sábado, 14 de noviembre de 2009

La transgresión, el transgresor y la lógica de los valores dominantes


La transgresión, el transgresor y la lógica de los valores dominantes


Ahora bien,
una profanación en un mundo que ya no reconoce sentido positivo a lo sagrado,
no es poco más o menos lo que se podria llamar transgresión?


"Prefacio a la transgresión"
Michel Foucault




Todo sistema de valores se fundamenta en un eslabonamiento apariencial del que se desprende un férreo ordenamiento en el que se encolumna por un lado “lo que esta bien” y por otro “lo que está mal”. Los valores traman en su propia urdimbre una lógica disyuntiva y excluyente. Optamos (o al menos eso creemos). Tenemos el “deber” de optar, y se supone que poseeriamos el libre albedrio para elegir a conciencia y ante cada situacion por el Bien o el Mal. Esta es la base de la conciencia moral, del correcto obrar y de “lo justo”. También del castigo, la recompensa, los desvios y las sanciones. Nuestras unidades de medida moral estan asi montadas sobre este binarismo de creencias (-/+) y sirven de suelo para nutrir el sentido que damos a las costumbres y tradiciones que acatamos a diario.


Qué relacion guarda la transgresión con estos valores hegemonizados y su montaje lógico-moralista?

Quien transgrede simplemente da vuelta el lugar de los signos: pone en “positivo” aquello que esta aparentemente “mal” y le resta transitoriamente importancia moral a lo que se suele ver desde el signo “negativo” positivizandolo.

Siguiendo a Foucault podriamos comenzar sosteniendo que la figura del "transgresor" no es mas que la condensación de todas las imagos imaginables del profanador: un transgresor no invierte los valores, ni los cambia sino que desmiente el caracter mismo de "lo sagrado". Esta suerte de comportamiento profano ante lo sacro suele configurarse en el caso del transgresor en un campo, un área, un asunto. Digamos que los transgresores son altamente "temáticos": el que transgrede en la sexualidad es un padre devoto de pensamientos conservadores cuando se trata de empuñar la vara de la disciplina con los hijos, por ejemplo, o el artista creativo disoluto se confiesa políticamente de derecha a la hora de poner una mirada sobre la gobernabilidad de su nación. Sólo da vuelta la misma media sucia en un área-asunto, pero sin alterar lo sustancial, puesto que acabado el tiempo que dure su transgresión todo vuelve a acomodarse en su lugar habitual. Como mucho, el transgresor pone en entredicho los valores y ciertamente deslegitima la validez perpetua de sus sentidos rigidizados desacralizando "algo" considerado social y culturalmente como tal. Esa "puesta en cuestion" del valor moral la realiza a traves de su conducta: con su comportamiento pone en duda -transitoriamente- la aparente inflexibilidad distributiva de la moral, su presunto carácter universal y las creencias asociadas al “teatro de la normalidad”.

Pero aclaremos desde ya: el transgresor no es un subversivo de los valores.
Su acto quebrantador de la Ley pone al desnudo las falacias que estructuran a las normas y fundamentos, pero quebrantar no implica de modo alguno refundar nuevos valores ni examinar profundamente la sobreestimacion-estimacion-subestimacion a que empuja la moral del Bien y el Mal. El transgresor no impulsa ningun trabajo interno ni pensante tendiente a re-estimar el orden asfixiante de las valoraciones que él se encarga de eludir transitoriamente en su “actuar”. Quien transgrede vence momentaneamente la resistencia monificante y anquilosadora de las tradiciones legitimadas tomadas por incuestionables, pero no rompe la dura malla de sentidos en los se basa tal agobiante legitimidad. El transgresor no hace huella. Lo suyo es otra cosa: deja marcas desde lo que podriamos englobar como "lo escandaloso". Tampoco es un "Espíritu libre" aunque se lo pueda confundir groseramente con ellos. Se trata, por lo general, de seres libertinos, "primos" ni tan cercanos ni tan lejanos de los Free Spirits...

Indudablemente el transgresor “trabaja” (sin querer o acaso involuntariamente) en direccion a deslegitimar radicalmente los arbitrarios sentidos dominantes impuestos por la moral esclava. Convulsiona y altera, con limitaciones. Revuelve el río, sus pescados, las carnadas habituales , y ira de la línea para que algunos pescadores se sientan lo suficientemente incomodados al presenciar su llamativa in-conducta e inmoral proceder. Pero su juego es tan voraz como breve: entra por la exhultante puerta de la inversion de signo de los valores… pero cuando empieza a aburrirse de nuevo, salta por la avergonzante ventaneja de las adaptaciones funcionales (y vuelta al cotidiano cuento ilusionista, o a “lo mismo de siempre”).

