martes, 22 de diciembre de 2009

Ser lo que no tiene nombre




Ser lo que no tiene nombre







"Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos."


José Saramago



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De la necesidad (vital) de la ceguera...





De la necesidad (vital) de la ceguera...



«A veces necesitamos la ceguera y debemos permitir que ciertos errores y artículos de fe permanezcan intactos en nosotros mientras nos mantengan en vida.»


Friedrich Nietzsche



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lunes, 21 de diciembre de 2009

El sentido del amor: dar significado, exigir juramento…





El sentido del amor:

dar significado, exigir juramento…




"Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos,
ciegos que ven,
ciegos que, viendo, no ven."

José Saramago




No basta con que dos se dispongan de mutuo acuerdo a entregarse a los goces de Eros. En las cuestiones erótico-amatorias algo del pacto que alli se va tejiendo siempre parece ir “por más”…

En principio veamos la cuestión del sentido y significado que el amante “espera” sea otorgado por su amado.

El pacto de amor requiere que ambos partícipes concuerden en el sentido de “eso” de la “cosa” en que están involucrados. Pero como bien podemos anticipar, tal coincidencia de sentidos entre amante-amado no siempre acontece.

En principio, suponiendo que la mejor situación posible sería la de que ambos compartieran el sentido del pacto erótico en que se han implicado, tampoco esa “significacion unificada” ideal entre amado-amante pone un punto final y feliz a eso de sellar un pacto. Muy por el contrario: aún cuando ambos amantes se entreguen auténticamente por igual en la relación de amor, dijimos, siempre “se va por más”. El amor es también un animal omnívoro…

Iremos intercalando aquí algunas ideas de Jean-Luc Marion al respecto (Marion, Jean-Luc. El fenómeno erótico – Seis meditaciones. Ediciones literales, El cuenco de plata. Buenos Aires, 2005. Trad. Silvio Mattoni).



“La significación del otro se da por el contrario sin que nunca se vuelva una cosa disponible, sino en la medida que accede a abandonarse, en la medida en que se da cuando puede no darse. El otro se da diciendo que se da, como si se diera, y en tanto que puede no darse. El otro no puede dar su significación por sí mismo más que diciéndome, con palabras o en silencio, “aquí estoy yo, tu significación” no sólo en el tiempo, sino por un tiempo que me fija –por ende un tiempo sin demora, sin restricción ni límites asignables. La significación sólo se impone si se da sin prever que sea recogida, por lo tanto se da entregándose sin condición ni devolución ni prescripción. “¡Aquí estoy!” sólo le brinda una significación a mi intuición erótica atreviéndose a querer darse sin reservas, sin retorno –para siempre.”



Como podemos notar, el sentido y significación que se produce ante el implicamiento erótico-amoroso entre dos seres nunca es algo que se encuentre al alcance de la mano. El “sentido” que le atribuimos a un lazo erótico jamás es algo que está allí, disponible. Más bien podríamos decir que eso de “qué quiere decir para ti estar aquí gozando de este amor”, esa expectativa de sentido, puede tomar al menos cuatro modos de expresividad diferentes todos correspondientes a los esquemas tradicionales del amor:


1- El amante y el amado coinciden en dar un sentido-significado común a la experiencia erótico-amorosa que están vivenciando. En este caso estamos ante lo que Marion llama “significación unificada” (ya la analizaremos más a fondo, pues en verdad, pese a que suena como la opción más prometedora de felicidad, se las trae en términos de exigencias morales y de efectos de ilusionismo…).

2- El amado queda desbordado por la expectativa que el amante le precipita ante ese requerimiento o interrogación explícita o implícita acerca del sentido que tendría para él/ella dicha experiencia erótico-amorosa. El amado responde con la perplejidad, y el silencio. Se queda mudo, sin palabras. Como sea, queda claro que el sentido y significación que el amante esperaba oir no “vuelve” de boca del amado, no se produce esa expectativa de coincidencia en la significación.

3- El amado miente. Esto es, juega el juego de la inautenticidad conveniente. Dicho de otra forma: “dice” compartir la significación común con el amante, pero no es así. Digamos que se trata de un acto de engaño: el amado ajusta “medios a fines”. El amado no quiere renunciar a los beneficios de esa experiencia (llamese beneficios a tener buen sexo, sentirse acompañado, obtener bienes materiales, tolerar mejor la soledad, etc.) pero no quiere ser franco y decirle al/la amante que no comparte su sentido-significación dada a la experiencia pues supone anticipadamente (y tal vez, correctamente) que su amante se retiraría de la experiencia, perdiendo así el amado esos “beneficios” que tal relación le produce. Hay un cálculo de costo-beneficio en este “mentir” una significación compartida inexistente. El engaño de mentir un sentido que no es cierto hacia el amante, haciendole sentir a este último que se está compartiendo un significado común para la experiencia erótico-amorosa no suele tener buen final, aunque puede perdurar en el tiempo por un largo período dependiendo de “las artes de encantamiento” que el amado posea para mantener al amante en situación de ilusion compartida ficticia.

4- El amado es honesto y expresa que no comparte una significación común con el amante. Pese a ser una opción vivida de un modo más o menos doloroso por el expectante amante que aguardaba por esa ilusionante “significación unificadora”, generalmente en esta configuración hay una disyunción por la que optar: o resulta intolerable que el otro “no me ame ya-ahora-concidentemente” y la experienca se disuelve; o bien el amante decide esperar, dar un tiempo al amado para que tal vez pueda entregarse a ese sentido compartido que aún no siente dando paso a la “significación esperanzada” ("no me ama –aún- pero ya lo hará con el tiempo”). El amante se vuelve un “Ser de la fe”. Cree en un milagro de amor a futuro. Apuesta a construir lo que no se ha dado espontáneamente. Desde ya, nada garantiza que tal fe en la futura significación amorosa compartida se vaya a producir, siendo que si efectivamente nunca se produjera, el amante vivirá ese tiempo esperanzado de la espera como un tiempo perdido que no tardará en ser reprochado resentidamente al amado que no pudo entonces ofrecer nunca ese sentido por el que tanto apostó el amante creyente.




Como se puede observar, alcanzar ese “significación unificada” es casi, casi, una rareza estadística. Sucede. Sí, afortunadamente!!!! Pero no encontramos “a la vuelta de la esquina” a ese ser con quien arrojarnos en común a las miles de Eros con un sentido amoroso común, proyectivo, mutuamente compartido y potenciador. Y también discutiremos más sobre el final de este post las diferencias de pensar en una “significación unificada” propia de los modos tradicionales de concebir el amor, o qué sucede cuando se producen dos “significaciones autónomas cruzadas” que rompen los esquemas clásicos de entender la relación entre amantes.


Ahora sigamos la ruta propuesta por Marion, y veamos que acontece en caso de que, efectivamente, los dioses favorezcan los dados de la tirada erótica y –por Zeuz!!!- ambos egos acuerden en el significado erótico-amoroso:



“El otro no solamente debe entonces decirme “¡Aquí estoy!” en el momento, también debe prometerlo para todo momento venidero. No debe decirme la significación, debe prometérmela. La significación, la única que le permite a mi intuición que haga aparecer el fenómeno del otro para mí, surge como un juramento –o sigue faltando.”


Dijimos en el inicio de este post: nunca nada es suficiente en el amor. Siempre quien ama va por más…

Teníamos (rareza estadística mediante) el casi milagro erótico-neuroquímico-psíquico-existencial de que un otro y un yo (o digamos, dos egos) se entreguen en forma maravillosa y mágicamente en común a significar de igual modo una experiencia amatoria. Deberíamos darnos por satisfechos con tal magnificencia de los sentidos, con tal chance de potenciarse desde las spinozianas pasiones alegres… pero no. Queremos un poco más. Siempre. El amor es un fenómeno que no escapa a las regla de ambición. Más…

Entonces deseamos no solamente que nos deseeen, sino tambien que el otro decodifique la expectativa de sentido de lo que estamos viviendo de manera similar.

Pero también recordemos que ese “abandonarse” común al amar es ante todo un “dar”. Nos damos al otro en la medida en que el otro asimismo se da. Esta “dación” que se espera sea mutua no es cualquier clase de “darse”: necesitamos del otro que “nos diga” e-fec-ti-va-men-te que se está dando. Queremos su abandonarse, su entrega, pero no nos basta con el registro fantástico que los sentidos puedan aportarnos en ese goce, también deseamos que nos diga, con palabras de diccionario, bajo la forma del lenguaje hablado, que sí, que se está dando. Requerimos así, no solo la “significación unificadora” sino que esa significación sea dicha, sea verbalizada, sea apalabrada.

Y me detengo un poquito en esto de “apalabrada”.

La significación coincidente que espero del amado “debe” ser dicha, puesta en palabras. Pedimos al otro que apalabre –metafóricamente- lo sentido en común. Queremos los signos linguísticos que nos ratifiquen esa “comunidad” de sentido que estamos compartiendo con el amado. Somos animales del lenguaje, tenemos siempre esa hambruna suplementaria por la palabra hablada. Los poetas han llenado versos y versos con este exigente “dímelo…”, y también las cartas de amor, las canciones alusivas a la lírica del amor.

Ahora bien, supongamos que la siguiente tirada de los dioses sigue siendo favorable y que los dones de Afrodita siguen siéndonos ofrecidos. Supongamos que el amado “habla”, “palabrea” lo sentido por sus sentidos y lo hace auténticamente, y además nos ofrece la ratificación desde el lenguaje hablado:

“Heme aquí,
te soy dado
enteramente
al igual que tú te das
y soy yo
exactamente

ese mismo amor que tú esperas
que tú sientes
que tú significas”.



El asunto de las solicitudes no termina, ni poéticamente ni aca.
En esta dación que el amado me ratifica con su decir debe haber, también, una referencia a cierta temporalidad… infantil, casi: me amas y te amo sin demoras, ahora y aquí, pero también me amarás sin restricciones de tiempo, sin calendarios, me amas y me amarás ilimitadamente. Ilusión perenne? Sí. Demanda infantil de amor incondicional? Algo de eso tambien. Desde luego que se trata de una ilusión que toma la forma de una demanda. No es sólo el “dímelo” que destacáramos más arriba, es un tipo de “dímelo”: es “dímelo para siempre”.

