Nuestras opciones.
Digamos que las opciones cuando son tales, no tienen demasiado de singular, y sí apestan a subjetividad precocida en el horno de los dispositivos biopolíticos.
Veamos un ejemplo candente para explicitar someramente este mecanismo de falsa elección y circulación de la mortificación, los valores tradicionales y el problema complejo de la libertad: me referire asi a la problematica del aborto. En la misma se ha remarcado hasta el cansancio que quien elige no traer un niño a esta tierra ha hecho justamente eso: elegir. Se insiste, de un lado y otro del debate, en que se ha elegido. Eligió la que ha abortado, y también ha elegido la que ha dado a luz. El punto a destacar aquí no sólo es acerca de la distribución de la culpa (que por supuesto, queda adherida al caso de la que ha interrumpido un embarazo) sino la distribución de la virtud (que desde luego, busca coronar con la gloria de una supuesta bienaventurada maternidad esencialista a la que ha resuelto parir al vástago). Curiosamente ambos discursos están atrapados en la supuesta libre elección de estas dos hipotéticas mujeres. Quien elige traer un ser a este mundo, lo hace sumido en un conjunto de condiciones-condicionantes que podrán ser más o menos adversas, más o menos concientes, más o menos “forzadas”, pero que definitivamente ubican ese alumbrar en el horizonte de lo posible. Y ese nacimiento se inscribe, por lo tanto, en el "orden de lo posible". Si los deseos de ser madre están anudados a las representaciones sociales dominantes que, en su voluntad uniformizante, exigen a la mujer, para ser tal, ecuacionar con ser madre (antigua ecuación mujer=madre) pues una vez más no estamos hablando de elegir sino de optar entre una cierta cantidad bastante restringida de modelos de “realización” de lo femenino. Incluso correrse de ese mandato social maternalizante de la feminidad, corre el riesgo de terminar siendo un mandato más a optar si consideramos que no-ser-madre podría experimentarse como uno de los modelos a escala de lo femenino disponibles para las subjetividades en tránsito de este nuevo siglo. Más allá de ser madre o asumir una existencia sin llegar a serlo, el aborto deja en visibilidad el tema de la libertad de elección. Recuerdo un grupo cristiano pro-choise llamado “Católicas por el derecho a elegir”, lo cual no da sino la pauta de que incluso dentro de las propias practicantes de la religiosidad hay espacio suficiente para ubicar la idea de “elegir”. Esto me huele raro, me dije en su momento. Hoy, muchos años más tarde no puedo menos que hacer de esa rareza de entonces la obligacion de un ejercicio de sospecha. Personalmente adhiero con total convicción a este llamado “derecho a elegir”. Pero digamos que se trata más bien de un derecho a optar: ser madre o no, serlo en un momento de la vida pero en otro no, continuar el embarazo pero evaluar la dación en adopción del recién nacido, y/o todas las diversas formas que adquiera el ejercicio de este derecho. Se trata no de elegir, sino de optar pues no hay invencion propiamente dicha en tales situaciones sino opciones dentro de practicas decisorias preformadas. Asimismo, las condiciones que hacen posible la maternidad para una mujer, son condiciones para hacer posible la no-maternidad para otra. Las opciones no son demasiadas en ninguno de los casos (en la mayoría de las situaciones de este tipo se trata de auténticas disyuntivas) y la decisión por que se opte con respecto a ese posible cuya fácticidad se desarrolla nada menos que en las cavidades del propio cuerpo, estará sujeta a las condiciones de posibilidad que cada una evalúe como viables para seguir adelante con el embarazo, o a las condiciones de posibilidad que otra evaluará como viables para interrumpir la gestación. En ambas posiciones asumibles con respecto a esta disyuntiva, estaremos siempre hablando de una sujeción a lo posible. Evaluar la posibilidad de un aborto es complejamente eso mismo: trabajar emocional, afectiva y racionalmente sobre lo posible. Un primer posible, digamos, primario (la gametogénesis disparada en su aparato reproductor) sobre al que siguen nuevos posibles o posibles secundarios (los que sucedan a partir de optar, o más ajustadamente, de ubicarse en una de las dos acciones que supone la disyuntiva de proseguir o interrumpir). A decir verdad, también se podría rastrear en este eslabonamiento de posibles, los posibles que precedieron tanto