Pese a que su actuar transgresor involucra una gran cantidad de energia disruptiva y contra-hegemonica, con eso no basta en absoluto para llegar a ese “otro acontecer” que es transvalorar .

No se trata de invertir por un rato los signos morales. No se trata de jugar cada tanto una partida adrenalínico para luego volver a ponerse las mismas vestiduras apolilladas de la costumbre.
Se trata de inaugurar “Le Grand Jeu”: crear nuevos valores.
Otros valores. Increados e impensados aún.
Más saludables, menos resentidos.
Valores solares, lumínicos, más potentes-potenciadores.
Valores que enaltezcan al individuo en su capacidad de conectarse con otros y crear efectos positivizantes de largo plazo capaces de componer nuevos trayectos de deseo.
Valores propios de una ética del deseo en la que la moral de esclavo quede arrinconada a su mínima expresión.

Pero volvamos a dar otra vuelta de tuerca a la imago del transgresor.
Ser transgresor no se yuxtapone con ser crítico, y menos aun con ser “edificante”. E invencionar valores no es re-crear ni maquillar lo dado sino pulverizar impiadosamente las imposiciones de sentido en cada campo que se pisa. Hacer de cada territorio en que se ponga la pisada un “campo”minado. Dejar telúricas huellas con las armas del enfrentamiento argumentado que posibilitan las ideas no metafisicas ni trascendentalistas. Indudablemente no es una tarea para cualquiera.
Un transvalorador y un transgresor no se diferencian sólo por “cuánto” dinamitan simbólicamente en su accionar, sino por la cualidad-intensidad-perdurabilidad que enmarca cada acto.
Mientras el transvalorador no deja combate por librar ni territorio que transformar bajo la mirada filosa de su peligrosa critica (arremetera deconstructivamente ya se trate de pensar lo politico, el amor, la muerte, la religion, el arte, el sexo, la tristeza o la justicia), el transgresor se resguarda detras de su goce inmediato en ciertos y no otros campos especificos.

El transgresor experimenta asi, en alguno de estos asuntos casi con exclusividad, un evanescente triunfo narcisista sobre… sobre qué??? Sobre qué “cree” triunfar el transgresor con su goce? Para despejar este punto comencemos destacando que el transgresor sólo triunfa en tanto tiene “escenario”, alguien que lo mire, que lo “espectacularice”. La transgresión (y por ende, quien la practica) paradojalmente siempre necesitara de un orden-Ley que romper, que tomar por asalto, que reducir (incluso hay ciertas “reducciones” transgresoras que toman un tono de bajo gusto y falta de delicadeza, casi un aire grotesque). El transgresor quiere su porción de espectacularidad y escenografia: algo del transgredir se conecta siempre con una “mise-en-scène”. El “acto” de la transgresion misma, en el fondo, no hace mas que poner en evidencia una pulseada narcisista: un Yo volitivo que se impone a alguien-algo y en ese “ponerse por encima de…” establece un balance de triunfo-derrota que no por ficticio deja de redundar en un levantamiento de la autoestima del transgresor. Por eso el transgresor finalmente nunca diluirá ni cuestionará en profundidad el universo encorsetante de las reglas, porque nada más y nada menos que su narcisismo se alimenta de ese sueño en que, por un rato e imaginariamente, un ficticio e inflamado Yo pareceria poder vulnerar un pequeño espacio de legalidad. Estamos ante una "moral de la transgresion", lejos aun de una "etica transvaloradora". El transgresor no llega (ni le interesa llegar) a ninguna empresa autenticamente propositiva en términos de moldear nuevos valores pues solo es un burlador efímero –aunque compulsivo- de la norma. No más. Nomás. El transgresor finalmente termina siendo un patético comediante sostenido por la mirada de algun-algunos otro/s que le reconocen la audacia, la picardia, y se desarman en aplausos semiaduladores. Desde este punto de vista la transgresion prestigia a quien la lleva a cabo. Y suena bastante lógico que el transgresor sea incluso casi “idolatrado” por su público de mirones: despues de todo vivimos y respiramos a diario las pestilencias de este mundo básicamente sostenido por cobardes e incapaces siquiera de contar con la mitad de energía teatral del transgresor…


