viernes, 6 de marzo de 2009

Abnormal





Abnormal



There is a little abnormality,
but nothing that will stop me from playing.
It's nothing that will bother me emotionally.

Jiri Fischer




Foucault.

Tengo en mis manos un lindo libro sobre “Sir Michel”. Esta prologado por el gran Goyo Kaminsky. Se trata de “El yo minimalista y otras conversaciones”, una serie de entrevistas que tienen como protagonista a Michel Foucault y en donde tambien se incluye el tan citado “Deseo y placer” de Deleuze. Inmediatamente antes de este texto habia terminado de leer “Abnormal”, tambien de Foucault (sisi, estoy pasando por un periodo de sobredosis con mi querido pelado frances…)

Sigo creyendo que quien se precie de al menos intentar “Pensar”, no puede evitar hundirse en la compresion de todo aquello que Foucault indago, ya alguna vez, con el bisturi de su pluma y la tenacidad de sus interrogaciones: en que consiste el dominio de si; como impactan los procedimientos de verdad en nuestras vidas; de que se trata el poder y cuales son sus modos coactivos de producir subjetividades; que sentido tiene resistir y desarrollar contrapoderes; que es un “cuerpo” (en el sentido anatomoyfilosofico del mismo); en que consistiria un saber acerca de los placeres; como alcanzar una comprension mas acabada de los mecanismos de sujecion moral y social; y siempre (siempre) apuntarse a todo lo que tienda a una etica del cuidado de si.


Foucault.



Foucault piensa en la posibilidad de un poder que no degluta a la singularidad, que no normalice. Un poder tal que sea mas indigente en lo que hace a su voracidad por crear “criaturas similares”, existencias en serie, sujetos clonados por sus deseos prefabricados a medida de sus respectivas sociedades de control. Tal vez, en esa indigencia de totalitarismo del poder, existan mejores posibilidades para que los cuerpos se vuelvan capaces de deconstruir sus jaulas de jerarquias. Foucault desea (aunque el mismo deteste la palabra “deseo”) un placer que arrincone la disciplina y se abra a la pluralizacion de los gozos. Apuesta a vinculos sexuales nonatos, aun impensados, vinculos respetuosos de la insularidad solar de cada ser pero a la vez, mas conectivos con los placeres de aquellos que se involucren en un lazo. El caso es que, temo, que para alcanzar todo –o al menos, parte de esto- hay que ser algo… abnormal?

Ya no se trata de ser “diferente”, o singular, o rescatar la “unicidad” de cada ser. Para resistir a la jaula coactiva del poder hay que habitar cierta abnormality (vale destacar que la psiquiatria, desde 1840 y hasta casi fines del siglo XIX se encargo de autoorganizarse como corpus teorico y describir las “anormalidades”, a punto tal de poder definir a esta disciplina como una verdadera “tecnologia de la anormalidad”). Hubo que esperar hasta la llegada de Freud para desenmascarar esta concepcion psicopatologizante y criminalistica de lo anormal. A partir de lo elucidado por el viejo hacedor del psicoanalisis, se pudo comenzar a pensar en la inmensa cantidad de elementos psicopatologicos que hay a diario en la vida de cualquiera. El austriaco se encargo de dejar bien en claro a lo largo de su vasta obra, que no hay sujetos normales, ni familias normales, ni parejas normales, ni lazos vinculares normales, ni psique normal. Amigos, la normalidad es una ilusion mas, un idolo mas por derribar surgido de las entrañas del racionalismo moral.

Pero senalar la desnudez escandalosamente incandescente de lo real como algo plagado de “anormalidad”, es cuanto menos, molesto, incomodo. Y desde luego, tambien es… inquietante.