como los que seguirán, pues ya ha quedado expuesta la cordial relación entre lo posible y las linealidades causales temporales. Como va quedando en claro ya a través de este ejemplo, tampoco se trata de dilematizar falsamente lo posible (alumbrar un nuevo ser) contra lo imposible (imposibilitar una vida en proceso, asesinar, tal como lo presenta enfermamente la culpógena visión del catolicismo) sino de un mismo posible abordable luego desde diferentes decisiones que comprometerán, claro está, el suceder de otros siguientes posibles. Se trata de cómo será la continuidad o discontinuidad de un mismo posible, un mismo “ya sucedido” (el embrión está ya alojado en el útero de esa mujer más allá de cómo siga el decurso de este hecho en sí, junto con esa génesis de tejidos es lo que hay) adviniendo sí nuevas configuraciones que devendrán de la decisión que tenga lugar en la existencia concreta de esa mujer en particular con respecto al hecho real de que ya su célula reproductiva se ha cruzado genéticamente con otra célula reproductiva masculina exitosamente (hablando en términos de reproducción biológica) y se ha disparado un incesante proceso de diferenciación y multiplicación propio del desarrollo de la embriogenia. Las divisiones mitóticas de su óvulo fecundado, las segmentaciones, la gastrulación, y toda la epigénesis que se desata en el amnios al interior de un cuerpo femenino, simplemente pueden suceder y en estos casos, suceden, y todo ello conforma el posible sobre el cual se inscribe la futura decisión. En este punto lo posible sinonima con lo real. Este proceso en el que lo posible sucedió bajo condiciones facilitadoras para ello, está en sí mismo, exento de valor, de culpa, e incluso de sentido que no sea otro que la perdurabilidad de la especie humana en el juego ateleológico de la evolución en general.
Por más soberanía decisoria que pueda tener una mujer para dar curso a ese embarazo o para interrumpirlo, lo hará siempre sobre lo posible de un real sucedido sobre el que no hay nada que hacer pues ya es pura facticidad, no hay nada allí que elegir. Sucede. Es ya. Se ha disparado. Es su posible. Un posible que escapa de ella misma desde el momento en que “se ha hecho hecho” en la mórula. Lo que sí podrá es significar esa organogénesis, ese posible ya instalado, a través de sus decisiones futuras, las cuales como ya se señaló, se hallan siempre situadas, restringidas, condicionadas, y en consecuencia, no libres. Así planteadas las cosas, el discurso feminista aún apelando a la falacia de las libertades individuales de una mujer gestante, sin embargo, es el que se encuentra más cerca de la puerta de salida con respecto a esa mentira condenatoria llamada “free choice”. Aún reivindicando la libertad de elegir como derecho de las mujeres -siendo ambas expresiones inadecuadas en sentido estricto pues no hay ni libertad ni elección sino un posible y consecuente devenir ligado a opciones restrictas- este derecho supondría la existencia de un grado de independencia prácticamente ideal, por no decir inexistente desde el que se elegiría a conciencia (con todas las salvedades también que implicaría saber qué queremos decir exactamente con este “a conciencia”). Pero pese a todo, la postura feminista en sus matices y diferencias al interior del colectivo femenino, no deja de ser más acertada, liberadora, desculpabilizante y adecuada por lejos si se la compara con las retrogradeces que el discurso moralizante tradicional ha enarbolado contra el aborto. Y esto es asi, primero porque el feminismo sitúa a cada mujer en sus concretas coordenadas y no en un supuesto universal abstracto. Y digo que se encuentra más cerca de denunciar la mentira de la libre elección incluso a pesar de apelar a libertad y elección sin haberlas estrictamente hablando, porque la asíntota del discurso de género con respecto a la libertad ha sido relevante siempre, y ha denunciado constantemente que abortar o no hacerlo se trata en última instancia de un asunto que pone en juego ni mas ni menos que la soberanía sobre el propio cuerpo. Y el cuerpo es humus de lo posible, y por eso mismo, esclavo de las razones concientes y las cadenas causales. Pero sobretodo, un cuerpo singular es un enigma de potencia, como tan bien lo dejara sentado el gran Baruch. El cuerpo, un cuerpo pleno, un cuerpo en el esplendor de su realizabilidad es inimaginable en su potencia, es campo de fuerzas para lo imposible.
