Hesíodo y el espumoso nacimiento de Afrodita
El cuerpo no es más que un medio de volverse temporalmente visible.
Todo nacimiento es una aparición.
Amado Nervo
Todo nacimiento es una aparición.
Amado Nervo
Afrodita, diosa de... la multiplicidad erótica.
Coronada por el don de la belleza, una inagotable y natural capacidad de seducción, y siendo su sola presencia desencadenante del deseo sensual y la voluptuosidad, estamos ante una de las deidades más encandilantes (y encantadoras) del Olimpo. Fue venerada como diosa del amor, ha sido la antigua patrona de las hetairas y prostitutas y -claramente los griegos no basaban el culto de sus dioses a la lógica de la no-contradicción- también diosa de la vida conyugal. Podría decirse que allí donde Afrodita interviene, el deseo concupiscente se instala. Pero la fugacidad también envuelve con su aura los placeres que es capaz de prodigar la deslumbrante deidad:. Si como Marguerite Yourcenar sostenía el presente es un momento fugaz aunque su intensidad lo haga parecer eterno, Afrodita reina en el territorio de las intensidades eternizables...
Su origen es bastante conocido: su cuna es asociada con el mar. Pero veamos que ha de depararnos una incursión más detallada en el relato de su nacimiento, pues desde este punto de vista la diosa del placer, se las trae...
Coronada por el don de la belleza, una inagotable y natural capacidad de seducción, y siendo su sola presencia desencadenante del deseo sensual y la voluptuosidad, estamos ante una de las deidades más encandilantes (y encantadoras) del Olimpo. Fue venerada como diosa del amor, ha sido la antigua patrona de las hetairas y prostitutas y -claramente los griegos no basaban el culto de sus dioses a la lógica de la no-contradicción- también diosa de la vida conyugal. Podría decirse que allí donde Afrodita interviene, el deseo concupiscente se instala. Pero la fugacidad también envuelve con su aura los placeres que es capaz de prodigar la deslumbrante deidad:. Si como Marguerite Yourcenar sostenía el presente es un momento fugaz aunque su intensidad lo haga parecer eterno, Afrodita reina en el territorio de las intensidades eternizables...
Su origen es bastante conocido: su cuna es asociada con el mar. Pero veamos que ha de depararnos una incursión más detallada en el relato de su nacimiento, pues desde este punto de vista la diosa del placer, se las trae...
Existe una versión -la más extendida, divulgada y conocida- del nacimiento de la diosa: se la presenta como emergiendo de la espuma del mar. Pero no se trata de cualquier efervescencia. La historia que la precede es un tanto violenta: Cronos (hijo de Urano) le cortó los genitales a su padre bajo la aparente "razón" de envidiar el poder de éste como gobernante del universo y aspirar, en consecuecia, a ocupar su trono. Luego de tal cruento acto, Cronos se encarga de arrojar el miembro genital de su padre al mar. Y de la agitada esperma movida por las mareas y el oleaje, cubierta de blanquísima espuma emergerá Afrodita (en antiguo griego Ἀφροδίτη).
Relato de origen... fuertón, digamos. Para tratarse de un nacimiento, observemos que la hermosa joven es engendrada sin madre. En segundo lugar, de algún modo también se las debío arreglar sin padre (aunque haya sido nacida del semen testicular que flotaba en el mar). Su nacer es producto de un acto de castración llevado a cabo por la filosa hoz de pedernal que empuña Cronos, quien es asimismo su hermano mito-genético, podría decirse. Y para completar el "mapa" psiconovelado de su original vida, no tuvo infancia (nació núbil, en la plenitud de su juventud).
Así, Afrodita nos aparece emparentada a dos entidades masculinas: el cielo (Urano) y el poderoso tiempo (Cronos). Hija mítico-genética de un padre destituído y castrado, y hermana de un titán ambicioso y parricida (genitalmente hablando). Por temor a que su deslumbrante y poderosa belleza generara conflictos entre los dioses masculinos, Zeus resolvío tal asunto sin titubeos: "la casó", poniéndole la brida del matrimonio en menos que canta un gallo. Vaya novela familiar para la diosa del encanto y el placer voluptuoso!
