A un año de la partida de José Saramago
“Siempre acabamos llegando a donde nos esperan”
José Saramago
De “El año de la muerte de Ricardo Reis”
Hace exactamente un año atrás, el 18 de junio de 2010, moría el escritor portugués José Saramago.
Nos dejaba en el recuerdo y la memoria una vida plena de lucidez, una obra literaria en completa armonía con sus ideas, con su historia, con sus principios. Nos legó un modelo: el de un parrhesiasta de la letras.
Habiendo aprendido a leer en portugués siendo yo ya una mujer bastante crecidita, me he podido dar el lujo de tener varios inolvidables paseos de novela por su obra en su lengua original. Con un estilo de escritura único, limpio, y elevadamente poético a la vez, retrató la dureza del hambre y la miseria medieval en “Memorial do Convento” (1982). También rememoro hoy los sinsabores de los trabajadores de Lavre que pinta con pulcra grandeza en “Levantado do Chao ” (publicado en 1980). Y cómo omitir en el repaso esa bella novela de amor espectral sobre el atormentado Fernando Pessoa y sus iluminadas sombras heterónimas magistralmente narrada en “O ano da morte de Ricardo Reis” (1984).
Portador tenaz de una pluma nunca indiferente a las variadas formas que adopta la mentira, Saramago denuncia la superstición y critica sin medias tintas los embustes colectivamente instalados. En esa línea, nos entregó en 1991 el polémico e imprescindible "O evanghelo segundo Jesus Cristo" (“El evangelio según Jesucristo”). Ese libro le costó una suerte de autoexilio en el que partió de su Portugal natal, país donde el gobierno lo acusó de “ofender a los católicos”, a vivir en la isla de Lanzarote (Canarias).
“Ensaio sobre a cegueira” publicado en 1995 imagina el escenario de una epidemia de ceguera blanca: los egoísmos que desata la búsqueda de la supervivencia, los temores, las responsabilidades asumidas y no asumidas, la indiferencia, todo aparece en medio de esa escenografía de contagio de cegueras. En 2004 arremete contra los límites democráticos. “Mal tiempo para votar”, nos dice con una si-no-metáfora su personaje de "Ensaio sobre a lucidez" (“Ensayo sobre la lucidez”). Y en casi nada se equivoca.
“Ensaio sobre a cegueira” publicado en 1995 imagina el escenario de una epidemia de ceguera blanca: los egoísmos que desata la búsqueda de la supervivencia, los temores, las responsabilidades asumidas y no asumidas, la indiferencia, todo aparece en medio de esa escenografía de contagio de cegueras. En 2004 arremete contra los límites democráticos. “Mal tiempo para votar”, nos dice con una si-no-metáfora su personaje de "Ensaio sobre a lucidez" (“Ensayo sobre la lucidez”). Y en casi nada se equivoca.
Preocupado, inquietado por asuntos filosóficos atemporales, Saramago deja las semillas de sus reflexiones personales dar fruto en la boca de sus personajes. Estos son abrumados por los límites en el uso de la libertad, practican la valentía anónima, sienten el aire fresco de la alegría o la modesta esperanza, padecen la incapacidad de “ver”, se interrogan acerca del compromiso, remueven los mantos sagrados que cubren a los dioses, exploran el cuerpo, ponen en entredicho a la muerte misma.
Matsuo Bashō (poeta japonés del siglo XVII considerado el padre de los haikus) tenía una expresión particular para denominar la fusión entre verdad, honestidad y poética: “fuga no makoto”. Saramago ha tenido el coraje de practicar esa “fuga no makoto” cabalgando como un Quijote peninsular entre las decepciones del siglo XX y las desorientaciones del siglo XXI.
Matsuo Bashō (poeta japonés del siglo XVII considerado el padre de los haikus) tenía una expresión particular para denominar la fusión entre verdad, honestidad y poética: “fuga no makoto”. Saramago ha tenido el coraje de practicar esa “fuga no makoto” cabalgando como un Quijote peninsular entre las decepciones del siglo XX y las desorientaciones del siglo XXI.
Tremendo pensador Saramago.
Corroe.
Fustiga.
Aúlla.
Nunca quita sus pies ni sus manos del barro de las trincheras.
Exige del lector el -cada día más- subversivo acto de pensar más. Mejor. Aún.
Inmenso escritor Saramago.
Alterador de puntuaciones, de gramáticas pre-establecidas, omitiendo comas-puntos-espacios-comillas, creó la magia de inventar sentido en párrafos larguísimos capaces de durar toda una página. Dueño de una prosa extremadamente singular, su lectura sin respiro oxigena el don de libertad creativa del escritor sin restarle, con esta particular estilística, significado al rompecabezas que va tallando el sacudido -lógicamente sacudido- lector.
Se lo extraña a Saramago.
Se lo extraña opinando, escribiendo, pensando, debatiendo, haciendo pensar. Viviendo.
Se lo extraña opinando, escribiendo, pensando, debatiendo, haciendo pensar. Viviendo.
Como él mismo decía, se llega finalmente adonde se es esperado. Y siendo esto así, Saramago sigue llegando desde sus páginas repletas de verdades y/o desde imaginarias narrativas invitantes siempre a la reflexión. Y ahí mismo, entre sus palabras (donde sino..!) es donde lo seguiremos esperando y encontrando.
A un año de su muerte, recordarlo es una añoranza sólo apenas mitigable releyendo sus libros. Herencia sagrada de quien, como pocos, hizo de su vida un heroico acto de sinceridad hecha escritura.
Larga vida a Saramago.
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