Ahora ya no se trata sólo de un poner en signos del habla esa significación de amor común, de “apalabrar” en el sentido de transcribir lo sentido en signos del habla al oído del amante. Ahora estamos frente a un “apalabrar” en otra acepción del mismo verbo: el amante quiere que el amado comprometa su “palabra”, prometa, juramente de algún modo que esto mágico, sublime que es esa significación de amor compartida sea garantizada venideramente en forma indeterminada. El “dímelo por siempre” es solicitado bajo la forma de una promesa.



Paremos acá.
Empecemos a desenmascarar los filos peligrosos de este complejo anudamiento de solicitudes. Para comenzar, digamos que estamos ante una lógica imaginaria jugada en varios planos simultáneos:


-Esperamos que otro ser, otro ego diferente de mí mismo, posea una idéntica decodificación de una experiencia que sensorialmente es vivida desde dos cuerpos también diferentes y por ende, disímiles a la hora de transformar esas sensaciones eróticas y afectivas en representaciones-sentidos-significados. Si lo que significamos es más o menos común, lo es porque compartimos el vasto y a la vez restrictivo universo de los signos linguísticos que también más o menos (léase, desajustadamente) transcriben los sentires en palabras compartidas. De allí a expectar que dos egos diferentes “unifiquen” lo que significa para ellos de manera calcada una experiencia somática y emocional tan intensa como lo son las de tipo erótico-amorosas, estamos un poco lejos. La llamada “significación unificada” es una ilusión de sentido compartida vía la ficción de las palabras y los conceptos.

-Aún suponiendo que tanto amante como amado sientan algo intenso del orden del amor y el erotismo, lo que sí podrán ofrecerse auténticamente son significaciones cruzadas similares, pero nunca únicas, ni comunes, ni acoplables por identidad. Cada ego, entregado en una experiencia que sí les es común (lo no común es lo que se transcribe psíquicamente como representación dada a esa experiencia compartida) aportará la ilusión de la promesa, pero lo juramentado estará siempra basada en dos significaciones co-dependientes diferentes que ambos desean intercambiar, cruzar, intercalar.

-El amor no es un fenómeno que borre la diferencia entre dos seres, incluso hasta cuando esos dos seres se hallan en una “divina” experimentación amatoria intensificante y potentísima común, el sentido que den a lo vivido será singular. Sólo la ilusión de la palabra es lo que hace que esa experiencia nos parezca igualmente significable… y tal vez por esto mismo es que con tanto afán pedimos la verbalización del amor al amado!!! Es nuestro modo ilusorio e inconciente de crear una consistencia de sentido en una experiencia que dos egos siempre vivirán desde la autonomía de sus cuerpos, de sus mentes, de sus fantasmas, de sus historias singularísimas…

-El “dímelo”, esa exigencia de palabra, sutura cualquier diferencia, cualquier espacio de significación disímil que pueda haber entre el sentido que le atribuye a la misma experiencia el amante y el sentido que le atribuye el amado. Si ambos dicen “Te amo”, aparece entonces una designacion válida y obligatoria compartida humanamente que todos acordamos conceptualizar bajo la palabra “Amor”. El lenguaje “conjuga”, nos “cohesiona” con lo que una cultura y una sociedad entiende-impone-legitima como amor. Y el mismo lenguaje nos conjugará y cohesionará micropolíticamente con ese particular ser amado a traves de designaciones comunes. Y lo común me aporta un sentido compartido tranquilizador (“Tú y yo, ambos estamos sintiendo lo mismo”). La palabra tranquiliza vía la eliminación de esas rugosidades incómodas que son, nada más y nada menos, que las diferencias de sentido que el otro vivencia estando en la misma situación. Ese “te amo” borra súbitamente cualquier distancia de sentido que el amante o el amado posean acerca de su decodificación singular de la experiencia. “Te amo” es una verdad, pero es una verdad agradable en la medida que elimine lo diferente de ese “amar” y prepondere las semejanzas de sentido.


Producción de una doble ilusión?
Entre la designación (el “te amo”) y la “cosa” (la experiencia erótico-amorosa) no hay total concordancia. Las palabras son meras convenciones que simplifican los intercambios entre humanos, o los complican cuando nos damos cuenta de que la relación entre las palabra=designatum y las cosas no es unidireccional ni hay certezas en las designaciones ni hay cerrada correspondencia entre lo dicho y el fenómeno a que se alude.
La adaequatio que creemos oir en ese “Te amo” que deseamos sea el de un “te amo tal y como tú me amas a mí” es tan falaz como ciega a las diferencias de sentido. Y eso, señores, es liso y llano bálsamo ilusorio. Deseamos ser amados, pero bajo un patrón de identidad especular, y para creernos que eso sea posible el lenguaje nos viene de maravillas con sus ofrendas de correspondencias de sentido que nunca son tales. La designación “te amo” sólo cubre un muy limitado campo de sentidos compartido que nos resultarán suficiente si lo que queremos es la tranquilidad de un amor en espejo, inauténtico, pero garante de una igualdad de sentimientos y sentidos… ficticios.

El otro nunca se encuentra en condiciones de cubrir con su decir “te amo” el ancho campo de sensaciones, sentidos, deseos, miedos, esperanzas, temores, voluptuosidades, límites y torrentes emocionales que la experiencia erótico-amorosa le produce. En este sentido, ese “decir” del amor, ese “te amo” que a viva voz necesitamos oir del otro no es más que un empobrecimiento que el amado nos ofrecerá si lo comparamos con la magnitud de resonancias que la experiencia en sí misma le produce. Pero dado que somos hijos/as de la ceguera y el sosiego, buscamos y preferimos ese empobreciemiento en el que, al menos por un rato, abrazamos la tranquilidad de una identidad significatoria.

Los poco audaces –las mayorías…- se ahorran el vértigo de amar de cara a las diferencias y se paralizan de solo pensar por un segundo como sería eso de entregarse a una ética del deseo, un modo de significar estas experiencias intensas de la subjetividad como desafío tal que preserve la distancia y ponga a resgusrdo el valor de la autonomía personal. Prefieren, en cambio, el resentimiento que más tarde o más temprano aperece como consecuencia de vivir en la ilusión, la inautenticidad, y los efectos devastadores de una lógica hecha a medida de ciegos. .


Pero Marion nos abre aca, una otra perspectiva para vivenciar-decodificar el fenómeno erótico sin caer en esta tan poderosa trampa de las ilusiones, la identidad ficticia de sentires y las falsas ideas de significación compartida molarmente entre amante-amado:


“El fenómeno erótico consistirá, en cambio, en la significación única a la que van a adherirse dos intuiciones –porque cada uno de los ego le asegura por juramento al otro una significación única (...) ambos egos se realizan como amantes y hacen que aparezcan mutuamente sus fenómenos respectivos, aunque no por cierto conforme a una lógica imaginaria y unificadora- intercambiando o compartiendo una intuición común- que aboliría la distancia entre ambos, sino asegurándose recíprocamente una significación que viene desde otro lugar –prestándose al juego de un intercambio cruzado de significaciones, consagrando así decididamente la distancia en ellos.”


Quizá, sólo por convención deberíamos conservar la expresión dicotómica “amante-amado” pues desde el planteo de Marion, ambos se realizan como “amantes”, preservando la singularidad de lo que significa para cada uno de ellos ese “sentir amoroso” que no será ni calcado ni coincidente, sino libertariamente propio y transversalizado por la singularidades de cada uno. Habrá un requerimiento de promesa, pero no ya como un juramento que torne estática la experiencia, sino como un potente deseo de hacer perdurar la belleza de lo sentido. Se trata más que de un “prométeme”, de un “extendámoslo”: un deseo vitalista de que esa experiencia de mutua potenciación se amplie y prologue hasta el máximo de sus posibilidades.



Las significaciones que se den a la experiencia erótico-amorosa son siempre producidas desde el deseo, y el deseo es diferencia. Por lo cual, las significaciones que la dación amorosa entre dos seres puedan producirse siempre serán radicalmente diferentes. La mayor expectativa, la mejor de ellas en tal caso, es que tales significaciones se produzcan en el mismo plano de sentido. Ambos sentirán que están nadando en las aguas del amor. Pero cada cual sentirá esas aguas desde la soberana diferencia de su aparato sensorial, decodificará el placer de acuerdo a sus arcaicos mapas psicofísicos ya pre-constituídos, relanzará el deseo de volver a nadar en esas aguas desde disparadores propios que tendrán que ver con sus ansias singulares, su biografía, sus “series complementarias”. Y cada uno nadará con su propio estilo…

Las significaciones del amor son genuinamente diferentes. Dos que se aman, pueden optar por fundar un “creer” común que elimine estos incómodos rebordes en que el otro incomoda con su disimilitud. Como antídoto, invencionarán un registro imaginario tan común como frágil que deberá a su vez sostener un dispositivo de emparejamiento fusional y siempre idéntico a sí mismo para que todo el engranaje ficcional funcione. La otra opción es la que plantea intercambiar esas singulares-diferentes significaciones que cada uno de los amantes “introduce” en la entrega a la dación amatoria, sin eliminar la distancia, sosteniendo el compromiso desde la autonomía como modo de reafirmación de sí mismo, in summa, explorando un amar más real, libre, nutricio, un amar que ignore las exigencias de los que dicen hacer las cosas con “los pies en la tierra, sino un amar como si se tratara de volar de dos. Y me quedo pensando, como aún dándole vueltas a “la cosa” en aquellas palabras de Nietzsche acerca del sentido:


“No buscar el sentido de las cosas sino introducirlo”



Veremos en la próxima reflexión qué sucede con los requerimientos de certeza, la seguridad y el miedo a fallar (o a que el otro falle) en esa entrega amatoria.



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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Amores Múltiples: aproximaciones a un fenómeno "cruzado"




Amores Múltiples: aproximaciones a un fenómeno "cruzado"






Querer ver a cualquier precio,
querer descifrar los enigmas de la naturaleza,
atreverse a decir la inconfesable verdad de que no hay verdad,
es exponerse,
como el intrépido Edipo,
a ser el más desgraciado de los hombres:
a perder la vista


Friedrich Nietzsche






Qué caracteriza al fenómeno del amor?
Pues sólo puedo ir aportando a este territorio que tan caro me resulta, una suerte de pensar desvalido, algo caótico (y ojalá, caotizante), un pensar múltiple acerca del amor.
Luego de haber dado algún seminario sobre este tema, hablar con colegas, alumnos y amigos del asunto, escucharlo desde el terapéutico y rico oído que aporta la clínica, y fundamentalmente de comenzar a escribir el armazón de lo que será algún día (quizá...) un libro sobre el tema, iré tratando de presentar desde aquí algunos de los ejes que, desde mi perspectivizado parecer post-metafísico y trans-moral, creo que deben componer un recorrido inevitable sobre el tema. Pese a todo lo anterior, y siendo que me instalaré en asuntos de Afrodita y quehaceres de Eros, iré afectuando estas reflexiones escriturales en forma pausada, lenta, con cierto sentido de la palpación. Después de todo, tratándose del amor, siempre se requiere hacer uso de las artes del buen tacto...




