El papa debería ser interrogado por los casos de abuso sexual
“Llevar al papa a la justicia”
Por Christopher Hitchens
Fuente: NEWSWEEK
Publicado el 23 de abril de 2010
Ver el artículo original en: http://www.newsweek.com/id/236934
Traducción al español: Javier Cebrelli / Gabi Romano
Detener o llamar a testificar al papa para ser interrogado en los escándalos de violación de menores? Deben estar bromeando. Muy bien, entonces intente la única formula alternativa: declarar al papa por encima de todas las leyes locales e internacionales, e immune cuando hablamos de responsabilidad personal e institucional por proteger criminales. La broma nos la harían a nosotros.
El argumento para llevar la cabeza de la jerarquía católica dentro de la órbita de la ley es bastante sencillo de esgrimir. Todo lo que conlleva es la habilidad de contemplar al emperador desnudo y preguntar “Por qué?”. Mentalmente despójalo de sus vestimentas papales e imagínalo en un traje, y Joseph Ratzinger se convierte en un simple burócrata bavario que ha fallado en la única tarea que alguna vez se propuso, la del control de daños. En principio la pregunta no era tan importante. En 2002, ocurre que estaba en “Hardball with Chris Matthews”, analizando lo que el fiscal general de Massachusetts, Thomas Reilly, había llamado el encubrimiento masivo por la iglesia de los crímenes contra niños por parte de más de mil sacerdotes. Pregunté por qué el hombre que es en primera instancia responsable, el Cardenal Bernard Law, no está siendo interrogado por las fuerzas de la ley y el orden? Por qué se le permite a la iglesia ser el juez en su propio caso y se le dá la capacidad en efecto de llevar a cabo cortes privadas donde criminales malvados e importantes terminan siendo “perdonados”? Este punto debe haber un poco flotado en el aire, y tal vez hasta entro en la propia mente del cardenal Law, porque en diciembre de aquel año el dejó Boston apenas horas antes de que las tropas del Estado llegarán con la requisitoria en busca de su testimonio ante el Gran Jurado. Adónde fue? A Roma, donde votó en la elección del Papa Benedicto XVI y ahora preside la hermosa iglesia de Santa Maria Maggiore, asi como varios subcomités del Vaticano.
En mi presentacion, el actual escándalo pasó el punto de no retorno cuando el Vaticano oficialmente se volvió un escondite de un hombre que era poco menos que un fugitivo de la justicia. Refugiando a tal reconocido criminal en su propio vientre, el Vaticano ha atraído a la metástasis del horror dentro de su seno y por lo tanto a su propia cabeza. Es obvio que el cardenal Law no podría haber escapado o haber recibido asilo sin la aprobación del entonces pontifice y del entonces su más confiable lugarteniente en asuntos del control de daños en la violación de menores, el entonces cardenal Joseph Ratzinger.
El desarrollo desde esa epoca ha asombrado, incluso, hasta al mas duro apologista papal por su rapidez y escala. Nos sólo tenemos la carta que el cardenal Ratzinger envió a todos los obispos catolicos, urgiéndolos enfáticamente a reportar violaciones y casos abusos exclusivamente a su despacho. Eso sería ya lo suficientemente malo en sí mismo, ya que toda persona que tiene conocimiento de un crimen como este tiene la obligación de reportarlo a la policía. Pero ahora, desde Munich y Madison, Wisconsin y Oakland, llegaban reportes de la protección e indulgencia de pederastas que tenían lugar bajo la vigilancia del propio papa, tanto durante su período como obispo o en la época en que fue jefe oficial del Vaticano en la neutralización de la crisis. Sus apologistas han hecho lo mejor que podían, pero su Santo Padre parece haber sido consistentemente negligente y permisivo con los criminales, mientras reservaba su severidad para con los que se quejaban acerca de aquellos.
Mientras esto se volvía horriblemente obvio, llamé por telefono a un distinguido consejero en derechos humanos en Londres, Geoffrey Robertson, y le pregunté si la Ley no tenía el poder para intervenir. En lo absoluto, fue su tranquila respuesta. Si su santidad trata de viajar fuera de su propio territorio, como se propone viajar a Gran Bretana en otoño, no hay ninguna otra razón para que se sienta a salvo que la misma que tenía el una vez magníficamente uniformado general Pinochet, quien habia impuesto una ley chilena que pensaba le garantizaría su propia inmunidad, pero fue atrapado por los policías británicos de todos modos. Mientras escribo esto, aparecen fiscales y hay estrategias que se están preparando (de los dos lados, ya que el mismo Vaticano huele el peligro). En Kentucky hay un juicio entre las cortes que busca el testimonio del mismo papa. En Inglaterra, se propone que cualquiera de los numerosos posibles fiscales podría entregarle al papa una orden judicial en forma privada, si se atreve a mostrar su cara. La ICC (International Criminal Court) –la cual ya este año anuló la inmunidad y procesó al terrible presidente de Sudán- puede ser requerida para decidir sobre “crimenes contra la humanidad”, una definición legal que incluye cualquier patrón consistente de violación o explotación de niños, y que haya sido avalado por un gobierno.
