Los 4 votos del Bushido y la “inquietud ontológica” del guerrero
Un samurai debe evitar siempre el quejarse, incluso en la vida corriente.
Debe mantenerse en guardia para no dejar escapar jamás
una palabra que exprese debilidad.
Tsunetomo Yamamoto
(Samurai - 1659 - 1719)
“Bushido” significa, literalmente “el camino del guerrero”.
Sus claves se resumen a entender cabalmente y practicar los alcances de los 4 votos:
1. No te rezagues nunca en la práctica del bushido.
2. Sé siempre leal y devoto en el servicio a tu Amo.
3. Cumple tus obligaciones para con tus padres.
4. Despierta tu compasión hacia todos los seres para poder consagrarte al servicio de los demás.
La clase Samurai estaba constituída por los mejores hombres, de allí que pueda aplicarse claramente y con justicia a ellos la expresión “aristócracia guerrera” (estamos utilizando aquí la palabra “aristocracia” desde su raíz griega: el calificativo “aristoi” aludía a los “los más buenos” en el sentido de “los mejores”).
Eran hombres de guerra, honestos, confiables, amables, con un profundo sentido de la cortesía y la amabilidad, honrados, cuya simple mención era considerada como equivalente del honor y el compromiso. Grandes cultores de la noble amistad y sapientes de todos los rostros que debe enfrentar quien se entregue al heroísmo, estos guerreros eran capaces de enfrentar los mayores peligros plantados en un radical orgullo de sí mismos y de sus habilidades como poderosos combatientes. También se destacaban por su destreza como jinetes y eran famosos asimismo por sus habilidades en el uso del arco y flecha.
El códice Samurai es considerado como el conjunto de valores y principios a los cuales debe apegarse la conducta del caballero que guerrea. Cuál ha de ser la obra final a que debía aspira un guerrero de esta noble clase japonesa? Pues esa obra había de ser, ni más ni menos, que llegar a la creación de una identidad. La culminación de esa obra que era la vida misma del guerrero, era la adquisición de un sí mismo cuyo nombre de clase era más poderoso que la pálida individuación que representaba un nombre y apellido. Se trata de llegar a crearse y ser “Samurai”.
Si seguimos en esta línea a Michel Foucault: “El individuo circunscribe la parte de sí mismo que constituye el objeto de esta práctica moral; define su posición en relación con el presente que sigue, se fija cierto modo de ser que valdría como realización moral de sí mismo y para hacerlo así obra sobre sí mismo, se empeña en conocerse, se controla, se experimenta, se perfecciona, se transforma". (“Usage des plaisirs”, p. 35).
Volverse guerrero, ser samurai, tal podría ser el resumen del supremo mandato al que se adherían estos feroces seguidores del Bushido.
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Sus claves se resumen a entender cabalmente y practicar los alcances de los 4 votos:
1. No te rezagues nunca en la práctica del bushido.
2. Sé siempre leal y devoto en el servicio a tu Amo.
3. Cumple tus obligaciones para con tus padres.
4. Despierta tu compasión hacia todos los seres para poder consagrarte al servicio de los demás.
La clase Samurai estaba constituída por los mejores hombres, de allí que pueda aplicarse claramente y con justicia a ellos la expresión “aristócracia guerrera” (estamos utilizando aquí la palabra “aristocracia” desde su raíz griega: el calificativo “aristoi” aludía a los “los más buenos” en el sentido de “los mejores”).
Eran hombres de guerra, honestos, confiables, amables, con un profundo sentido de la cortesía y la amabilidad, honrados, cuya simple mención era considerada como equivalente del honor y el compromiso. Grandes cultores de la noble amistad y sapientes de todos los rostros que debe enfrentar quien se entregue al heroísmo, estos guerreros eran capaces de enfrentar los mayores peligros plantados en un radical orgullo de sí mismos y de sus habilidades como poderosos combatientes. También se destacaban por su destreza como jinetes y eran famosos asimismo por sus habilidades en el uso del arco y flecha.
El códice Samurai es considerado como el conjunto de valores y principios a los cuales debe apegarse la conducta del caballero que guerrea. Cuál ha de ser la obra final a que debía aspira un guerrero de esta noble clase japonesa? Pues esa obra había de ser, ni más ni menos, que llegar a la creación de una identidad. La culminación de esa obra que era la vida misma del guerrero, era la adquisición de un sí mismo cuyo nombre de clase era más poderoso que la pálida individuación que representaba un nombre y apellido. Se trata de llegar a crearse y ser “Samurai”.
Si seguimos en esta línea a Michel Foucault: “El individuo circunscribe la parte de sí mismo que constituye el objeto de esta práctica moral; define su posición en relación con el presente que sigue, se fija cierto modo de ser que valdría como realización moral de sí mismo y para hacerlo así obra sobre sí mismo, se empeña en conocerse, se controla, se experimenta, se perfecciona, se transforma". (“Usage des plaisirs”, p. 35).
Volverse guerrero, ser samurai, tal podría ser el resumen del supremo mandato al que se adherían estos feroces seguidores del Bushido.
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