Para el transvalorador la cosa es un tanto diferente. Para éste, el mundo todo y sus sistemas de creencias forman parte de sus batallas por el sentido. Y tales batallas las libra tanto simbólica como fisiológicamente: se necesita disponer de herramientas-armas símbolicas siempre afiladas para pelear dignamente por nuevos sentidos comenzando por instalar el sinsentido de los mandatos morales… y tambien se requiere de un cuerposangre capaz de tolerar los efectos de tales embates y enfrentamientos. Su carácter poco dulcificado y definitivamente fuerte son producto de una fisiologia igualmente poderosa. Pero como su vision es mas integral que la posee el resto de sus pares mortales, esta fuerza fisiologica nada seria si no contase con una delicada sensibilidad y capacidad emocional interactuante con el inmejorable funcionamiento de su "aparato racional". Otro aspecto interesante a resaltar lo constituye el hecho de que haya "debilidad/es" en el transvalorador (porque “este” sistema de valores que cuestiona lo ha atravesado y moldeado con sus puas perniciosas a él tambien…), pero hace de estas debilidades suyas apoyaturas para superarse constantemente en vez de enredarse quejumbrosamente en lamentos y detenimientos resentidos. Hace. Siempre hace. Y en varias direcciones (puesto que los valores no duermen ni descansan tranquilos en ningun area vital sin hacernos pagar algun “peaje” por aceptarlos y adaptarnos a ellos). No hay un quantum definido en su tarea transvaloradora, justamente porque el universo de valores es una retícula inconmensurable con alta capacidad de autoreciclado, lo cual hace que los avances en direccion a cuestionar la validez moral de algo siempre implique cierto retroceso en algun momento. Dado que su tarea de fracturar estructuras y denunciar sus elementos constitutivos moraloides es constante, sabe que por ello mismo es interminable. De alli que su narcisismo no se alimente de los logros de su trabajo de hormiga: la mínima biografia del transvalorador (temporalmente acotada a su finita existencia) no alcanzara jamás para cubrir su mision transvaloradora, y lo sabe. Y lo acepta sin lamerse la herida narcisista por ello. Desplazado el logro narcisista de acaparar los creditos por tratarse su “mision” de un inmenso trabajo que no terminara con su deceso como persona, igual pone todo su coraje en aportar al torrente impersonal del Gran Cambio. Su tarea es harto solitaria: un halo de incomprension lo rodea, y tambien una sensacion de desprecio por el mundo y sus banalidades hacen que disfrute de reflexionar en la grandeza de su entera soledad. Insistamos: no estamos ante un narcisista sino ante un egoísta con una autoestima perfectamente bien fundamentada y con un proyecto que lo trasciende somo Ser: arrancar de raiz la enfermedad moral enraizada en cada “asunto” de la vida y la muerte. Le importan un bledo los aplausos o reconocimientos: antes bien éstos serían como una especie de preocupante síntoma de aceptacion y amoldamiento de sus ideas a lo masivo rebañizado. El transgresor no trabaja para nadie, ni siquiera para sí mismo. Ha renunciado a su “falso y unificante Sí mismo” para constituirse en amo de un Sí mismo heterónimo, descentrado y multiple tal, que le permita dinámicamente jugar en todos los terrenos que le sea preciso jugar su mejor juego: criticar, demoler, inventar, crear, re-vivificar los tejidos cadavéricos de una sociedad impúdicamente decadente . No se erige en maestro de nadie, no le importan en lo mas mínimo los adeptos, aunque sí lleva una notable preocupación por delegar a los “mejores” que le sobrevivirán el sentido ético de esa inmensa tarea cuestionadora y transvalorativa a que se entregado.


Nuevos valores.
Valores para existencia de tono ascendente, fuerte, dueña de Sí.
Valores infinitamente más apegados a la vida como goce e intensidad que no desmienta ni el fino y multiforme rostro del placer ni la trágica cara del dolor o la muerte. Valores que nos permitan abrazar TODO. Valores que siempre tiendan a afirmar todo lo que nos aya sucedido, lo bueno y lo malo, sin exclusiones, desde un “amor fati” y una lógica ficcionalmente aportante al vitalismo que suponga el eterno retorno de lo mismo.

Valores que nos posibiliten enunciar libertariamente, algun día cercano:
-“Sí, así lo quise, así lo quiero, así lo volvería a querer si se repitiera mi existencia toda nuevamente.”



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