El amor, ese desafiante y conmocionante "entre"...

Jean-Luc Marion en “El fenómeno erótico – Seis meditaciones” (Ediciones literales, El cuenco de plata, Buenos Aires, 2005. Trad. Silvio Mattoni. Pp 53-80.) sostiene que:


“El fenómeno amoroso no se constituye a partir del ego que soy; surge por sí mismo al entrecruzamiento en sí entre el amante (yo, que renuncio al estatuto de ego autárquico y aporto mi intuición) y el otro (que impone su significación al oponer su distancia). El fenómeno erótico no sólo aparece como algo común a él y a mí y sin un polo egoico único, sino que sólo aparece en ese entrecruzamiento. Fenómeno cruzado.”



Veamos entonces:

Estamos ante un “ego” (el ego del llamado “amante”) que pierde centro, justamente al cruzarse con un “otro” (ese otro al que llamamos “amado”).

El amor disuelve al Yo, al menos en sus acostumbrados espejismos e ilusiones de control: quien ama deja de controlar, pierde control racional sobre su suceder y su casi entera racionalidad (hasta entonces más o menos monárquica en lo que atañe a la toma de decisiones y a la determinacion casi central que imprime usualmente a los actos volitivos) decae, se empobrece, pierde poderío.

El acto de amar es un fenómeno de cruce: se produce en un “entre”, en un “en-medio”. Pureza borrosa de la bisagra.

J.L. Marion llama a este modo de aparicion y sensacion de amor “fenómeno cruzado”. No somos más "yo" ni "él-ella", sino una zona de borramiento.

Respondería el amor, por este mismo especto aquí descripto, a una cierta “fuzzy set logic” (una “lógica de conjuntos borrosos”)?

Probablemente.


Pensar el amor desde las coordenadas lógicas usuales es completamente estéril (para comprobar esto basta con que alguien trate de “hablar” en términos racionales con un amigo/a enamorado, lo cual resulta una tarea más extenuante y absurda que tratar de convencer a un psicótico de la irrealidad material de sus alucinaciones…).

El amor es, indiscutiblemente un asunto propio de la complejidad. De allí la posibilidad de aplicar algunas ideas y aportes de las teorías que se ocupan de pensar y analizar lo complejo. La complejidad del proceso amatorio es, ciertamente, siempre muy alta, no existiendo chances de aplicar modelos lógico-matemáticos precisos para comprenderlo. Y acordamos casi sin dudar también que el fenómeno amoroso es asimismo un proceso altamente no-lineal, encontrándose alli envueltas definiciones bastante imprecisas y conocimientos no estrictamente definidos cuando no directamente subjetivísimos.


La lógica de conjuntos borrosos podría colaborar a pensar un poco más apropiadamente esta “otra logicidad” que se establece en el amor? Quizá. Volvamos a tal fin al “fenómeno cruzado”, esa zona difusa “entre” que se constituye en el amor:

-Tenemos dos polos egoicos en estado de conmoción, dos yoes que ya no son tales por haber perdido buena parte de sus funciones y funcionalidades que poseían con anterioridad a quedar “atrapados” en esta fenomenalidad amorosa que los atraviesa y los resquebraja como unidades. Ninguno de los involucrados en el amor es "centro" sino que ahora el centro de cada uno no está, no "hay", o dicho de otra forma, en el amor el centro no existe o puede estar en todos lados, en cualquier cosa (literalmente). Cuando se ama, no hay cartesianismo que aguante…

-Los “yoes” en conmoción hacen que los sujetos involucrados deban ser pensados (ambos) no ya como ilusorias unidades sino como conjuntos identitarios cuyos términos definicionales se han vuelto inexactos, imprecisos. En otras palabras, aquello que decía "quién soy, quién era, cómo me comportaba, en qué creía" sufre una fortísima descentración copernicana. Una vez que la intensidad del fenómeno amatorio acaece, estas coordenadas de identidad, de comportamiento, de creencias, entran en un fuerte cuestionamiento casi, completamente involuntario.

-Si una subjetividad “caída” en un fenómeno amoroso es, por lo tanto, menos una unidad que un conjunto nebuloso (o borroso, o “fuzzy set”), las reglas que rigen esos fenómenos amorosos y a los enamorados allí envueltos serán reglas menos lógico-aristotélicas y más reglas difusas (o “fuzzy rules”).

-La llamada “verdad” (y por ende, la “falsedad”) en la que podemos pensar si microscopizamos tales fenómenos de Eros, tal vez deberían ser mejor analizadas a traves de conceptos como “vaguedad” o “borrosidad”. El amor nos lleva a bascular en ese "entre" (entre la verdad y lo falso, entre la imaginación y lo real, entre lo absurdo y lo lógico, entre el sí mismo y el otro, entre el desgobierno de las pasiones y el control de sí, entre la audacia y la conservación) porque estamos ante un modo del sentir que alberga todo lo múltiple a quien se arroje a sus aguas: el que ama es un ser en estado de resbalamiento, es un peregrino, y un rey, también un mendigo, un itinerante, un nómade, un dios, un exiliado, un pájaro, un anciano, un corcél, un niño, un pasajero, un caprichoso, un animal, un fantasma, un fugitivo, un sabio, un loco, un enfermo, un mago.


Entonces, qué queremos decir aquí cuando aludimos a la “borrosidad” en el amor?
Queremos decir con esto que para aquellos capturados en ese “fenómeno de cruce” que es enamorarse, las proposiciones, percepciones y representaciones pueden ser parcialmente y al mismo tiempo verdaderas y falsas. Esta simultaneidad (que pone los pelos de punta a los adoradores de las precisiones veritativas) hace que las disyunciones se vuelvan inclusivas (cuando amamos todo lo que tenga que ver con universo tramado entre el amante y el amado puede ser del orden de "y...y..."). En el amor, lo verdadero y lo falso sucede en forma simultánea: nada es cuestión de absolutos, todo es cuestión de grado.


El enamorado es un ser más rizomatizado que el ser "normal" no capturado por la fenomenología amatoria. Amar des-normaliza. Desde lo antiguos hasta nuestros días aún utilizamos la nítida expresión de "perder la cabeza". El que ama vive esa "extrañeza" de asistir a un cambio intenso, transmutador del mundo y de sí. Vemos otro mundo habitando dentro de este. Amar, altera.

Por esta misma causa, insistimos en decir que quien ama es un auténtico ser rizomático: habita el amor como se habita un pliegue. Y en ese espacio-tiempo de Eros los amantes han de replegarse y tambien "desplegarse". Han de adquirir fuerza y alegría de la fuente de la potencia, pero también sufrir ciertas de-potencias que los llevarán a dormir en los umbrales de la aflicción y la desazón de las pasiones tristes. Quien ama ha de desear transterrarse posesivamente en ese territorio que es la vida-cuerpo del amado y a la vez, por momentos, ha de desear apartarse, reservarse para sí mismo, desterrarse de lo amado lo más desapegadamente posible. Los amantes han de circular por lo estable, lo repetitivo, por la amalgama de sus iterāre y habrán de lidiar al mismo tiempo con el vértigo, la incertidumbre, lo inesperado. Caminan en una cornisa: un lado ofrece la poco fiable pero imprescindible garantía de la "promesa de amor", mientras que el otro lado del abismo los mira la amenaza potencial del averno que abriría en el pecho el posible dolor de la traición y/o el fin del lazo erótico-afectivo. Los que aman siempre han sido -correctamente vistos- como los más acabados funambulistas de la historia de las pasiones, y sobran razones y tragedias para legitimar esta "visión" del amante.

Siempre se trata de cruzamientos, empalmes, concurrencias, "entre", bisagras, intersecciones, superposiciones, convergencias al borde de lo divergente...


El amor, en su borrosidad lógica, nos expone a los avatares de la constante “bivalencia”. En ese inesperado cruce con el otro, en ese "fenómeno cruzado" que impone el enamoramiento nos arrojamos a la vez a inciertas relaciones de conexión o continuidad con lo amado. Al amar, cruzo mi ser-amante con el otro-amado tanto como se entreveran mis flujos, mis líneas de fuerza, mis potencias, mi micromundo. Vaya entrega!!! Y vaya miedo..!!! Y el devenir de esa resultante a la que llamamos "amor" tomará las direcciones imprevistas que adquieren dichas conexiones.


Agreguemos que la métrica del amor nunca se escribe sobre una topología de la linealidad. Tampoco hay nada (absolutamente NADA) que ligue al amor con las trascendencias metafísicas. Esto implica un duro golpe a una de las mayores illusĭo del amor romántico-moral: no hay ninguna raíz en el amor que nos funda a nada eterno... a excepción de nuestras más infantiles creencias. Ni amar es eterno, ni eternizable es nada que provenga o devenga del amor. Esta falsa fundamentación metafísica del amor -que sin embargo aún cobra creyentes día tras día, más que los que malamente acumulan las decadentes religiones...- deja al pensador del amor en una suerte de (feliz y abierta!) horfandad de categorías con las que tratar de elucidarlo: ya no podemos apelar a la eternidad, pero tampoco a la fidelidad moral, ni a la idea de "almas", ni a ninguna de las nociones o ideas con que hasta ahora se habían analizado los asuntos amatorios.

Amar se escribe en y desde las líneas de fuerza de los cuerpos mismos. O mas bien, es como si se tratara de graficar signos en el agua, en una suerte de cuerpo-de-agua cuya materialidad es líquida, inasible, De alli la borrosidad y vaguedad propia con que este fenómeno se vivencia y siente: opera en los cuerpos, pero en su materialidad líquida (diríamos, en las vísceras? en los fluídos? en la sangre?) y en todo caso, atraviesa por completo ese continente a-tópico y ubiquo que es el psiquismo, la líbido, los deseos.