Tan cautivante resultaba a los hombres y dioses el hecho de imaginar la sóla presencia de la vanidosa y voluble diosa (no olvidemos los relatos nos cuentan que Afrodita podía conseguir que quien sea cayera enamorado a sus pies con sólo mirarla a los ojos) que nada le costó hacerse de un largo listado de amantes y consortes divinos o mortales con los que tuvo abundante prole compuesta por unos quince descendiente: tuvo entre sus amantes al bello Adonis -a quien finalmente debió compartir fifty-fifty con Perséfone-, conquistar al iracundo guerrero Ares quien sera padre de varios de sus numerosos hijos (uno de los cuales, en algunos mitos, es nada más y nada menos que el propio Eros), seducir al escultor Pigmalión, también amó al pastor Anquises (con quien tuvo a su protegido hijo Eneas), cautivó con sus encantos al ático argonauta Butes (con quien también tuvo dos descendientes), de su amorío el hijo de Helios -Faetón- concibió a Astinoo, con el multifacético dios Hermes tuvo entre otros al inmortal Hermafrodito, y hasta se dió el lujo de entrar en extasis sexual con el desbordante Dionisos (unión de la cual nacieron tres hijos). Como puede apreciarse, la muchacha la pasó bien en lo que a deleites de la carne se trata...
Pero dejemos por un rato a Afrodita en el diván. Me temo que tiene bastante material biográfico con el que alimentar la "asociación libre"...
Siempre he tenido una gran curiosidad por las interrogaciones e inferencias que pueden establecerse desde el propio nombre de la diosa. Como ya dijimos, "Afrodita" proviene del antiguo griego Ἀφροδίτη. En concordancia con la etiología marina que enmarca su surgimiento, y si simplemente seguimos a su vez la etimologia popular de aquellos tiempos, vemos que ἀφρός (aphrós) significa "espuma". Hasta aquí, pura lógica arbitraria y/o de sentido entre la palabra, su signo, la designación y el acontecimiento que se pretende nombrar.
Mi inquietud aparece cuando pienso en "qué representa" la espuma misma, a qué sugestiva cadena de asociaciones invita la espuma, fenómeno natural de las mareas explicitado en el propio nombre de la diosa de lo voluptuoso?
Ver espuma me resulta algo bello, efervescente, casi me atrevería a decir “lúdico”: un alocado juegueteo visual sobrenadando blandamente la superficie, una visión sonora compuesta por pequeños circulitos que viran del blanco a la transparencia, filtrando la luz en microfulgores destellantes.
Me gusta ver la espuma adornando sinuosamente las playas, como si con su borde blanquecino tratara de dibujar infructuosamente los vaivenes fronterizos entre el fin del agua y el principiar de las sed de las arenas.
La espuma marina fue un objeto de observación y meditación temprano en mi vida. Constituye algo que me llamó siempre la atención desde la infancia: invariablemente intentaba con inocencia atraparla, hacerla permanecer en la palmita breve de mis manos y… siempre se desvanecía hacia la nada de la invisibilidad, ante mis azorados ojos que buscaban respuesta. Dónde está la encantadora espuma que hasta hace un instante atrás creía tener en mis manos?
Con el tiempo –eso que contabilizamos bajo la tiranía de los años cuando se trata de medir su paso por nuestra propia existencia- seguía arrimándome a cuanta playa y mar espumoso podía, e intentaba continuar con aquel ritual. Casi como un primer contacto con la naturaleza de las olas, una vez más reiniciaba aquel juego infantil de atrapar el truco de escapismo de (técnicamente hablando en crudo lenguaje minerológico) el silicato magnésico hidratado. Obviamente el resultado se repetía siempre: luego de unos instantes de deleitarme con sus encantos sensoriales, la belleza de “aphrós” de volvía evanescente. Inatrapable, la histérica espuma siempre me duraba un suspiro (mi indulgencia psicoanalítica me indicaba, ya en mi adultez, que la disculpara: pobre aphrós, qué esperaba de quien había tenido aquella traumática historia paterna y familiar en su origen..!)
