miércoles, 19 de marzo de 2008

Mis dudas sobre el budismo




Por qué dudar del budismo...?


Hablo, pero no puedo afirmar nada;
buscaré siempre,
dudaré con frecuencia
y desconfiaré de mi mismo.

Cicerón


Diez fuertes objeciones y dudas que tenía sobre el budismo:


1-
Soy una persona de pensamiento ateo, y el budismo no dejaba de ser un sistema de creencias religiosas, sin el Dios castigador judaico, sin el profeta de hombres-bomba Mahoma, sin el dueño del infierno cristiano, pero una religión al fin.

2- El desapego me parecía una postura interesante para anticiparse mentalmente ante el humano padecimiento de las pérdidas, los duelos, las separaciones, las rupturas efectivas, e incluso la muerte. Pero al mismo tiempo no imagino a nadie criado sin el soporte del apego. No imagino a nadie amando plenamente desapegado. No imagino la intensidad pasional y sexual sin su correspondiente tiempo de entrega al apego.

3- Es un sistema de creencias muy sistematizado, con sus reglas, sus prescripciones comportamentales, sus prohibiciones, su escala de valores, su moral nihilista, pero moral al fin. Y lamentablemente nunca he podido ser “seguidora” de ningún precepto o cosa semejante, y menos aún si ese conjunto de preceptos me enseña una supuesta vía moral: me siento demasiado felizmente inmoral como para necesitar este tipo de guía existencial.

4- Habiendo ido a conocer por dentro las actividades de algún monasterio budista en Argentina en dos ocasiones diferentes, francamente sentía una gran incomodidad al tener que sentarme frente a algo “venerable”: un señor jerárquicamente ubicado en frente de los practicantes, y una especie de altar que no será el cristiano pero es altar sacro al fin. Venerar, me incomoda. Definitivamente, no tengo el gen de la veneración.

5- El budismo proclama la reencarnación del alma. Bueno, no entiendo aún bien a qué llamar “alma”, aún estoy tratando de desmenuzar ese concepto, el de interioridad, el de espíritu, y ver si entre los tres puedo alguna vez proponer algo que aluda al Ser sin sustancializarlo, sin tirarlo de cabeza en la metafísica, sin aludir a ideas fantasmales, transparentes, intangibles como “alma”, “corazón”, o “espíritu”. No creo en la reencarnación, ni en las vidas pasadas, ni en la rueda de las almas… ergo, ¿cómo aceptar la “reencarnación de los budas vivientes” del lamaísmo? Somos un cuerpo, un cuerpo con una potencia -líbido, voluntad de poder, energía, o whatever- pero cuerpos materiales, sensibles, complejísimos.

6- ¿Qué sera eso de llamar a un mortal humano “líder religioso supremo”? Para que yo pudiera llamar a alguien de ese modo debería poder atribuirle valor y sentido a las tres palabras: debería sentir valor por lo religioso, cosa que no siento. Debería poder identificar a ese personaje como líder, pues no tengo líderes ni en plural ni en singular. Y lo de supremo, bueno bueno, eso sí que escapa a mi mapa mental… demasiado anarca me veo como para atender a esta denominación bajo la que se representa la encarnadura de la superioridad espiritual.

7- Si el ser humano no es más que un eslabón en la transmisión incesante de energía universal, una molécula en un flujo -hasta aquí me parece razonable, incluso físicamente hablando-, porque debía aceptar junto con esto que esas “fuerzas” acumuladas durante supuestas vidas anteriores fueran la manifestación de mi mismidad actual? ¿Por qué “creer” que reencarnamos en un mundo de dolor sólo porque aún no nos hemos Iluminado ni alcanzado el Nirvana? Esta veta de sufrimiento de la vida no me gustaba en lo más mínimo

8- Para alcanzar el estado de bienaventurado (bodhisattva) se supone hay que estar libre de pasiones, deseos, de individualidad, de ilusiones del mundo material. Esto me resultaba al menos, una contradicción, sino una imposibilidad de facto para cualquier humano: ¿vivir sin pasiones? Vivir sin ilusiones? ¿vivir libre de deseo? ¿no es acaso el deseo parate de nuestra fabulosa máquina vitalista? ¿pulverizar lo más íntimamente sensible que tenemos que es nuestra ya bastante maltratada y masificada y vapuleada y pisoteada pero sobreviviente “individualidad”? ¿Acaso no es “deseo” también el “desear” liberarse de todo esto incluso? Demasiadas exigencias contrarias a la grandeza hedonista éticamente posible de ser vivida para un espíritu libre.

9- Notaba una atmósfera de superstición alrededor del culto budista, algo de creencia en ciertos procederes de carácter mágico.

10- Había leído acerca de la existencia de algo llamado “séptimo mundo o infierno budista”, una suerte de donde eterno, pero un “donde con no-espacio” en el que las almas de los condenados son perseguidas por perros feroces, demonios, hasta finalmente caer precipitados en un frío mortecino. Digamos que no era la imagen más feliz que me podía construir del final de una existencia humana. Ya me había librado del infantil maniqueísmo moral católico con su cielo y su infierno como para adosarme y versión de este último “a la oriental”…



Preferí, durante el tiempo que duró mi estado de dudas, permanecer más cerca de textos de Osho que de los monjes tibetanos. Una anécdota, justamente relacionada a esta fantasía metafísica castigadora de las almas sintetizada en la idea del eterno “Septimo infierno”, cuenta que siendo Osho un niño le preguntó impertinentemente a un monje jianista:

-¿Ha estado usted en el séptimo infierno para asegurar que existe?

La pregunta le valió una reprimenda por parte de su abuelo, y una declaración de guerra precoz a los “principismos” fantasiosos en los que se basan todas las religiones y sus creencias indiscutidas.

Resolví quedar habitando las interrogaciones, y persistí, como Osho, en la natural tarea que se me presentaba por delante: mantenerme en la tensión de las preguntas.


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Photo: Pintura antigua china representando el Séptimo mundo-Infierno budista

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