Para quienes lo hemos vivido, sentido y, ahora, tambien pensado, lo múltiple es una categoría indispensable del amor.
Son múltiples las relaciones activas y pasivas que se componen en torno al amar, y estas relaciones (en todos sus distintos niveles e interacciones) son siempre a la vez múltiples creadoras de significaciones para quienes se encuentran vertidos y habitados por esa intensa experiencia del sentir. Y lo que se siente es, indudablemente, tan inmensamente múltiple...


Espero en un proximo post, presentar algunas ideas acerca de cómo pensar desde la perspectiva de la complejidad "cómo significan" la experiencia del amor en forma diferenciada el amante y el amado. Hasta entonces, y mientras tanto, que la pródiga Afrodita los acompañe!

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Nuestra maravilla _ La Gaya Ciencia (Nietzsche)




«¡Perder por una vez
el suelo bajo los pies!
¡Flotar!
¡Extraviarse!
¡Enloquecer!».



Aforismo 46 ("Nuestra maravilla")
"La Gaya Ciencia"
Friedrich Nietzsche


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sábado, 5 de diciembre de 2009

Del caos y las estrellas danzarinas - Nietzsche



Del caos y las estrellas danzarinas



Y Zaratustra habló así al pueblo:

Es tiempo de que el hombre fije su propia meta. Es tiempo de que el hombre plante la semilla de su más alta esperanza.

Todavía es bastante fértil su terreno para ello. Mas algún día ese terreno será pobre y manso, y de él no podrá ya brotar ningún árbol elevado.

¡Ay! ¡Llega el tiempo en que el hombre dejara de lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre, y en que la cuerda de su arco no sabrá ya vibrar!

Yo os digo: es preciso tener todavía caos dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina. Yo os digo: vosotros tenéis todavía caos dentro de vosotros.



Así habló Zaratustra - Prologo 5

Friedrich Nietzsche


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(*) El resaltado en negrita es mío.

El silencio soberano del convaleciente




El silencio soberano del convalesciente



"Cuando los animales hubieron dicho estas palabras callaron y esperaron a que Zaratustra les dijese algo; mas Zaratustra no oyó que ellos callaban. Antes bien, yacía en silencio, con los ojos cerrados, semejante a un durmiente, aunque ya no dormía: pues se hallaba en conversación con su alma. Pero la serpiente y el águila, al encontrarle tan silencioso, honraron el gran silencio que le rodeaba y se alejaron con cuidado."



“El convaleciente”
Así habló Zaratustra
Friedrich Nietzsche


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Image:
Scott Sterling
"Eagle Serpent"
2006
(acrylic)
www.scottsterlingart.com

El silencio es el último refugio de la libertad






"El silencio es el último refugio de la libertad"

Michel Campiche
Escritor suizo
1922




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Imagen: Símbolo Kanji de "Libertad"

jueves, 3 de diciembre de 2009

Hipatia de Alejandria: rastros de una pensadora atea



Hipatia de Alejandria: rastros de una pensadora atea


"Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender."
Marie Curie
(1867-1934)
Física francesa



Hipatia, "la más grande".
En ocasiones como estas, le nom prope marca como una yerra...

Hipatia, la bella muchacha de Alejandria, hija del matemático y astrónomo Theón -y de quien heredaría idénticas pasiones científicas- nació hacia el 370 dC. en un universo cosmopolita en el que los conocimientos, la ciencia y el saber eran intercambiados y debatidos con una intensidad pocas veces acaecida en la historia de la ideas. Pero ese mundo que muchos ven como el fulgor final de un renacimiento científico "a la antigua" también poseía una sombra que prontamente acabaría con el deseo de verdad y racionalidad aplicados a la comprension de la vida, la materia, los fenómenos físicos y la existencia en sus mas variadas formas: la sombra del cristianismo emergente. Un escenario de peligros potenciales para los intelectuales paganos era sin dudas ese cristianismo antiguo que comenzaba a cobrar fuerza (y hambre de atrocidad justificada en la intolerancia) a traves de sus enfermas instituciones y no menos dementes personajes y/o emisarios. Esta consolidación de las ideas cristianas en el imaginario antiguo representó, en otras palabras, el inicio de una decadencia sin retroceso, que comenzaría sembrar las sospechas de herejía proyectadas a todos aquellos dedicados a las matemáticas, el conocimiento científico y la astronomía. Toda racionalidad y práctica pagana "irrespetuosa" de los pseudosaberes que se instalaban reticularmente por doquier a traves de los dispositivos de autoridad-control religioso empezaría en no mucho tiempo más a ser aniquilada sistemáticamente. Bajo la forma de dogmas falaces, los primigenios "Padres" del cristianismo dieron carta blanca a la gradual censura y persecusion (cuando no, literal exterminio) de librepensadores, cientificos y simples personas cuya digna voluntad elegida fue la de no arrodillarse ante las imaginerias del paraiso, el infierno y toda el agregado de creencias miticas sobre la creacion. Decididos a imponer esta particular y resentida vision propia del mundo metafisico monoteista, poco faltaba para que la caceria, las llamas y la tortura comenzaran a llenar las manos de sangre de fanáticos que mutilaron, asesinaron y quemaron "en nombre de Ntro Señor".

Pero respiremos por un rato, en la memoria, esos ultimos vientos de aires libertarios racionalistas que envolvian en el siglo IV dC. la túnica de la querida Hipatia...

Theón había expresado un infrecuente deseo para un padre de una hija mujer en aquellos tiempos: quería formar a su pequeña Hipatia como un ser humano perfecto. Vaya mandato, diria el psicoanálisis!!! Pese al innegable "techo de cristal" (aunque creo que deberriamos decir "techo de acero") que en aquellos tiempos regía para el desarrollo integral del género femenino, Hipatia emitio luz propia y dejó su estela y ejemplo hasta nuestros días.
Y muy probablemente las razones de esta "excepción" femenina tan exhuberante de talento que fue esta pensadora egipcia haya que buscarla, justamente, en la inmensa confianza y lazo de saber que su padre Theón proyectó en ella desde la más tierna infancia. Quiza la pasion por el saber sea transmisible a los hijos/as si existe a la vez una estrecha relacion con la capacidad de amar, de infundir confianza en sí mismo y educar firmemente con una alegria que no descuide los parametros de la disciplina. Tal vez esa amalgama fue el secreto con que Theón crió a esta niña que lo superaría en destrezas, saberes y pasaría a la historia de la ciencia como una de las primeras mujeres pioneras en tales territorios tan fuertemente masculinizados.
Criada bajo los nobles ideales de la areté -expresión bajo la que se fusionaba el noble propósito de alcanzar un desarrollo integral de las virtudes tendiente a la superacion personal y a la excelencia- la pequeña fue creciendo hasta transformarse en una jovencita entusiasta de las matemáticas y los juegos lógicos, gozosa de mirar el firmamento comprendiendolo, y sagaz para abordar tanto argumentos científicos como pensamientos filosóficas. Hipatia vivio su formacion combinando sus pulsiones epistemofílicas con un sentido de la disciplina tal que le permitió cultivar desde la más temprana infancia tanto la mente, el intelecto como el cuidado y formación del cuerpo.
Hasta acá, ya son muchos elementos como para entender porque esta muchachita alejandrina se transformaria en una joven mujer tan destacada y brillante aun dentro de los bordes de un mundo misógino que reservaba para las de su mismo género un único y seguro sitio en el hogar: el gineceo (γυναικηΐη). Mandatandolas para ir pariendo descendientes y sosteniendo la supremacía indiscutida del Andros, las mujeres optaban por un restringidismo rol social: ser madres, ser esposas, ser hijas (las opciones alternas a estos asfixiantes roles poseian su cuota de alto costo personal y discriminacion social: se podia una volver prostituta, o sofisticarse un poco mas en esa misma linea y practicar el hetairismo). Excluidas de la vida publica, del ágora, de las discusiones sobre la administracion de las poleis, y desestimnadas como seres autonomos, las mujeres griegas eran in summa, eternas tuteladas disecando sus dias entre los olivos, los telares, la supervicion y/o preparaciones de la comida (dependiendo de la posicion social que ocupen), los hijos, los tributos a las deidades y sus celebraciones... y la infinita nadeidad existencial.
Pero evidentemente, de un padre tan corrido de la norma como Theón, tan "desviado" en sus expectativas acerca de la educación bajo la que moldear el caracter y la mente de una hija mujer, devino la existencia intensa de Hipatia: un proyecto de vida que abrazó hasta las últimas consecuencias el deseo de aprendizaje y la búsqueda de la verdad.
Hay así una Hipatia matemática (son destacados sus trabajos algebraicos sobre ecuaciones indeterminadas, su revision de la obra de Euclides "Elementos de geometria" y sus aportes sobre geometria de las cónicas).
También una Hipatia astrónoma. Preocupada por la mecanica y la tecnologia practica, sus inquietudes la llevaron a diseñar el astrolabio plano con el que se media la posicion del sol, los planetas, las estrellas y permitia asimismo efectuar el cálculo del tiempo.
Siempre, una científica pagana: inventando un hidrómetro graduado de latón trato con él de hacer su aporte para determinar la densidad de los líquidos y varios métodos de destilación.
Y tambien estamos ante una mujer que jamás lamió la suela de las sandalias de ningún marido (nunca se casó) pues su total y completa vida fue dirigida decididamente a volverse una amante del saber filosófico, y a transmitirlo pedagógicamente.
De esta explosiva combinación no puede menos que concluirse su declarado modo ateo de analizar y criticar severamente las patrañas de toda la "cosmovisión" religiosa cristiana ya bastante enraizada en el imaginario romano.
La historia de Hipatia de Alejandría es una biografía de una mujer que se atrevió a pensar por fuera de los contornos de los mandatos pre-asignados por su condición femenina, y tambien es la historia de los precios que han pagado muchas de las que se desenmarcaron de la norma, de la rigida imposición de roles, de creencias, y de obediencias ciegas.
Viajera e inquieta, Hipatia se formó en Italia y en Atenas (estudiando con Plutarco) dedicándose entonces por completo a la docencia en Egipto, en su ciudad natal. Lo hizo discutiendo en público los asuntos de la ciudad, trasmitiendo saberes sobre geometria, lógica, filosofía, astronomía, matemática y mecánica en el Museum de Alejandria (institucion fundada por el emperador Tolomeo, dedicada a fomentar la investigacion y la enseñanza). Alli fue respetada como maestra y polimathe, "haciendo pensar" a sus discípulos, siempre con un amor por el conocimiento tal que éste resulta indiscernible de su amor igualmente poderoso por la libertad.