Pequeñas lecciones que me dejó tempranamente esta aproximación sensible al irresistible encanto de lo espumoso afrodisíaco:
-la belleza es un imán con poderes de encantamiento;
-cierta deslumbrante hermosura visual que nos atrae de las formas que adopta la materia está indiscutiblemente sujeta a la “ley de lo impermanente” cuando no, lo bello es simple y directamente un estado efímero;
-tratándose de asuntos de Afrodita, el goce sigue la lógica del instante y la intensidad;
-es sabio no esperar de los “asuntos” que rige la venerada divinidad del placer nada que tenga que ver ni con la duración ni con la fidelidad pasional a un sólo objeto-sujeto;
-la “moral de la fidelidad” y la constancia amorosa son criterios que esta deidad pagana puede ignorar plenamente. Sino preguntémosle al malhumorado y deforme Hefesto -dios de la forja y del fuego, y su esposo en el panteón de los Olímpicos- quien desquiciado por los amoríos de la diosa hasta llegó a tejer una red metálica con la que la "cazaría" junto a su amante Ares, para risotada del resto de los dioses. Pese a ello, y por esos avatares de mutación que suelen suceder en el devenir de los mitos, y sus cultos Afrodita Urania será luego emblema del amor conyugal (?);
-los placeres de los sentidos se “esfuman” demasiado rápidamente (nos queda, en compensación, ese ciertamente imperfecto consuelo de la percepción perdida al que llamamos “memoria”);
-la promesa de placer que emite lo “que nos es agradable a la vista” nos vuelve -por el tiempo que dure dicha atracción hacia lo bello- cautivos de las expectativas de goce que nos despierta;
-Afrodita, sus apetencias y sus eróticos deleites están enlazados por el peligroso hilo conductor del deseo e igualmente teñidos con la lógica de la inconstancia objetal. Como diría el gran poeta Vinícius de Moraes: "Que não seja imortal, posto que é chama/mas que seja infinito enquanto dure" (que no sea inmoral puesto que es llama/pero que sea infinito mientras dure).
La irresistible diosa de la atracción física-sexual fue adorada en todo el mundo antiguo. Recordemos que dió sus primeros pasos cerca de las costas de Laconia, más precisamente en la isla sagrada de Citera, entre el Peloponeso y Creta. Huelga decir que a partir de aquel legendario momento se comenzó a considerar a dicha región como un lugar sagrado ligado a los placeres, el erotismo y al amor. Luego su andar la llevaría hacia Chipre, donde también será reverenciada por siglos. Su culto se extenderá por toda Grecia y continuará más tarde incluso bajo el nombre de "Venus" en la cultura mitológica romana.
La versión, que proviene de la "Teogonía" del poeta beocio Hesíodo, es la que reproduzco aquí para deleite de nuestra imaginación mitológica:
Relato de origen... fuertón, digamos. Para tratarse de un nacimiento, observemos que la hermosa joven es engendrada sin madre. En segundo lugar, de algún modo también se las debío arreglar sin padre (aunque haya sido nacida del semen testicular que flotaba en el mar). Su nacer es producto de un acto de castración llevado a cabo por la filosa hoz de pedernal que empuña Cronos, quien es asimismo su hermano mito-genético, podría decirse. Y para completar el "mapa" psiconovelado de su original vida, no tuvo infancia (nació núbil, en la plenitud de su juventud).
Así, Afrodita nos aparece emparentada a dos entidades masculinas: el cielo (Urano) y el poderoso tiempo (Cronos). Hija mítico-genética de un padre destituído y castrado, y hermana de un titán ambicioso y parricida (genitalmente hablando). Por temor a que su deslumbrante y poderosa belleza generara conflictos entre los dioses masculinos, Zeus resolvío tal asunto sin titubeos: "la casó", poniéndole la brida del matrimonio en menos que canta un gallo. Vaya novela familiar para la diosa del encanto y el placer voluptuoso!