Saberse abnormal supone cuatro posibilidades resolutivas:

a) Distraerse del asunto y abocar todo esfuerzo a ajustarse a las normalidades y adaptaciones necesarias para sobrevivir socialmente incluido.

b) Desesperarse por no poder seguir a pie juntillas el item a)

c) Profundizar los aspectos mas tenebrosos y oscuros de nuestra abnormality a punto tal de empujarla hacia lo monstruoso, lo temible, lo mortalmente desestabilizante. Esta opcion es la que rapidamente controlan las instituciones represivo y/o punitivas como el sistema criminalistico-carcelario y la hospitalizacion-medicalizacion psiquatrica.

d) Darse por enterado de que aquello que en nuestras vidas “no se deja ajustar” es un signo de salud que se presenta con el rostro de la molestia, la enfermedad, el dolor, la infelicidad, y… empezar a Pensar al respecto. Asi, con mayusculas.



Indudablemente, eso de pensar e-x-a-c-t-a-m-e-n-t-e que es lo que implicaria afirmar que somos estructuralmente abnormal beings es un desafio no apto para cualquiera. La gran mayoria intenta –dolorosamente, casi siempre- entrar como sea en el cumplimiento de la opcion a). Pero quien resuelve pensar en su propia incapacidad para “volverse normal” es alguien que, sencillamente, no puede hacer otra cosa. Porque –como decia Deleuze en su texto sobre Proust y en el tan citado “Diferencia y Repeticion”- se piensa porque “se es forzado” a hacerlo, porque algo de nuestro “ahi” clama, nos reclama, nos pide pasaje en la existencia exigiendonos con ello el precio de deshacer(-nos) lo que “no cierra” en ese “ahi”. Algo de nuestro acontecer como sujetos insiste en ser rehecho en un nuevo “ahi”. Algo pide un nicho donde morir y al mismo tiempo un nido donde renacer. Ese “ahí alterno” dibujara asi sus primigenios contornos en la tejeduria de nuestro silente y constante pensamiento. De ese forzamiento que es el duro acto de pensar, derivan imprevistas formas, raras respuestas que solo se tornaran armonicas en nuevos “ahies”. El malestar que nos invade por nuestros desajustes respecto de incumplir con lo “normalizado” pone en jaque la consistencia de nuestra subjetividad. Pensar en tales “anormalidades-desadaptaciones” respecto de lo mandatado social y moralmente, puede ser un proceso duro tal como lo es una enfermedad para la carne. Pero luego, si autenticamente libres nos atrevemos a convalecer de modo pensante respecto de aquello que nuestra “desadaptacion” nos advertia, devendran nuevas combinaciones existenciales, se iran estableciendo minimas o bruscas diferencias de estado en relación a los viejos estados que conocíamos-viviamos y en los cuales nos situábamos dolidamente como sujetos funcionales al poder uniformante. Convalecentia. Una palabra para sintetizar ese desapegarse de los sintomas, salir de la borrosidad, abrir una linea de fuga de la sensacion de “fuera de foco”. Reconfigurarse. Y entonces, reconquistarse a si mismo, pero ahora, en la libertad de ir siendo otro. El arduo trabajo del pensamiento acompaña durante el convalecer pues es solo pensando como transfiguramos los signos del padecer en signos de otras posibilidades mas sanas. Pensando nos adentramos en esos estados sensibles, tan invisibles para los otros como indecibles o balbuceantes resultan incluso para uno mismo. Pensar es una potencia reparadora que resta poder aniquilatorio a la sensacion de anormalidad.


En una entrevista de 1977 Foucault decia:

"siempre hay dentro de nosotros un algo que combate a otro algo".

Certo, certissimo…


Unos años antes, volviendo de los EEUU, habia señalado en la misma direccion: "Se trata de escapar a todo eso", decia, “es necesario inventar con el cuerpo -con sus elementos, sus superficies, sus volúmenes, sus honduras- un erotismo no disciplinario: el de un cuerpo, sumergido en un estado difuso y volátil gracias a encuentros casuales y placeres incalculables".

Yo suelo llamar a esto “disponibilidad para lo multiple

Pero para experimentar esa intensidad corporal, esa intensificacion erogena de un cuerpo que se indiscipline respecto de sus ataduras y “modos organizados” de sí mismo , para vivir de acuerdo a esa multiplicacion de experiencias sin calculo ni mesura, hay que ubicarse (y vuelvo al punto de partida) hay que “bancarse” habitar una posicion existencial abnormal.