Sí, Hipatia fue un autentico free spirit de la antiguedad.
Seguramente no llego a ser ese "ser perfecto" que su padre bocetó como deseo para ella, pero fue un auténtico Ser de excepción.
Plena, cargada de talento, versátil, real, bella, comprometida con su ciudad, querida por sus alumnos y respetada, aún, pese a la osadía que representaba su inusual modelo de feminidad dentro de su comunidad de origen.
Con el recrudecimento de la opresión romana el Imperio decidió exigir a todos los subditos la conversion al cristianismo. Frente al famoso "estilo" de imposicion que poseian los romanos, era de esperar que la vida misma de Hipatia comenzara a correr serio peligro de muerte.
Leal a sus principios ateos, racionales y paganos, la Gran alejandrina se negó a convertirse a la fe cristiana, manteniendo sus creencias griegas en torno al análisis de la cuestion religiosa.
En marzo del 415 dC., cuando Hipatia regresaba de dar clases en el Museum, fue atacada por un grupo de monjes antipaganos pro-cristianos pertenecientes a la Iglesia de San Cirilo de Jerusalem (inconcebiblemente pese a la desmesura de crueldad a la que someterian a Hipatia, hasya hacerle perder la vida, el tal cristiano Cirilo fue canonizado poco tiempo despues!!!!!).
Sócrates el Escolastico, un historiador del siglo V, relata los detalles horrorosos del injusto asesinato de Hipatia, quien fue paradójicamente lacerada y arrastrada aún con vida hasta dentro de la Catedral para ser alli -en el supuesto "Templo y Casa del amor a Dios"- violentamente desnudada, viviseccionada y desmembrada para luego quemar las partes de su ferozmente mutilado cadáver.

Cito a Socrates el Escolastico:
"Todos los hombres la reverenciaban y admiraban por la singular modestia de su mente. Por lo cual habia gran rencor y envidia en su contra, y porque conversaba a menudo con Orestes, y se contaba entre sus familiares, la gente la acusó de ser la causa de que Orestes y el Obispo no se hicieran amigos. Para decirlo en pocas palabras, algunos atolondrados, impetuosos y violentos cuyo capitan y guía era Pedro, un lector de la Iglesia, vieron a esa mujer cuando regresaba a su casa desde algun lado, la arrancaron de su carruaje; la arrastraron a la iglesia llamada Césarea; la dejaron totalmente desnuda; le tasajearon la piel; y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo; despedazaron su cuerpo. Llevaron los pedazos a un lugar llamado Cinaron y los queman hasta convertirlos en cenizas."

Los malformados pregoneros del "amor al projimo" comenzaban a sumar cadaveres a la lista genocida mas larga de la historia de la humanidad: la de todos aquellos muertos en nombre de alguna forma de Dios.
La muerte de esta mujer maravillosa y ejemplar, esa muerte salvaje y terrorista, inauguró de algún modo el inicio del oscurantismo y la serie interminable de asesinatos movidos por el odio inclemente del dogmatismo cristiano que siempre ha deseado silenciar-dominar-mutilar a todo aquello que desafiara desde la racionalidad las mentiras y fabulaciones mitológicas en que se basa su infantil credo religioso. Se dice que el fin de la edad de los grandes matemáticos griegos tambien murió en aquella iglesia y pira sacrificial junto con la eterna Hipatia.
Tengo por aquí algunas de las pocas ideas y expresiones que han quedado de esta hermosa e inteligente mujer. Poco ha sido lo que quedo sin ser devorado por el fuego inquisitorial, sin perderse, sin censurarse. En parte, lo poco que se ha logrado conservar, se lo debemos a los testimonios de su alumno Synesius de Cirene.

Compartiré con ustedes algunos de los pensamientos que hicieron huella desde la mente impetuosa, libérrima y consecuente de esta brillante mujer de excepción. Pero antes quisiera rememorar que también hubo -en el silencio e invisibilización de género que cubrió con su manto de ocultamientos a seres brillantes que hicieron posible el desarrollo de la historia de la ciencia- otras féminas pensantes que sembraron con sus talentos e inteligencias el suelo de la verdad: la notable médica Agamede mencionada en "La Iliada"; Polidamna (a quien se hace referencia en "La Odisea"); los conocimientos aportados sobre desarrollo fetal por Theano (discípula de Pitagoras) y sus hijas; la irreverente pitagorica Tymicha quien no titubeó en cortarse la lengua antes que revelar los misterios pitagóricos tal como le exigía el tirano de Siracusa; la predictora de eclipses solares y lunares Aglaonice de Tesalia; la estudiosa de las esferas celestes Aganice (hermana del rey Sesostris de Egipto); la encantadora de hombres Aspasia de Mileto, curiosa hetaira y también reconocida sofista amada por el estadista Pericles; la sabia Diotima evocada en "El Banquete" dialogando con Sócrates; la matemática Perictione quien ademas fue nada menos que la madre de Platon; Axiotea -discípula de la Academia de Platon destacada en física; Arete de Cirene -hija de Aristipo de Cirene y también alumna en la Academia platónica- quien enseñó durante décadas sobre ciencia natural, ética y filosofía dejando asimismo valiosos escritos sobre ciencias de la agricultura; las atomicistas epicúreas Temista y Leontio, por mencionar algunas de las que han sido rescatadas desde los "Estudios de la Mujer" a traves de fuentes fehacientemente documentadas.


Ahora sí, desde aquí, desde este racconto de la vida de Hipatia sólo deseo agradecer simbólicamente la exostencia de mujeres como ella, agradecer a sus antecesoras, y tambien a todas las que le sucedieron por forjar con su ejemplo de vida (y en algunos casos, desde la dignidad de su muerte) un sendero por el que intentar seguirlas con gratitud a través de un constante ideal de autosuperación.

Gracias Hipatia!!!!


"La vida es un des-plegamiento, y cuanto más lejos viajamos mayor es la verdad que podemos abarcar. Comprender las cosas que están en nuestra puerta es la mejor preparación para comprender eso que yace mas allá."

"Todas las religiones dogmaticas formales son falaces y nunca deben ser aceptadas como verdades últimas por nadie que tenga respeto por sí mismo."

"Las fábulas deberian ser enseñadas como fábulas, los mitos como mitos, y los milagros como imaginación poética. Enseñar supersticiones como verdades es una cosa realmente terrible. La mente infantil las acepta y cree en ellas, y sólo con gran dolor y tal vez una tragedia puede esa mente desembarazarse de ellas años más tarde. De hecho, los hombres pelearan por una supersticion tan rapidamente como por una verdad manifiesta -aun mas, dado que la supersticion es tan intangible que no permite refutarla, mientrsa que la verdad es un punto de vista, y en tanto tal, modificable."


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Imagen: Detalle del cuadro La escuela de Atenas de Raffaello Sanzio (1509).En primer plano puede verse a Pitágoras escribiendo. En segundo plano, envuelta e una tunica blanca y de pie, Hipatia.

sábado, 14 de noviembre de 2009

A qué llamo potencia afectiva



A qué llamo potencia afectiva?
A la fina libertad de saber establecer soberanamente, cada quien y para sí mismo, las mejores afinidades electivas.


Gabi Romano


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La transgresión, el transgresor y la lógica de los valores dominantes


La transgresión, el transgresor y la lógica de los valores dominantes


Ahora bien,
una profanación en un mundo que ya no reconoce sentido positivo a lo sagrado,
no es poco más o menos lo que se podria llamar transgresión?


"Prefacio a la transgresión"
Michel Foucault




Todo sistema de valores se fundamenta en un eslabonamiento apariencial del que se desprende un férreo ordenamiento en el que se encolumna por un lado “lo que esta bien” y por otro “lo que está mal”. Los valores traman en su propia urdimbre una lógica disyuntiva y excluyente. Optamos (o al menos eso creemos). Tenemos el “deber” de optar, y se supone que poseeriamos el libre albedrio para elegir a conciencia y ante cada situacion por el Bien o el Mal. Esta es la base de la conciencia moral, del correcto obrar y de “lo justo”. También del castigo, la recompensa, los desvios y las sanciones. Nuestras unidades de medida moral estan asi montadas sobre este binarismo de creencias (-/+) y sirven de suelo para nutrir el sentido que damos a las costumbres y tradiciones que acatamos a diario.


Qué relacion guarda la transgresión con estos valores hegemonizados y su montaje lógico-moralista?

Quien transgrede simplemente da vuelta el lugar de los signos: pone en “positivo” aquello que esta aparentemente “mal” y le resta transitoriamente importancia moral a lo que se suele ver desde el signo “negativo” positivizandolo.

Siguiendo a Foucault podriamos comenzar sosteniendo que la figura del "transgresor" no es mas que la condensación de todas las imagos imaginables del profanador: un transgresor no invierte los valores, ni los cambia sino que desmiente el caracter mismo de "lo sagrado". Esta suerte de comportamiento profano ante lo sacro suele configurarse en el caso del transgresor en un campo, un área, un asunto. Digamos que los transgresores son altamente "temáticos": el que transgrede en la sexualidad es un padre devoto de pensamientos conservadores cuando se trata de empuñar la vara de la disciplina con los hijos, por ejemplo, o el artista creativo disoluto se confiesa políticamente de derecha a la hora de poner una mirada sobre la gobernabilidad de su nación. Sólo da vuelta la misma media sucia en un área-asunto, pero sin alterar lo sustancial, puesto que acabado el tiempo que dure su transgresión todo vuelve a acomodarse en su lugar habitual. Como mucho, el transgresor pone en entredicho los valores y ciertamente deslegitima la validez perpetua de sus sentidos rigidizados desacralizando "algo" considerado social y culturalmente como tal. Esa "puesta en cuestion" del valor moral la realiza a traves de su conducta: con su comportamiento pone en duda -transitoriamente- la aparente inflexibilidad distributiva de la moral, su presunto carácter universal y las creencias asociadas al “teatro de la normalidad”.

