No ser indigno de lo que nos sucede
Gilles Deleuze
Dudamos a veces en llamar estoica a una manera concreta o poética de
vivir, como si el nombre de una doctrina fuera demasiado libresco, demasiado
abstracto para designar la relación más personal con una herida. Pero ¿de dónde
surgen las doctrinas sino de heridas y aforismos vitales, que son otras tantas
anécdotas especulativas con su carga de provocación ejemplar? Hay que llamar
estoico a Joe Bousquet. La herida que lleva profundamente en su cuerpo, la
aprende sin embargo, y precisamente por ello, en su verdad eterna como
acontecimiento puro. En la medida en que los acontecimientos se efectúan en
nosotros, nos esperan y nos aspiran, nos hacen señas: «Mi herida existía antes
que yo; he nacido para encarnarla.» Llegar a esta voluntad que nos hace el acontecimiento, convertirnos en la casi-causa de lo que se produce en nosotros, el Operador,
producir las superficies y las dobleces en las que el acontecimiento se
refleja, donde se encuentra incorporal y manifiesto en nosotros el esplendor
neutro que posee en sí como impersonal y preindividual, más allá de lo general
y de lo particular, de lo colectivo y lo privado: ciudadano del mundo. «Todo
estaba en su sitio en los acontecimientos de mi vida, antes de que yo los
hiciera míos; y vivirlos, es sentirse tentado de igualarme con ellos, como si
les viniera sólo de mí lo que tienen de mejor y de perfecto.» O bien la moral no
tiene ningún sentido, o bien es esto lo que quiere decir, no tiene otra cosa
que decir: no ser indigno de lo que nos sucede.
(...)
De este gusto a este deseo, en cierto modo no cambia nada, excepto un cambio de voluntad, una especie de salto sobre el mismo lugar de todo el cuerpo que cambia su voluntad orgánica contra una voluntad espiritual que quiere ahora, no exactamente lo que sucede, sino algo en lo que sucede, algo por venir conforme a lo que sucede, según las leyes de una oscura conformidad humorística: el Acontecimiento. Es en este sentido que el Amor fati se alía con el combate de los hombres libres. Que en todo acontecimiento esté mi desgracia, pero también un esplendor y un estallido que seca la desgracia, y que hace que, querido, el acontecimiento se efectúe en su punta más estrecha, en el filo de una operación, tal es el efecto de la génesis estática o de lainmaculada concepción. El estallido, el esplendor del acontecimiento es el sentido. El acontecimiento no es lo que sucede (accidente); está en lo que sucede el puro expresado que nos hace señas y nos espera. Según las tres determinaciones precedentes, es lo que debe ser comprendido, lo que debe ser querido, lo que debe ser representado en lo que sucede. Bousquet añade: «Conviértete en el hombre de tus desgracias, aprende a encarnar su perfección y su estallido.» No se puede decir nada más, nunca se ha dicho nada más: ser digno de lo que nos ocurre, esto es, quererlo y desprender de ahí el acontecimiento, hacerse hijo de sus propios acontecimientos y, con ello, renacer, volverse a dar un nacimiento, romper con su nacimiento de carne. Hijo de sus acontecimientos y no de sus obras, porque la misma obra no es producida sino por el hilo del acontecimiento.
Gilles Deleuze
(...)
De este gusto a este deseo, en cierto modo no cambia nada, excepto un cambio de voluntad, una especie de salto sobre el mismo lugar de todo el cuerpo que cambia su voluntad orgánica contra una voluntad espiritual que quiere ahora, no exactamente lo que sucede, sino algo en lo que sucede, algo por venir conforme a lo que sucede, según las leyes de una oscura conformidad humorística: el Acontecimiento. Es en este sentido que el Amor fati se alía con el combate de los hombres libres. Que en todo acontecimiento esté mi desgracia, pero también un esplendor y un estallido que seca la desgracia, y que hace que, querido, el acontecimiento se efectúe en su punta más estrecha, en el filo de una operación, tal es el efecto de la génesis estática o de lainmaculada concepción. El estallido, el esplendor del acontecimiento es el sentido. El acontecimiento no es lo que sucede (accidente); está en lo que sucede el puro expresado que nos hace señas y nos espera. Según las tres determinaciones precedentes, es lo que debe ser comprendido, lo que debe ser querido, lo que debe ser representado en lo que sucede. Bousquet añade: «Conviértete en el hombre de tus desgracias, aprende a encarnar su perfección y su estallido.» No se puede decir nada más, nunca se ha dicho nada más: ser digno de lo que nos ocurre, esto es, quererlo y desprender de ahí el acontecimiento, hacerse hijo de sus propios acontecimientos y, con ello, renacer, volverse a dar un nacimiento, romper con su nacimiento de carne. Hijo de sus acontecimientos y no de sus obras, porque la misma obra no es producida sino por el hilo del acontecimiento.
Gilles Deleuze
En "Lógica del sentido"
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