Nadar...
nadar incansablemente contra la peligrosa corriente de la servidumbre
nadar incansablemente contra la peligrosa corriente de la servidumbre
"El ejercicio de la dominación material
apareja inevitablemente tanto para el mismo como para su práctica,
una esclavitud más o
menos acentuada"
Herbert Spencer
El síntoma más
inequívocamente padecido por un ciudadano respecto del arbitrio de un gobierno
que pretende expandirse hasta el paroxismo, es el recorte gradual de sus
libertades individuales. Esta condición tan limitante como inaceptable,
retrotrae al individuo a la sujeción representada por las antiguas referencias
simbólicas propias de la condición de esclavo o de la servidumbre medieval. Un
gobierno voraz es la inaudita combinación trinitaria de un Amo al que
arrodillarse, un Señor al que tributar y un Dios secular al que se deberá
idolatrar fundido en una marea colectiva fascinada con el hechizo del paternalismo
dirigista.
El individuo
que elija sustraese de esa alienante y enfermizamente océanica sensación
masificante sentirá -con la completa certidumbre que aún le brinda una
saludable fortaleza singular- que quienes gobiernan están intentando borrar sin
contemplaciones su preciada condición ontológica autónoma.
Este síntoma
se padece en la medida en que el mismo expresa la pérdida de la libertad
individual y el preaviso de condena a todo aquel que manifieste el derecho
radical a la diferenciación. En esa inadecuación del espíritu libertario a la
imposición del estribillo colectivo encuentra su forma la rebelión contra la
exigencia de igualación y la práctica de la desobediencia civil ante la inmoral
obligación de rendir pleitesía y culto a las vulgaridades falaces que pregona
el estatismo.
¿Qué se
encuentra solapado en las tinieblas, en el revés, en el negativo de este
síntoma que experimenta el ciudadano insubordinado frente a la prédica
impositiva de la religión política? Diremos que si el síntoma es la falta de
libertad del individuo, aquél es reflejo de un signo no menos peligroso ni
letal: el signo de un poder político que ha activado en forma declarada la
semilla del autoritarismo que anida en toda voluntad de control gubernamental.
La visibilidad
que adquieren bajo estas condiciones la coerción, la coacción, la corrupción,
el fanatismo y el autoritarismo no son más que los modos en que se desenmascara
a sí misma la mafiosa ambición de poder de todo gobierno amante de la desproporción
cuando se aferra a la posibilidad de autoperpetuar su saqueo a la sociedad al
amparo de esa bestia ilimitada que llamamos “Estado”.
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