Pero aclaremos desde ya: el transgresor no es un subversivo de los valores.
Su acto quebrantador de la Ley pone al desnudo las falacias que estructuran a las normas y fundamentos, pero quebrantar no implica de modo alguno refundar nuevos valores ni examinar profundamente la sobreestimacion-estimacion-subestimacion a que empuja la moral del Bien y el Mal. El transgresor no impulsa ningun trabajo interno ni pensante tendiente a re-estimar el orden asfixiante de las valoraciones que él se encarga de eludir transitoriamente en su “actuar”. Quien transgrede vence momentaneamente la resistencia monificante y anquilosadora de las tradiciones legitimadas tomadas por incuestionables, pero no rompe la dura malla de sentidos en los se basa tal agobiante legitimidad. El transgresor no hace huella. Lo suyo es otra cosa: deja marcas desde lo que podriamos englobar como "lo escandaloso". Tampoco es un "Espíritu libre" aunque se lo pueda confundir groseramente con ellos. Se trata, por lo general, de seres libertinos, "primos" ni tan cercanos ni tan lejanos de los Free Spirits...

Indudablemente el transgresor “trabaja” (sin querer o acaso involuntariamente) en direccion a deslegitimar radicalmente los arbitrarios sentidos dominantes impuestos por la moral esclava. Convulsiona y altera, con limitaciones. Revuelve el río, sus pescados, las carnadas habituales , y ira de la línea para que algunos pescadores se sientan lo suficientemente incomodados al presenciar su llamativa in-conducta e inmoral proceder. Pero su juego es tan voraz como breve: entra por la exhultante puerta de la inversion de signo de los valores… pero cuando empieza a aburrirse de nuevo, salta por la avergonzante ventaneja de las adaptaciones funcionales (y vuelta al cotidiano cuento ilusionista, o a “lo mismo de siempre”).

Pese a que su actuar transgresor involucra una gran cantidad de energia disruptiva y contra-hegemonica, con eso no basta en absoluto para llegar a ese “otro acontecer” que es transvalorar .

No se trata de invertir por un rato los signos morales. No se trata de jugar cada tanto una partida adrenalínico para luego volver a ponerse las mismas vestiduras apolilladas de la costumbre.
Se trata de inaugurar “Le Grand Jeu”: crear nuevos valores.
Otros valores. Increados e impensados aún.
Más saludables, menos resentidos.
Valores solares, lumínicos, más potentes-potenciadores.
Valores que enaltezcan al individuo en su capacidad de conectarse con otros y crear efectos positivizantes de largo plazo capaces de componer nuevos trayectos de deseo.
Valores propios de una ética del deseo en la que la moral de esclavo quede arrinconada a su mínima expresión.

Pero volvamos a dar otra vuelta de tuerca a la imago del transgresor.
Ser transgresor no se yuxtapone con ser crítico, y menos aun con ser “edificante”. E invencionar valores no es re-crear ni maquillar lo dado sino pulverizar impiadosamente las imposiciones de sentido en cada campo que se pisa. Hacer de cada territorio en que se ponga la pisada un “campo”minado. Dejar telúricas huellas con las armas del enfrentamiento argumentado que posibilitan las ideas no metafisicas ni trascendentalistas. Indudablemente no es una tarea para cualquiera.
Un transvalorador y un transgresor no se diferencian sólo por “cuánto” dinamitan simbólicamente en su accionar, sino por la cualidad-intensidad-perdurabilidad que enmarca cada acto.
Mientras el transvalorador no deja combate por librar ni territorio que transformar bajo la mirada filosa de su peligrosa critica (arremetera deconstructivamente ya se trate de pensar lo politico, el amor, la muerte, la religion, el arte, el sexo, la tristeza o la justicia), el transgresor se resguarda detras de su goce inmediato en ciertos y no otros campos especificos.

El transgresor experimenta asi, en alguno de estos asuntos casi con exclusividad, un evanescente triunfo narcisista sobre… sobre qué??? Sobre qué “cree” triunfar el transgresor con su goce? Para despejar este punto comencemos destacando que el transgresor sólo triunfa en tanto tiene “escenario”, alguien que lo mire, que lo “espectacularice”. La transgresión (y por ende, quien la practica) paradojalmente siempre necesitara de un orden-Ley que romper, que tomar por asalto, que reducir (incluso hay ciertas “reducciones” transgresoras que toman un tono de bajo gusto y falta de delicadeza, casi un aire grotesque). El transgresor quiere su porción de espectacularidad y escenografia: algo del transgredir se conecta siempre con una “mise-en-scène”. El “acto” de la transgresion misma, en el fondo, no hace mas que poner en evidencia una pulseada narcisista: un Yo volitivo que se impone a alguien-algo y en ese “ponerse por encima de…” establece un balance de triunfo-derrota que no por ficticio deja de redundar en un levantamiento de la autoestima del transgresor. Por eso el transgresor finalmente nunca diluirá ni cuestionará en profundidad el universo encorsetante de las reglas, porque nada más y nada menos que su narcisismo se alimenta de ese sueño en que, por un rato e imaginariamente, un ficticio e inflamado Yo pareceria poder vulnerar un pequeño espacio de legalidad. Estamos ante una "moral de la transgresion", lejos aun de una "etica transvaloradora". El transgresor no llega (ni le interesa llegar) a ninguna empresa autenticamente propositiva en términos de moldear nuevos valores pues solo es un burlador efímero –aunque compulsivo- de la norma. No más. Nomás. El transgresor finalmente termina siendo un patético comediante sostenido por la mirada de algun-algunos otro/s que le reconocen la audacia, la picardia, y se desarman en aplausos semiaduladores. Desde este punto de vista la transgresion prestigia a quien la lleva a cabo. Y suena bastante lógico que el transgresor sea incluso casi “idolatrado” por su público de mirones: despues de todo vivimos y respiramos a diario las pestilencias de este mundo básicamente sostenido por cobardes e incapaces siquiera de contar con la mitad de energía teatral del transgresor…


Para el transvalorador la cosa es un tanto diferente. Para éste, el mundo todo y sus sistemas de creencias forman parte de sus batallas por el sentido. Y tales batallas las libra tanto simbólica como fisiológicamente: se necesita disponer de herramientas-armas símbolicas siempre afiladas para pelear dignamente por nuevos sentidos comenzando por instalar el sinsentido de los mandatos morales… y tambien se requiere de un cuerposangre capaz de tolerar los efectos de tales embates y enfrentamientos. Su carácter poco dulcificado y definitivamente fuerte son producto de una fisiologia igualmente poderosa. Pero como su vision es mas integral que la posee el resto de sus pares mortales, esta fuerza fisiologica nada seria si no contase con una delicada sensibilidad y capacidad emocional interactuante con el inmejorable funcionamiento de su "aparato racional". Otro aspecto interesante a resaltar lo constituye el hecho de que haya "debilidad/es" en el transvalorador (porque “este” sistema de valores que cuestiona lo ha atravesado y moldeado con sus puas perniciosas a él tambien…), pero hace de estas debilidades suyas apoyaturas para superarse constantemente en vez de enredarse quejumbrosamente en lamentos y detenimientos resentidos. Hace. Siempre hace. Y en varias direcciones (puesto que los valores no duermen ni descansan tranquilos en ningun area vital sin hacernos pagar algun “peaje” por aceptarlos y adaptarnos a ellos). No hay un quantum definido en su tarea transvaloradora, justamente porque el universo de valores es una retícula inconmensurable con alta capacidad de autoreciclado, lo cual hace que los avances en direccion a cuestionar la validez moral de algo siempre implique cierto retroceso en algun momento. Dado que su tarea de fracturar estructuras y denunciar sus elementos constitutivos moraloides es constante, sabe que por ello mismo es interminable. De alli que su narcisismo no se alimente de los logros de su trabajo de hormiga: la mínima biografia del transvalorador (temporalmente acotada a su finita existencia) no alcanzara jamás para cubrir su mision transvaloradora, y lo sabe. Y lo acepta sin lamerse la herida narcisista por ello. Desplazado el logro narcisista de acaparar los creditos por tratarse su “mision” de un inmenso trabajo que no terminara con su deceso como persona, igual pone todo su coraje en aportar al torrente impersonal del Gran Cambio. Su tarea es harto solitaria: un halo de incomprension lo rodea, y tambien una sensacion de desprecio por el mundo y sus banalidades hacen que disfrute de reflexionar en la grandeza de su entera soledad. Insistamos: no estamos ante un narcisista sino ante un egoísta con una autoestima perfectamente bien fundamentada y con un proyecto que lo trasciende somo Ser: arrancar de raiz la enfermedad moral enraizada en cada “asunto” de la vida y la muerte. Le importan un bledo los aplausos o reconocimientos: antes bien éstos serían como una especie de preocupante síntoma de aceptacion y amoldamiento de sus ideas a lo masivo rebañizado. El transgresor no trabaja para nadie, ni siquiera para sí mismo. Ha renunciado a su “falso y unificante Sí mismo” para constituirse en amo de un Sí mismo heterónimo, descentrado y multiple tal, que le permita dinámicamente jugar en todos los terrenos que le sea preciso jugar su mejor juego: criticar, demoler, inventar, crear, re-vivificar los tejidos cadavéricos de una sociedad impúdicamente decadente . No se erige en maestro de nadie, no le importan en lo mas mínimo los adeptos, aunque sí lleva una notable preocupación por delegar a los “mejores” que le sobrevivirán el sentido ético de esa inmensa tarea cuestionadora y transvalorativa a que se entregado.


Nuevos valores.
Valores para existencia de tono ascendente, fuerte, dueña de Sí.
Valores infinitamente más apegados a la vida como goce e intensidad que no desmienta ni el fino y multiforme rostro del placer ni la trágica cara del dolor o la muerte. Valores que nos permitan abrazar TODO. Valores que siempre tiendan a afirmar todo lo que nos aya sucedido, lo bueno y lo malo, sin exclusiones, desde un “amor fati” y una lógica ficcionalmente aportante al vitalismo que suponga el eterno retorno de lo mismo.

Valores que nos posibiliten enunciar libertariamente, algun día cercano:
-“Sí, así lo quise, así lo quiero, así lo volvería a querer si se repitiera mi existencia toda nuevamente.”



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sábado, 31 de octubre de 2009

jueves, 29 de octubre de 2009

Ricoeur y las pretensiones de una conciencia cortesana



Ricoeur y las pretensiones de una conciencia cortesana




“Crees poder saber todo lo que pasa en tu alma, porque tu conciencia te lo enseñaría en cuanto fuese suficientemente importante. Y cuando no tienes noticias de algo que está en tu alma, asumes con total seguridad que eso no se encuentra allí. (...) Te comportas como un monarca absoluto que se conforma con las informaciones que le dan los altos dignatarios de la corte, y que no desciende al hacia el pueblo para oír su voz: entra profundamente en ti mismo y aprende primero a conocerte; sólo entonces comprenderás por qué vas a enfermar, y quizás, puedas evitarlo” .