Tan cautivante resultaba a los hombres y dioses el hecho de imaginar la sóla presencia de la vanidosa y voluble diosa (no olvidemos los relatos nos cuentan que Afrodita podía conseguir que quien sea cayera enamorado a sus pies con sólo mirarla a los ojos) que nada le costó hacerse de un largo listado de amantes y consortes divinos o mortales con los que tuvo abundante prole compuesta por unos quince descendiente: tuvo entre sus amantes al bello Adonis -a quien finalmente debió compartir fifty-fifty con Perséfone-, conquistar al iracundo guerrero Ares quien sera padre de varios de sus numerosos hijos (uno de los cuales, en algunos mitos, es nada más y nada menos que el propio Eros), seducir al escultor Pigmalión, también amó al pastor Anquises (con quien tuvo a su protegido hijo Eneas), cautivó con sus encantos al ático argonauta Butes (con quien también tuvo dos descendientes), de su amorío el hijo de Helios -Faetón- concibió a Astinoo, con el multifacético dios Hermes tuvo entre otros al inmortal Hermafrodito, y hasta se dió el lujo de entrar en extasis sexual con el desbordante Dionisos (unión de la cual nacieron tres hijos). Como puede apreciarse, la muchacha la pasó bien en lo que a deleites de la carne se trata...
Pero dejemos por un rato a Afrodita en el diván. Me temo que tiene bastante material biográfico con el que alimentar la "asociación libre"...
Siempre he tenido una gran curiosidad por las interrogaciones e inferencias que pueden establecerse desde el propio nombre de la diosa. Como ya dijimos, "Afrodita" proviene del antiguo griego Ἀφροδίτη. En concordancia con la etiología marina que enmarca su surgimiento, y si simplemente seguimos a su vez la etimologia popular de aquellos tiempos, vemos que ἀφρός (aphrós) significa "espuma". Hasta aquí, pura lógica arbitraria y/o de sentido entre la palabra, su signo, la designación y el acontecimiento que se pretende nombrar.
Mi inquietud aparece cuando pienso en "qué representa" la espuma misma, a qué sugestiva cadena de asociaciones invita la espuma, fenómeno natural de las mareas explicitado en el propio nombre de la diosa de lo voluptuoso?
Ver espuma me resulta algo bello, efervescente, casi me atrevería a decir “lúdico”: un alocado juegueteo visual sobrenadando blandamente la superficie, una visión sonora compuesta por pequeños circulitos que viran del blanco a la transparencia, filtrando la luz en microfulgores destellantes.
Me gusta ver la espuma adornando sinuosamente las playas, como si con su borde blanquecino tratara de dibujar infructuosamente los vaivenes fronterizos entre el fin del agua y el principiar de las sed de las arenas.
La espuma marina fue un objeto de observación y meditación temprano en mi vida. Constituye algo que me llamó siempre la atención desde la infancia: invariablemente intentaba con inocencia atraparla, hacerla permanecer en la palmita breve de mis manos y… siempre se desvanecía hacia la nada de la invisibilidad, ante mis azorados ojos que buscaban respuesta. Dónde está la encantadora espuma que hasta hace un instante atrás creía tener en mis manos?
Con el tiempo –eso que contabilizamos bajo la tiranía de los años cuando se trata de medir su paso por nuestra propia existencia- seguía arrimándome a cuanta playa y mar espumoso podía, e intentaba continuar con aquel ritual. Casi como un primer contacto con la naturaleza de las olas, una vez más reiniciaba aquel juego infantil de atrapar el truco de escapismo de (técnicamente hablando en crudo lenguaje minerológico) el silicato magnésico hidratado. Obviamente el resultado se repetía siempre: luego de unos instantes de deleitarme con sus encantos sensoriales, la belleza de “aphrós” de volvía evanescente. Inatrapable, la histérica espuma siempre me duraba un suspiro (mi indulgencia psicoanalítica me indicaba, ya en mi adultez, que la disculpara: pobre aphrós, qué esperaba de quien había tenido aquella traumática historia paterna y familiar en su origen..!)
