La patria en verso (o el verso de la patria?)
“Ninguno ama a su patria porque es grande,
sino porque es suya.”
Séneca
“La libertad de mi patria, quisiera verla surgir entre alas,
no de entre charcas de sangre.”
José Marti
no de entre charcas de sangre.”
José Marti
Bicentenario desde un mapa en carne viva
Invocar este extenso poema de Cortázar un 25 de Mayo bicentenario es casi un desafío al festejo banal, una ligera patada en el trasero a la gastronomía hipernacionalista de estos días con su menú de locro y empanadas, una desteatralización de la escarapelada escenografía patriótica que se respira por las calles de nuestra querida Argentina.
Hay quienes han visto en este poema una crítica carta abierta durísima para con la patria misma, una descripción cruda de sus desgarraduras, un canto casi desesperado que grita desde la tinta las contradicciones y ficciones fundacionales argentinas.
Hay quienes han visto en este poema una crítica carta abierta durísima para con la patria misma, una descripción cruda de sus desgarraduras, un canto casi desesperado que grita desde la tinta las contradicciones y ficciones fundacionales argentinas.
El poema pertenece a un ciclo iniciado por Cortázar en 1950 que se publica en 1955 con el llamativo y elocuente título de “Razones de cólera”. En él, el escritor repasa nuestra conflictiva identidad de mosaico, esa misma identidad a la que el pensamiento correcto llama “pluralidad” aunque en la vida diaria y en nuestras actitudes cívicas convivenciales de ciudadanos poco y nada tengamos de "plurales" o tolerantes. Nos hartamos de escuchar y de hablar acerca de las bellezas variadas de nuestra geografía, climas, paisajes. Pero no aceptamos con la misma facilidad que este país ha sido armado desde un complejísimo troquelado de etnias, razas, orígenes. El poema ciertamente me concierne, al menos en este punto tan visceral. Soy nieta de una mujer descendiente de una etnía charrúa, de un hombre que –cuando se le preguntaba por su ascendencia- se limitaba sencillamente a decir “siempre fui de acá”, y también soy nieta de una sencilla mujer descendiente de italianos del Sur, y de un hombre hijo de Yugoslavos croatas nacidos bajo el reinado de Francisco José I.
Aindiados, criollos, europeos, blanquitos, negros, cabecitas. Sí, yo misma soy la geografía genética de este mestizaje que ha configurado al país. Cortázar enuncia poéticamente, no sin dureza, en que consiste esa mezcla.
Aindiados, criollos, europeos, blanquitos, negros, cabecitas. Sí, yo misma soy la geografía genética de este mestizaje que ha configurado al país. Cortázar enuncia poéticamente, no sin dureza, en que consiste esa mezcla.
Luego, se hacen visibles las "otras mezclas". El poema lunfardea con palabras propias de las clases populares, resonancias del mundo futbolero -pasión nacional-, o del cuadrilátero de las piñas boxísticas. Así, entre personajes, provincias y barrios, va tejiendo lúdicamente sentidos en los que se trama la marginalidad, la cotidianeidad y la intelectualidad. Un tejido simbólico en el que se gestan diversos enunciados contrapuestos que aspiran todos a enunciar "lo real", dándole vida a una constante irresolución de las contradicciones. Porque vivimos también metidos en un tejido de símbolos, sentidos, vocablos, íconos contrapuestos-antagónicos-agonísticos. Rompecabezas de tribus linguísticas y seres en perpetuo conflicto...
El poema se vuelve por momentos filoso, arremetiendo en una crítica severa contra el caudillismo y sus fervores nefastos, contra la demagogia y su abono al veneno del resentimiento, contra el folklorismo del poncho revoleado arriba del escenario sponsoreado por multinacionales.
Un poema tenso, que tensa y que dispone las tensiones argentinas como si el poeta tratara de abrir un mapa en carne viva, oler sus venas, trepar por sus latidos de sinsentidos, trazar las rutas ventosas de la sangre y su verbo arremolinado.
Cortázar intenta esta experiencia de poetizar la carne viva de la patria, y lo hace no sin gotear por momentos cierta irremediable pena por nuestras desgarraduras, cierta tristeza por nuestros imposibles puntos de encuentro, por nuestros odios (insalvables?), por ese nostálgico regusto de regodearnos en el culto al pasado, por nuestros lamentables estancamientos políticos y sociales, por nuestra incapacidad para llevar a cabo un real proyecto de grandeza.
Dejo entonces que este 25 de mayo patriótico hable desde las letras poéticopolémicas de Don Julio…
Poema “La patria”
Julio Cortázar
Esta tierra sobre los ojos,
este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles,
esta noche continua, esta distancia.
Te quiero, país tirado más abajo del mar, pez panza arriba,
pobre sombra de país, lleno de vientos,
de monumentos y espamentos,
de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos,
escupido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas,
repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando
de babas y estupor canchas de fútbol y ringsides.
Pobres negros.
Te estás quemando a fuego lento, y dónde el fuego,
dónde el que come los asados y te tira los huesos.
Malandras, cajetillas, señores y cafishos,
diputados, tilingas de apellido compuesto,
gordas tejiendo en los zaguanes, maestras normales, curas, escribanos,
centroforwards, livianos, Fangio solo, tenientes primeros,
coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos,
bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos,
secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco,
contraflor al resto. Y qué carajo,
si la casita era su sueño, si lo mataron en
pelea, si usted lo ve, lo prueba y se lo lleva.
Liquidación forzosa, se remata hasta lo último.
Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía,
te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña
envuelto en la bandera que nos legó Belgrano,
mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate
con su verde consuelo, lotería del pobre,
y en cada piso hay alguien que nació haciendo discursos
para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos.
Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos,
pobres blancos que viven un carnaval de negros,
qué quiniela, hermanito, en Boedo, en la Boca,
en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera,
en los ranchos que paran la mugre de la pampa,
en las casas blanqueadas del silencio del norte,
en las chapas de zinc donde el frío se frota,
en la Plaza de Mayo donde ronda la muerte trajeada de Mentira.
Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking,
vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga,
tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas,
tango, coraje, puños, viveza y elegancia.
Tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado
en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia.
Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo
saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga,
no te metás, qué vachaché, dale que va, paciencia.
La tierra entre los dedos, la basura en los ojos,
ser argentino es estar triste,
ser argentino es estar lejos.
Y no decir: mañana,
porque ya basta con ser flojo ahora.
Tapándome la cara
(el poncho te lo dejo, folklorista infeliz)
me acuerdo de una estrella en pleno campo,
me acuerdo de un amanecer de puna,
de Tilcara de tarde, de Paraná fragante,
de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos
quemando un horizonte de bañados.
Te quiero, país, pañuelo sucio, con tus calles
cubiertas de carteles peronistas, te quiero
sin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho,
nada más que de lejos y amargado y de noche.
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