Me gustaría analizar los vaivenes y locuras que ha acarreado a la masculinidad el mandato masculino hombre=padre, pero me voy a ir al carajo del tema central de elegir/optar en sus complejas anulaciones con lo posible. El asunto es, no podemos movernos fácilmente de los modelos, ergo, se opta. Pues el costo de romper en serio modelos exige de un violentamiento tal de los libretos, un apartamiento tan radical de la pobreza de “lo que hay”, un exceso de vitalismo, una soledad de la serialidad tal, una derroche de alegría, una generosidad que no deja de ser autoafirmadamente altiva, una capacidad para dar abrazo hacia todos los tonos del propio alma y el vivir, una dosis tan alta de anticuerpos contra el resentimiento, y una coherencia en la cotidianeidad combinatoria que adquieren día a día todos estos elementos que tan magna tarea sobre sí mismo, no es abordable por cualquier espíritu mediocre. Y como decía el maravilloso Álvaro de Campo, por tinta y boca de Pessoa, en su “Tabaquería”:
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo,
aunque tenga razón.
Lo posible en si me exige un tipo de riesgo las más de las veces semicontrolado, pero casi siempre garantiza un máximo de funcionalidad social. ¿Por qué? Porque cuando se “leen” adecuadamente las condiciones de lo real, se las interpreta lógicamente, se puede aprovechar racionalmente para determinado fin este terreno fértil para que suceda… lo posible. Lo posible, simplemente sucede. Su carril es el suceder. No hay corte, o casi no lo hay. No hay quiebre, es casi un decurso “natural” de las cosas cuando las escenografías e interacciones se leen inteligentemente. Lo posible es un llano suceder muy demasiado aliado a lo real, e incluso confundido con este ultimo. Claro que con esto no quiero decir que en lo sucedido-posible no haya quantums de energía puestos en juego, o que esa planicie de condiciones sobre las que se arma la posibilidad en su concretud esté exenta de exigencias y apuestas y proyectos y temblores. Pero lo posible se mueve en las aguas del “plan racional”, de los propósitos, de las finalidades, de los objetivos, de lo que “razonablemente así debía suceder”. Y en esas aguas hay mucho sedimento cercano a la razón, a lo supuestamente objetivo, al deber, pues si es posible es que no ha podido ser de otra manera. Ha debido ser así. Ha sido necesario que así sea. Es ya.
Pero insisto, esto a lo que solemos llamar “lo posible” no es un acontecimiento.
Ya estoy metida en estas aguas que agitan sus espumas entre lo posible y cuencen sus mareas en lo imposible. Nadare. Y advierto entre los juegos de la sal y las calmas que simulan serlo, que es bajo la ley de la unidad de los contrarios donde hierve subterráneamente lo imposible.
Otras corrientes
el mismo elemento
y arremolinados imposibles.
Alli estare.
* Uffffffffffffffffffffffffffff, mi teclado parece sufrir una suerte de esquizofrenia tecnica por la cual oscila entre permitirme la escritura de los acentos, e impedirmelo, dependiendo de no-se-que a decir verdad... intentare no apelar al animismo tecnologico pero juro que he empezado a lanzarle miradas endiabladas y ha sentir microdeseos de aniquilacion insultante hacia sus teclas en rebelion. Perdon por la oscilacion entre palabras correctamente acentuadas y repentinas que no lo estan -como esta-. Intentare resolver esto para el proximo post.
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