Esta postura foucaultiana respecto de desenjaularse de las propias microdictaduras por las cuales nuestro cuerpo sufre la (imposible) exigencia de ser “normal” se encuentra en las antipodas del esquema relacional de Sade. En Sade, el placer lleva a la paradojal destruccion del otro (paradojal, porque si el otro sucumbe, desaparece junto con el la posibilidad de seguir teniendo a “que-quien” hacer jugar el juego del sufrir), arrastra hacia el dolor como inexorable aliado del goce, conduce a la crueldad y a las variadas formas que asume la muerte. Por su parte, y en oposicion a esta postura de goce sadiana, Foucault y filosofos como Julien La Mettrie apuestan a experiencias compositivas que celebran al otro en clave etico-hedonista. El otro me da placer sin voluntad de danmificarme, lo cual lleva a una experiencia positivizante que respeta y alienta el erotismo solar de los involucrados, erotismo exhuberante, festivo, alegre, reciprocamente vitalizante. Ese bello hedonista disoluto y feliz epicureo que fue Julien Offroy de La Mettrie -un desacatado e increible sujeto que fue medico y vivio como contemporaneo de Kant - nos lego sus pensamientos teologicos y filosoficos (obviamente, radicalmente materialistas), sus razones ferreamente ateas, y una biografia libertina que lo llevo a estar exiliado varias veces por el ejercicio inaceptable de estas "virtudes subjetivas" durante el siglo XVIII. La Mettrie resume su estetica del placer en uno de sus escritos, “El arte de gozar” (desafortunadamente, y como no podia ser de otro modo, varios de sus libros eran tan poiticamente incorrectos que no tuvieron otro destino mas que ir a parar a la hoguera francesa). En este curioso texto antecitado, La Mettrie plantea estos sus principios anti-sadicos:


"Placer, Maestro soberano de los hombres y de los dioses, ante quien todo se desvanece, incluida la propia razón, sabes cuánto mi corazón te adora, y todos los sacrificios que te ha dispensado. Ignoro si mereceré ser partícipe de los elogios que te concedo; pero me creería indigno de ti, si no me preocupara por asegurarme tu presencia, y por darme cuenta a mí mismo de todos tus favores. (...) Sigamos por doquier al voluptuoso, en sus discursos, en sus paseos, en sus lecturas, en sus pensamientos... Distingue la voluptuosidad del placer, como el olor de la flor que lo exhala, o el sonido del instrumento que lo produce. Define la orgía, un exceso de placer mal administrado, y la voluptuosidad, el espíritu y la quintaesencia del placer, el arte de usarlo con moderación, de conducirlo mediante la razón, de disfrutarlo por el sentimiento. ¿Es culpa suya, acaso, si se tienen más deseos que necesidades? Es verdad que el placer se parece a la esencia aromática de las plantas; de la cual uno se toma tanto como se inspira. Es por esta razón por lo que veis al voluptuoso escuchar atentamente la voz secreta de sus sentidos dilatados y abiertos: él, para mejor oír el placer, para mejor recibirlo, ellos. Pero si no le son los adecuados, no los excita: perdería la perspectiva de su arte, la sabiduría de los placeres".



Para vivir de acuerdo a tales principios hedonicos, es imperativo, en primera instancia, prestigiar nuestras diferencias desadaptativas pensando acerca de ellas. No silenciandolas, ni ignorandolas, ni desoyendo sus sintomaticos modos de expresarse. Desacobardarse de la comodidad quejosa que siempre brinda el dolor resentido y ajercer la libertad de pensar en y por si mismo.

Y luego si, cuando la tarea del pensar aparta el costado sintomatico de la normatizacion imposible, se trata de disponer en el mayor grado de autonomia que podamos, de todo nuestro potencial festivo a fin de honrar nuestro caracter abnormal.



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