Paul Ricoeur
De "El conflicto de las interpretaciones"

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lunes, 26 de octubre de 2009

"Eurídice" - Margaret Atwood




Margaret Atwood

"Eurídice"


Él ha venido a buscarte y está aquí,
canción que te llama y quiere que vuelvas,
canción de dicha y de pesar
a partes iguales, promesa
hecha canción, promesa
de que todo será, allá arriba, distinto
a la última vez...
Hubieras preferido seguir sintiendo nada,
vacío y silencio; la estancada paz
del mar más hondo,
al ruido y la carne de la superficie,
acostumbrada a estos pasillos pálidos y en sombras,
y al rey que pasa por tu lado
sin pronunciar palabra.
El otro es diferente
y casi lo recuerdas.
Dice que canta para ti
porque te ama,
no como eres ahora,
tan fría y diminuta: móvil
y a la vez quieta, como blanca cortina
o soplo en la corriente
de una ventana a medio abrir
junto a una silla donde nadie se sienta.
Te quiere "real",
un cuerpo opaco,
sentir cómo se espesa
(tronco de árbol o ancas)
y el golpe de la sangre tras los párpados
al cerrarlos
la llamarada solar...
Sin tu presencia no podrá sentir
este amor suyo...
Mas la súbita revelación
de tu cuerpo enfriándose en la tierra
fue saber que le amas en cualquier lugar
hasta en este sitio sin memoria,
este reino del hambre.
Como una semilla roja en la mano
que olvidaste que aprietas,
llevas tu amor...
Él necesita ver para creer
y está oscuro."Atrás, atrás...", le susurras,
pero quiere que vuelvas
a alimentarlo, Eurídice,
puñado de tul, pequeña venda,
soplo de aire frío.
No se llamará Orfeo
tu libertad...



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Imagen: "Orfeo y Euridice" (1861)
Camille Corot
(1796-1875)

martes, 6 de octubre de 2009

La decepción de amor - (de los lamentos a la ética de una Ariadna soberana)


La decepción de amor
(de los lamentos a la ética de una Ariadna soberana)




La mujer que amo se ha convertido en un fantasma.
Yo soy el lugar de sus apariciones.

J.J. Arreola



Decepción.


Tal vez la palabra más insistente en el discurso del “dolor de amor”.

Decepción, probablemente el lexema del desamor, de la frustracion, de lo incumplido en la expectativa del afecto amoroso.

Camino al diccionario noto que este particular “lexema” en cuestion (lexema: unidad mínima con significado léxico que no presenta morfemas gramaticales o puede prescindir de ellos) tiene su origen en el griego λέξις, palabra, y -ema.

Pero de hecho, el uso de esta palabra se hace mas interesante desde su raíz latina. Por eso, una vez mas, es preciso tomar el camino mas largo…


Decepción.


Primero veamos algo del verbo “capere”, imprescindible para comprender el mas profundo sentido de la “decepción” como se verá mas adelante. Para comenzar, deberiamos aclarar que en latin “capere” significa mas o menos lo mismo pero aunque en planos de accion diferentes. En una perspectiva meramente material “capere” remite a “asir, tomar, capturar, coger, prender, apoderarse de…”. Esto se complementa con una acepcion completamente inmaterial para el mismo verbo. “Capere” es entonces tambien “comprender algo intelectualmente, aprehender un sentido, saber un cierto significado, aprender cognitivamente”. A esta doble vertiente material e inmaterial del verbo “capere” deberiamos adicionar una tercera acepción que alude a “captar desde lo sentidos, aprehender sensorialmente con los ojos, desde lo auditivo, con nuestro olfato”.


Decipio, decipere, deceptum configuran las formas del verbo latino a partir del cual hemos construido linguisticamente el sustantivo “decepción”, y como una derivacion del mismo sustantivo, el verbo “decepcionar”. En esta direccion, el prefijo de- (con valor de apartar, extraer, separar algo de otra cosa) más el verbo capio, capere, captum (como he aclarado en el parrafo anterior, “asir, tomar, capturar, coger, prender, apoderarse de…”), resuena su sentido en cierta idea de “sentirse usurpado, sentir que uno ha sido objeto de un robo, de ser arrebatado de lo que se tiene o tenia”.


Quien se siente “decepcionado” ha sido desprendido-despojado-apartado de algo que tenia (o deberia ya mismo corregir y decir “creia tener”) entre sus manos, o en mente, o en sus representaciones: decipere - de capere. En otros terminos, lo que el decepcionado ha perdido ha sido algo que “cree” haber tenido o ha tenido efectivamente… tal vez incluso ha tenido algo, aunque invistiendo a ese algo de representaciones y sentidos equivocados. Lo que el decepcionado habia captado sensorialmente de su objeto decepcionador era, o un error, o una irrealidad, o todo se ha tratado de una malentendida comprension-percepcion que ahora, subitamente, la realidad corrije no sin perplejidad para el decepcionado.

No habia tal certero “tener” y/o tal claro “saber”. El decepcionado siente esta latina raíz escondida en su condicion subjetivo-emocional: se siente estafado, robado, se sabe a sí mismo como un ser a quien le ha hurtado algo valioso, quien ha sufrido un arrebato repentino de lo creia le era propio y le pertenecia.


Desde los clásicos, Ovidio y Horacio lo usan con este sentido claro de decepcionar, frustrar, fallar a las expectativas. Pero Plauto lo utiliza bajo el significado de “sorprender”, “tomar de improviso”. Cicerón, con el de “embaucar, engañar, burlar, mentir deshonestamente” y tambien “decipere exspectationes” (dejar plantado, o hacer esperar a alguien por algo inútilmente), etc.


El decepcionado es un ser sorprendido, y hasta algo perplejo, por la perdida que experimenta en ese apartamiento de lo que creia tener asido, tener por conocido, tener por propio. El “hurto” de lo que poseia lo ha tomado ciertamente de improviso, o al menos, con no las suficientes previsiones como para hacer frente a la pérdida y el dolor psiquico que trae el ser apartado de su encarnada creencia. Sí, porque digámoslo de una vez, el decepcionado (antes de serlo) ha sido un “creyente”: ha creido en algo o en alguien, hubo puesto su preciado “creer” en determinado ser, en cierto saber, en un particular sentir. Por ello mismo el decepcionado no posee armas, en principio, que lo protejan e inmunicen ante la decepcion y el decepcionador. Esta inerme. Desnudo con su des-creer. Inicialmente sufre, pues está en carne viva sin poder aún des-aprender…aún ama su “error”.


Llamativamente el sustantivo “decepción” no existe en latín clásico, y recien aparece con la caida del Imperio y de boca de san Agustín, lo cual daria lugar a otra linea de analisis que por ahora no tomare para poder focalizar –ahora sí- en el core de la decepcion amorosa.




La decepcion amorosa…


Hay aquí, al menos, cuatro aspectos de mínima para elucidar:

-El hincapie de la “decepcion” como acto que pone de relieve más al decepcionado que el decepcionador.
-La ligazon entre decepcion-ilusion-creencia-desengaño
-El dolor de la verdad
-La anestesia dichosa de “vivir en la mentira y el error”


Deciamos que el decepcionado ha sido un “creyente”, alguien que ha puesto sus expectativas sutiles e in-sutiles en un “otro” (en adelante “el decepcionador” u “objeto amado”). Por la via de la ilusion ha equivocado su juicio. Sus sentidos (ahhhhh!!!!!! los sentidos… esos malditos huerfanos sensoriales demandando impresiones que los sacien!!!!) lo han hecho creer en algunas/as bella/s ilusiones de correspondencia con respecto a los sentires y expectativas de ser amado. Ha “necesitado” creer que su amor era –en cuantía y calidad- al menos identico al que el amado sentia. Error brutal. Y fatalísimo. Luego, sorpresivamente, algo de lo real abofetea el cándido refugio de cristal que constituyen las creencias amorosas celosamente resguardadas por el amante respecto de su amado y… zas!!!… las esquirlas del palacio de ilusiones se clavan en los ojos dolientes y perplejos del decepcionado. Supuesto fin de la ilusion amorosa.

Sostengo desde ya una imago desculpabilizadora del “decepcionador”. Éste no siempre tiene malas ni hirientes intenciones “contra” el decepcionado, simplemente se ha sentido libre moralmente de hacer lo que se le plazca y de haber sentido que nada lo detenia para decir, no decir, hacer o deshacer lo que sea. Es cierto que el decepcionador ha sido, sin dudas, egoista. Pero esta no es razon alguna para abrir fuego contra el decepcionador. No hay juicio, pues el decepcionador ha seguido la traza de su libertad para no rendir cuenta de sus actos ante nadie, y menos aun considerar que el dolor potencial que sus actos podrian provocar en el decepcionado pudieran tener un peso suficiente como para hacerlo retraer de sus actos, palabras, ausencias, traiciones, haceres, omisiones, acciones. El decepcionador hace, y hace más alla de la moral, a favor de sí mismo. Por mi parte, no veo maldad alguna en tales procederes, incluso si estos causan descreencias, sufrimiento o fuertes e irrevocables desilusiones en el decepcionado.

Ahora llevemos algo de luz a la desgraciada figura del dolido decepcionado, en quien suele recaer la fuerza del sustantivo y casi toda la configuracion de sentidos del verbo latino.

Es notable que cuando se trata de la palabra “decepcion” tendemos a mirar automaticamente la condicion doliente del decepcionado más que el proceder mismo del decepcionador. Probablemente este “ponernos del lado de la víctima” sea un resabio de nuestra cultura judeo-cristiana que abraza al que sufre. Despues de todo el decepcionado (el que se ha “jodido” en este intercambio de amor trunco) queda fijado al dolor, y éste –lo sabemos perfectamente- debilita, hace debil, hunde en la debilidad. La victima decepcionada carga como una cruz la maldad que proyecta cuan pseudopodos contra sus sentimientos de amor el acto decepcionante del ser amado.


No se trata de justicia. No.
No hay reciprocidad ninguna en el amor, excepto que querramos creer en ella.
Ergo, no hay retribucion ni castigo ni resarcimiento en el plano del amor decepcionado.
Nada que el otro dé en compensacion borrara la marca de la decepcion.