En Kentucky, los abogados del papa, ya han manifestado su intención de responder a cualquier iniciativa invocando la “inmunidad soberana” ya que se alega que su santidad es tambien jefe de Estado. Uno se pregunta si los católicos sinceros realmente desean refugiarse en esta fórmula. La así llamada Ciudad del Vaticano, una no-entidad política que ocupa aproximadamente 0.17 millas cuadradas de Roma, fue creada por Benito Mussolini en 1929 como parte de su amoroso pacto entre el fascismo y el papado. Es la última sobreviviente de la arquitectura política de los poderes del Eje. Su falso alegato de ser un Estado esta ahora siendo usado para dar asilo a hombres como el cardenal Law.
En este punto la iglesia se condena a sí misma de dos maneras. Invita a que desafiemos -aquí es donde el recurso a la Corte Europea de Derechos Humanos se vuelve relevante- su condición de Estado. Y llama la atención a los orígenes repelentes de ese mismo Estado. Actualmente la Santa Sede tiene dos cosas. Por ejemplo, esta exenta del informe anual del Departamento de Estado de Derechos Humanos, precisamente porque NO es considerado un Estado (sólo tiene el estatuto de observador en las Naciones Unidas). Por lo tanto si ahora quiere alegar su pleno carácter de Estado, lo lógico sería que reciba toda la atención del Departamento de Estado por sus politicas “laicas” y, por lo tanto toda la atención del Departamento de Justicia también. (Primera orden del día –por qué rayos no estamos exigiendo la extradición del cardenal Law? Y por qué este tema tan grave se deja en manos privadas?).
Es muy difícil resistir la conclusión de que este papa no persigue una investigación seria o demanda la remoción de aquellos responsables de un patrón consistente de violación de niños y su ocultamiento, porque hacer esto implicaría su propio procesamiento. Pero mientras, por qué se espera de nosotros que observemos pasivamente o nos preguntemos por qué la iglesia no limpia su propia mugre? Un caso puntual: el cardenal Castrillón de Colombia escribió desde el Vaticano para felicitar a un obispo francés que se arriesgó a ir a la cárcel antes que denunciar a un brutal sacerdote violador. Castrillón fue invitado esta semana a conducir una suntuosa misa en latín en Washington. La invitación fue inmediatamente retirada después de una tormenta de indignación, pero nadie preguntó por qué el cardenal no podía ser considerado cómplice a una política oficial del Vaticano que expuso a miles de niños americanos a violadores y sádicos.
Recién este pasado Marzo la iglesia vergonzosamente y a regañadientes aceptó que todos los violadores de niños debían ser entregados a las autoridades civiles. Muchísimas gracias. Eso fue una clara admisión de que una enorme ilegalidad, una de un tipo muy desagradable, fue puesta en práctica hasta ahora. Los eufemismos acerca del pecado y el arrepentimiento no sirven. Esto es acerca de crímenes –crimen organizado, dicho sea de paso- y por lo tanto de castigo. O tal vez Ud preferiría ver la sombra de Mussolini protectivamente sobre el Vicario de Cristo? El antiguo símbolo romano del pez esta podrido, y podrido desde la cabeza.
Christopher Hitchens, un colaborador de NEWSWEEK, es columnista de Vanity Fair y autor de “Dios no es bueno”.
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Artículo original:
The Pope should be questioned in sex-abused cases
"Bring the Pope to justice"
By Christopher Hitchens
NEWSWEEK
Published Apr 23, 2010
From the magazine issue dated May 3, 2010
http://www.newsweek.com/id/236934
Detain or subpoena the pope for questioning in the child-rape scandal? You must be joking! All right then, try the only alternative formulation: declare the pope to be above and beyond all local and international laws, and immune when it comes to his personal and institutional responsibility for sheltering criminals. The joke there would be on us.
The case for bringing the head of the Catholic hierarchy within the orbit of law is easily enough made. All it involves is the ability to look at a naked emperor and ask the question "Why?" Mentally remove his papal vestments and imagine him in a suit, and Joseph Ratzinger becomes just a Bavarian bureaucrat who has failed in the only task he was ever set—that of damage control. The question started small. In 2002, I happened to be on Hardball With Chris Matthews, discussing what the then attorney general of Massachusetts , Thomas Reilly, had termed a massive cover-up by the church of crimes against children by more than a thousand priests. I asked, why is the man who is prima facie responsible, Cardinal Bernard Law, not being questioned by the forces of law and order? Why is the church allowed to be judge in its own case and enabled in effect to run private courts where gross and evil offenders end up being "forgiven"? This point must have hung in the air a bit, and perhaps lodged in Cardinal Law's own mind, because in December of that year he left Boston just hours before state troopers arrived with a subpoena seeking his grand-jury testimony. Where did he go? To Rome , where he later voted in the election of Pope Benedict XVI and now presides over the beautiful church of Santa Maria Maggiore , as well as several Vatican subcommittees.
