martes, 31 de enero de 2012

Y Epicuro dijo: “-Cuando la muerte te suceda tú no estarás allí”



Y Epicuro dijo: 
“-Cuando la muerte te suceda tú no estarás allí





No le temo a la muerte, sólo que no me gustaría estar allí cuando suceda.”


Woody Allen



La muerte es irrelatable en 1era. Persona.
No hay relato propio de
"mi-vida-sin-mí".

Cuando ella nos llegue, nosotros estaremos apagamos.
Esto equivale a decir, en sentido estricto, que cuando la muerte se nos manifieste como tal ya no estaremos ahí (tal como decían los epicúreos). Desde este punto de vista, la muerte es asunto indiferente para el que muere.

Morir es hacer morada en la nada.

En la muerte no hacemos más que retornar al infinito mar de la inexistencia. Por eso nos angustia la propia finitud, porque intuimos la nadeidad de la que alguna vez azarosamente emergimos y pacientemente sin fecha revelable allí mismo nos espera para envolvernos con el eterno manto del vacío.

Misterio supremo e incertidumbre fatal la del instante en que acontecerá el propio morir.
Signo secreto que se guarda la semiología del futuro dormida en las esquinas de lo irrevelable.

El propio morir es un salto hacia otras tierras gramaticales: sin Yo, ni sujeto, ni cuerpo, ni narrador presencial. Fin del sujeto. Inicio de predicados tácitos. Todo se volcará a nombrarnos en conjugaciones pretéritas. No más presentes ni futuros simples ni compuestos.

De la muerte sólo podemos ser o dolidos testigos, o silenciosos alumnos, o semianestésicos observadores dependiendo del lazo o representaciones que nos unan con aquellos que van partiendo de esta existencia.

Así, la muerte sólo es reflexionable si toma como sujeto/objeto de sus silogismos al otro, en 2da o 3ras personas, como alguna vez bien me hizo notar mi amiga Ale Rudeschini en sus reflexivas indagaciones tanáticas.

Son “ellos”, “vosotros”, “él”, “ella”, o “tú” quienes mueren y pueden aún ser citados por mi propio pensamiento e invocados desde los sentires del desapego.

Un “Yo” que muere es un fin de relato donde se apaga el verbo propio y se disuelven las sintaxis de la voz propia.

Irse es aceptar disolverse en cuerpo, carne y gramática sin poder testimoniar ya acerca del acto mismo de disolución.. 



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