Solo la mecanica negadora del olvido “forma una pantalla”, inventa un muro, levanta una represa que ocasionalmente sirve de nebulosa temporal a fin de continuar con el vinculo… pero en el fondo, tras el velo de Maya las ruinas (y lo arruinado) por la decepcion se acumula como un material inflamable cubierto por el amianto de una des-memoria acumulativa… y potencialmente inflamable.

Si el recolectar sensualista del ser amado es parte del “error” de percepcion del amante, entonces admitamos que la decepcion siempre sera parte ineludible de la fenomenologia del amor.

Lo que amamos decepciona.
Por qué?
Porque lo amado nunca completa, a lo sumo sutura nuestros agujeros, nos ayuda a cicatrizar heridas, nos imaginamos menos humanamente faltantes y mas divinamente completos. Y fenomenológicamente, el ser que decimos amar decepciona porque lo hemos capturado (“capere”) con los distorsionantes sentidos del amor: hemos degustado un sabor que tal vez deje de ser tal, hemos “visto” donde no había más que borrosidad o vacio, hemos querido oír tanto donde no se habia dicho más que un poco, hemos rozado una intensidad total ahora rota en fragmentarias nadas, la plenitud de una circulo de a dos es ahora un sufrido sentir unidireccional. Nuestra potencia (esa confluencia de fuerzas productivas, creadoras, dichosas, compositivas, deseantes) es ahora una potencia entristecida, menguada respecto de su propio poder. El desamor es nuestra potencia decepcionada.


Siendo asi que el circuito de los afectos amorosos recorre las postas de la creencia-ilusion-engaño-verdad-dolor-decepcion, es posible una lógica amatoria mas “aristocratica”?
Quiero decir con esto: es posible construir un modo de transitar este circuito tan bello como endiablado que es “amar” desde la dignidad de un apartamiento en que ambos (amante-amado, decepcionado-decepcionador, ilusionado-desilusionador) conserven un “estarse de pie” sin remordimientos ni tampoco reciclamientos falaces de nuevas mentiras, desde una actitud que ignore las señales pateticas de la imploracion y el arrodillamiento ante la falsa deidad de lo amado… es factible un aprender a recorrer el circuito de amor menos como Penia y más desde Poro?

Recuerdo entonces a Nietzsche y su poema y me digo: es posible dejar de "menear la cola por amor" y esquivar la miserable tentacion de arropar con ruegos de piedad a ese dios verdugo que es el decepcionador?

Me pregunto, dando vueltas en este laberinto que es pensar lo amoroso en su dimension de decepción, si una ética del amor en clave aristocrática no es el único modo de preservar al decepcionado-victima-amante-estafado-descreido de la tentacion de arrojar dardos venenosos de resentimiento contra el decepcionador.

Finalmente y pese a cuanto hubieron de amarse o cuanto hubieron de “decepcionarse” mutuamente, creo que solo el reconocimiento de dos libertades dispuestas a apartarse “de pie y con la frente alta” uno del otro es parte de un pacto de amor mas sano.

En esta linea de imaginar pactos amorosos menos enfermizos, no tengo dudas de que primeramente quien vive “su” personal decepción de amor, tendrá que reconocerse libre.

-Libre para qué?, como se preguntaba Nietzsche. Pues no para juzgar, ni para atacar, ni para vengar nada, pues estas son sólo las desesperadas salidas de un alma tan esclava como débil.
Se trata de que el decepcionado abandone activamente la posicion de victima para ganar una posicion subjetiva libertaria, deseante, fluyente, activa. Primero ha de ser “libre para” dejar de creer.
Si, dejar de creer en alguien o en algo a quien se ha estado ligado fuertemente requiere de fuerza: primero, para no morder el anzuelo de los comportamientos propios del resentimiento (las “formas” del resentimiento amoroso van desde la busqueda absurda de algun tipo de justicia, exigencia de castigo, el imposible resarcimiento emocional, o la venganza retributiva… todos vanos modos derivados de una reciprociddad amorosa que no existe pues si hay algo poco simetrico es la relacion amante-amado…), y segundo, porque se necesita recuperar la autonomia y el dominio de Sí para soportar la cuota de realismo que trae consigo el corrimiento del velo del error.

Haber sido abandonado por la “creencia” en lo amado, haberse sentido estafado por proyectar luces en donde hay meras sombras, saberse arrojado a la desnudez de los multiples modos helados que toma el abandono cuando el anhelo de amor clama por compañía, amparo, cercanía, calor, proteccion… nadie ha dicho que todo eso sea cosa fácil. Cuesta –emocionalmente hablando- y es una empinada “cuesta” de la que muchos caen brutalmente. Hay quienes frente a este panorama propio de Ariadna en Naxos, prefieren el engaño de seguir creyendo en el retorno de Teseo (aunque un Teseo que vuelva luego de un decepcionante abandono ya se ha alejado demasiado del amado héroe al que todo se le perdona…). Volver a creer en nuevas ilusiones autosostenidas es un poderoso analgésico contra la verdad.

Por mi parte, me inclino a invencionar en otra dirección: prefiero imaginar los mundos alternos que se abren luego de la amargura de una poderosa decepción. Contra el abandonico Teseo y sus interminables monstruos contra los que su heroicidad lo llevan siempre a estar peleando, pues, mirar expectante la danza por-venir de un Dioniso más leve, menos circunspecto, menos heroico, sí, pero menos abandonico, mas sonriente, menos preocupado, más dispuesto a la libertad desasfixiante y menos acobardadamente enjaulador de los deseos no escuchados de Ariadna. Vuelvo a Ciceron y su “decipere exspectationes” (“dejar plantado, o hacer esperar a alguien por algo inútilmente”): Ariadna debera recuperar el único deber ético-vitalista que tiene que guiar a una existencia que se reverencie a sí misma: debe dejar de esperar, olvidarse de emular a Penélope y su tapiz, re-aprender que el futuro es cosa inaccesible y titubeante… puro reino de las promesas. Sólo debe volver al presente. A su aquí y ahora. No mirar a Teseo –se contacturará de tanto girar su cuello hacia atrás- ni esperarlo más, pues nadie maneja las patas de la araña del futuro y ninguna nave-Teseo que parte de un puerto vuelve idéntica a sí misma sino que es siempre otra. Ariadna “debe” leer a Ciceron y dejar de una vez de esperar inútilmente…


La soberana ética con la que Ariadna tendrá que transmutar su dolor afectivo en libertad es la cara luminosa de esa sombria experiencia llamada “decepcion de amor”





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Friedrich Nietzsche – “Lamento de Ariadna


¿Quién me calienta, quién me ama todavía?
¡Dadme manos ardientes!
¡dadme un brasero para el corazón!
Tendida en la tierra, estremeciéndome,
como una medio muerta a quien se le calienta los pies,
agitada, ay, por fiebres desconocidas,
temblando ante glaciales flechas agudas de escalofrío,
cazada por ti, ¡pensamiento!
¡Innombrable! ¡Encubierto! ¡Aterrador!
¡Tú, cazador entre las nubes!
¡Fulminada a tierra por ti,
ojo sarcástico que me mira desde lo oscuro!
Así yazgo,
me doblo, me retuerzo, atormentada
por todos los martirios eternos,
herida,
por ti, el más cruel cazador,
tu desconocido, dios...

¡Hiere más hondo!
¡Hiere de nuevo!
¡Pica, repica en este corazón!
¿A que viene este martirio
con flechas de dientes romos?
¿Qué miras otra vez
sin cansarte del tormento humano
con malévolos ojos de rayos divinos?
¿No quieres matar,
sólo martirizar, martirizar?
¡Para qué martirizarme a mí,
malévolo dios desconocido?

¡Ah, ah!
¿Te acercas sinuoso
en semejante medianoche?...
¿Qué quieres?
¡Habla!
Me estrechas, me oprimes,
¡ah, ya demasiado cerca!
Me oyes respirar,
acechas mi corazón,
¡celoso!
-¿pero celoso de que?-
¡Fuera, fuera!
¿para qué la escala?
¿quieres subir
adentro, hasta el corazón,
subir hasta mis más
secretos pensamientos?
¡Impúdico! ¡Desconocido! ¡Ladrón!
¿Qué quieres sacar robando?
¿Qué quieres sacar escuchando?
¿Qué quieres sacar atormentando?
¡tú, atormentador!
¡tú, dios verdugo!
¿O como el perro debo
refregarme contra el suelo ante ti?
¿Sumisa, embelesada fuera de mí
menear la cola por amor?
¡Es inútil!
¡Punza otra vez,
aguijón el más cruel!
No soy tu perro, sólo tu presa,
¡cazador el más cruel!
tu más orgullosa prisionera,
bandido tras las nubes...
¡Habla al fin!
¡Tú, encubierto con el rayo! ¡Desconocido! ¡habla!
¿Qué quieres, salteador, de mi?...
¿Cómo?
¿Un rescate?
¿Qué quieres de rescate?
Pide mucho, ¡lo aconseja mi orgullo!
Y habla poco, ¡lo aconseja mi orgullo!

¡Ah, ah!
¿a mí es a quien quieres? ¿a mí?
¿a mí entera?...
¡Ah, ah!
¿Y me martirizas? ¡Loco que eres un loco!
¿Requetemartirizas mi orgullo?
Dame amor, ¿quién me calienta todavía?
¿quién me ama todavía?
dame manos ardientes,
dame un brasero para el corazón,
dame, a la más solitaria,
a la que el hielo, ¡ay!, siete capas de hielo
enseñan a añorar enemigos,
da, sí, entrega,
enemigo el más cruel,
dame ¡a ti!..

¡Se acabó!
Entonces huyo él,
mi único compañero,
mi gran enemigo
¡mi dios verdugo!...
¡No!
¡vuelve!
¡Con todos tus martirios!
Todo el curso de mis lágrimas
discurre hacia ti,
y la última llama de mi corazón
para ti se enardece.
¡Oh, vuelve,
mi dios desconocido! ¡mi dolor!
¡mi última felicidad!...

Un rayo. Dionisyos aparece con esmeraldina belleza.

Dionysos:
Sé juiciosa, Ariadna...
Tienes oreja pequeñas, tienes mis orejas:
¡mete en ellas una palabra juiciosa!
¿No hay que odiarse primero, si se ha de amarse?...
Yo soy tu laberinto...


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