In my submission, the current scandal passed the point of no return when the Vatican officially became a hideout for a man who was little better than a fugitive from justice. By sheltering such a salient offender at its very heart, the Vatican had invited the metastasis of the horror into its bosom and thence to its very head. It is obvious that Cardinal Law could not have made his escape or been given asylum without the approval of the then pontiff and of his most trusted deputy in the matter of child-rape damage control, then cardinal Joseph Ratzinger.
Developments since that time have appalled even the most diehard papal apologists by their rapidity and scale. Not only do we have the letter that Cardinal Ratzinger sent to all Catholic bishops, enjoining them sternly to refer rape and molestation cases exclusively to his office. That would be bad enough in itself, since any person having knowledge of such a crime is legally obliged to report it to the police. But now, from Munich and Madison , Wis. , and Oakland , come reports of the protection or indulgence of pederasts occurring on the pope's own watch, either during his period as bishop or his time as chief Vatican official for the defusing of the crisis. His apologists have done their best, but their Holy Father seems consistently to have been lenient or negligent with the criminals while reserving his severity only for those who complained about them.
As this became horribly obvious, I telephoned a distinguished human-rights counsel in London , Geoffrey Robertson, and asked him if the law was powerless to intervene. Not at all, was his calm reply. If His Holiness tries to travel outside his own territory—as he proposes to travel to Britain in the fall—there is no more reason for him to feel safe than there was for the once magnificently uniformed General Pinochet, who had passed a Chilean law that he thought would guarantee his own immunity, but who was visited by British bobbies all the same. As I am writing this, plaintiffs are coming forward and strategies being readied (on both sides, since the Vatican itself scents the danger). In Kentucky , a suit is before the courts seeking the testimony of the pope himself. In Britain , it is being proposed that any one of the numberless possible plaintiffs might privately serve the pope with a writ if he shows his face. Also being considered are two international approaches, one to the European Court of Human Rights and another to the International Criminal Court. The ICC—which has already this year overruled immunity and indicted the gruesome president of Sudan—can be asked to rule on "crimes against humanity"; a legal definition that happens to include any consistent pattern of rape, or exploitation of children, that has been endorsed by any government.
In Kentucky , the pope's lawyers have already signaled their intention to contest any such initiative by invoking "sovereign immunity," since His Holiness is also an alleged head of state. One wonders if sincere Catholics really desire to take refuge in this formulation. The so-called Vatican City , a political nonentity covering about 0.17 square miles of Rome , was created by Benito Mussolini in 1929 as part of his sweetheart deal between fascism and the papacy. It is the last survival of the political architecture of the Axis powers. Its bogus claim to statehood is now being used to give asylum to men like Cardinal Law.
In this instance the church damns itself both ways. It invites our challenge—this is where the appeal to the European Court of Human Rights becomes relevant—to its standing as a state. And it calls attention to the repellent origins of that same state. Currently the Holy See has it both ways. For example, it is exempt from the annual State Department Human Rights Report precisely because it is not considered a state. (It maintains only observer status at the United Nations.) So, if it now does want to claim full statehood, it follows that it should receive the full attention of the State Department for its "lay" policies, and, for that matter, the full attention of the Justice Department as well. (First order of business—why on earth are we not demanding the extradition of Cardinal Law? And why is this grave matter being left to private individuals to pursue?)
It is very difficult to resist the conclusion that this pope does not call for a serious investigation, or demand the removal of those responsible for a consistent pattern of child rape and its concealment, because to do so would be to imply the call for his own indictment. But meanwhile why are we expected to watch passively or wonder idly why the church does not clean its own filthy stable? A case in point: in 2001 Cardinal Castrillón of Colombia wrote from the Vatican to congratulate a French bishop who had risked jail rather than report an especially vicious rapist priest. Castrillón was invited this week to conduct a lavish Latin mass in Washington . The invitation was rightly withdrawn after a storm of outrage, but nobody asked why the cardinal could not be held as an accessory to an official Vatican policy that has exposed thousands of American children to rapists and sadists.
Only this past March did the church shamefacedly and reluctantly agree that all child rapists should now be handed over to the civil authorities. Thanks a lot. That was a clear admission that gross illegality, and of the nastiest kind, has been its practice up until now. Euphemisms about sin and repentance are useless. This is a question of crime—organized crime, by the way—and therefore of punishment. Or perhaps you would rather see the shade of Mussolini thrown protectively over the Vicar of Christ? The ancient Roman symbol of the fish is rotting—and rotting from the head.
Hitchens, a NEWSWEEK contributor, is a columnist for Vanity Fair and the author of "God Is Not Great".
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