista, denunciando la ilegitimidad de la mordaza con que siempre meten miedo aquellos que usan-abusan-manipulan desde el discurso y las prácticas de dominación. En contraste con este estatuto desvitalizante en que se hunde la subjetividad cuando es absorbida por los mecanismos de control social-institucional-relacional (haciendo del cuerpo una sede de algo spinozianamente triste) la línea de fuga pone en relieve las relaciones de velocidad o lentitud. Un paso de los sólidos a la fluencia de los líquidos.

Líneas de fuga como agua, como río, como manantiales como arroyos: más lentos, más rápidos, arrolladoras o serenamente imperceptibles, pero en indudable movimiento. En impermanencia. Desbordando márgenes arbitrarios, amenazando cauces impuestos, desafiando trayectos. Haciendo mapa.

Contra la moral de clones, contra el calcamiento punto-por-punto de sujetos hechos en manada bajo la presión del moldeo (contra el “todos debemos responder por igual”, “todos debemos desear por igual”, “todos debemos obedecer por igual”, “todos debemos aspirar por igual”, e incluso el inconcebible “todo debemos morir por igual”), la ética de la línea de fuga: deshacer el calco, quemarlo, desbordarlo, arruinarlo activa y definitivamente.


Contra la monocronía moral del igualamiento y sus calcos, una ética heterócrona de la fuga haciendo mapa.



Busco entre palabras de Deleuze:


Siempre es posible deshacer los dualismos desde dentro
trazando las líneas de fuga que pasan entre los dos términos,
estrecho arroyo que no pertenece ni a uno ni a otro
sino que lo arrastra a los dos
en una evolución no paralela,
en un devenir heterocrono.




PD.: He vuelto. Nomadizada. Y aquí estoy, surfeando mis líneas de fuga en mi amada y esquizoide Buenos Aires.

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