Pequeñas lecciones que me dejó tempranamente esta aproximación sensible al irresistible encanto de lo espumoso afrodisíaco:
-la belleza es un imán con poderes de encantamiento;
-cierta deslumbrante hermosura visual que nos atrae de las formas que adopta la materia está indiscutiblemente sujeta a la “ley de lo impermanente” cuando no, lo bello es simple y directamente un estado efímero;
-tratándose de asuntos de Afrodita, el goce sigue la lógica del instante y la intensidad;
-es sabio no esperar de los “asuntos” que rige la venerada divinidad del placer nada que tenga que ver ni con la duración ni con la fidelidad pasional a un sólo objeto-sujeto;
-la “moral de la fidelidad” y la constancia amorosa son criterios que esta deidad pagana puede ignorar plenamente. Sino preguntémosle al malhumorado y deforme Hefesto -dios de la forja y del fuego, y su esposo en el panteón de los Olímpicos- quien desquiciado por los amoríos de la diosa hasta llegó a tejer una red metálica con la que la "cazaría" junto a su amante Ares, para risotada del resto de los dioses. Pese a ello, y por esos avatares de mutación que suelen suceder en el devenir de los mitos, y sus cultos Afrodita Urania será luego emblema del amor conyugal (?);
-los placeres de los sentidos se “esfuman” demasiado rápidamente (nos queda, en compensación, ese ciertamente imperfecto consuelo de la percepción perdida al que llamamos “memoria”);
-la promesa de placer que emite lo “que nos es agradable a la vista” nos vuelve -por el tiempo que dure dicha atracción hacia lo bello- cautivos de las expectativas de goce que nos despierta;
-Afrodita, sus apetencias y sus eróticos deleites están enlazados por el peligroso hilo conductor del deseo e igualmente teñidos con la lógica de la inconstancia objetal. Como diría el gran poeta Vinícius de Moraes: "Que não seja imortal, posto que é chama/mas que seja infinito enquanto dure" (que no sea inmoral puesto que es llama/pero que sea infinito mientras dure).
La irresistible diosa de la atracción física-sexual fue adorada en todo el mundo antiguo. Recordemos que dió sus primeros pasos cerca de las costas de Laconia, más precisamente en la isla sagrada de Citera, entre el Peloponeso y Creta. Huelga decir que a partir de aquel legendario momento se comenzó a considerar a dicha región como un lugar sagrado ligado a los placeres, el erotismo y al amor. Luego su andar la llevaría hacia Chipre, donde también será reverenciada por siglos. Su culto se extenderá por toda Grecia y continuará más tarde incluso bajo el nombre de "Venus" en la cultura mitológica romana.
La versión, que proviene de la "Teogonía" del poeta beocio Hesíodo, es la que reproduzco aquí para deleite de nuestra imaginación mitológica:
Y los genitales, ni bien se los cortó con el hierro,
los arrojó desde la tierra firme al ponto agitado,
y así el mar los llevó por mucho tiempo; entonces en derredor una blanca
espuma se levantó del miembro inmortal, con la que una muchacha
se crió; primero a la divina Citera
llegó; desde donde se fue luego a Chipre circundada por las aguas.
Allí se instaló la bella diosa venerable, y en torno la hierba
brotó bajo sus ágiles pies. A ella Afrodita,
diosa engendrada de la espuma y citérea de bella corona,
la llaman dioses y hombres, porque en la espuma
se crió; y también Citérea porque llegó hasta Citera;
y Ciprógena , porque nació en la agitada Chipre,
o Filomedea, porque de los genitales salió a la luz.
Eros la acompañó y el hermoso Hímero la siguió
desde que nació y se incorporó a la estirpe de los dioses.
Y desde el principio tiene tal honor y le fue asignado
este destino entre los hombres y los dioses inmortales:
confidencias virginales y sonrisas y engaños
y dulce deleite y amor y suavidad .
___________________________________________________________________
Nacimiento de Venus (1879)Bouguereau
Óleo sobre lienzo, 300 x 218 cm
Musée d'Orsay, París
Urano es castrado por su hijo Cronos
Relieve griego alusivo al nacimiento de la diosa AfroditaEs conocido como "trono Ludovici"Data aprox. del 450 aC.
Detalle del nacimiento de AfroditaPelike ático
370-360 aC.