La “enkrateia” y el dominio de sí en la ética samurai
Conquistar a los demás requiere fuerza; conquistarse a sí mismo el máximo vigor.
El que está contento con lo que tiene es verdaderamente rico.
Lao Tsé
El que está contento con lo que tiene es verdaderamente rico.
Lao Tsé
4- La “enkrateia” del Samurai
Alcanzar la realización como guerrero incluía no sólo competir, superar y derrotar a los adversarios sino tener como prioridad el ejercitarse en todo aquello que apunte a superarse a sí mismo.
Se trata, como puede observarse, de una ética de la superación y la excelencia. La misma conllevaba un duro trabajo sobre el cuerpo, sobre el alma y el pensamiento. Esto es lo que podría llamarse una particular forma de constituirse a sí mismo como sujeto ético mediante una –original y singularísima- modalidad de relación consigo mismo.
El principio que los griegos antiguos denominaban "enkrateia" (principio que regula al dominio de sí mismo) es completamente aplicable al moldeo de la subjetividad que operaba en el “alma” del guerrero samurai. Una forma activa de dominarse y, en consecuencia, de alcanzar el autogobierno, permitía soportar, resistir, luchar y vigorizarse espiritualmente.
Pero lo fundamental es que, como consecuencia de todo ello, el combatiente se garantizaba una fortaleza que excedía el uso de su fuerza física o su magistral destreza con la espada: lo que aquí quedaba garantido con la práctica de la "enkrateia” era el hecho de no dejarse vencer jamás bajo ninguna circunstancia.
El orgullo samurai era no sólo el resultado de un arduo trabajo físico y cultivo de habilidades de lucha que se demostraba en el campo de batalla. Antes, mucho antes de cada contienda, en la silenciosa cotidianeidad de las vidas de estos ascéticos hombres aguerridos, se libraban las verdaderas batallas: aquellas que acontecían en el “interior” de sus propias cabezas (lo que equivale a decir en las luchas por el dominio de sus cuerpos, sus deseos, sus apetencias, sus pasiones, sus temores).
Las primeras y últimas fuerzas a las que había de enfrentar y vencer un Samurai eran aquellas que se debatían en su mismísimo interior, en su sí mismo. Ese era el lugar en el que se debía ser capaz de vencer. Salir victorioso cuando la lucha tiene por territorio a uno mismo: tal el primer precepto a cumplir en lo que a contiendas se refiere. Luego, por añadidura, llegará la gloria de triunfar en las batallas guerreadas contra el enemigo. En palabras del legendario Samurai Tsunetomo Yamamoto:
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Se trata, como puede observarse, de una ética de la superación y la excelencia. La misma conllevaba un duro trabajo sobre el cuerpo, sobre el alma y el pensamiento. Esto es lo que podría llamarse una particular forma de constituirse a sí mismo como sujeto ético mediante una –original y singularísima- modalidad de relación consigo mismo.
El principio que los griegos antiguos denominaban "enkrateia" (principio que regula al dominio de sí mismo) es completamente aplicable al moldeo de la subjetividad que operaba en el “alma” del guerrero samurai. Una forma activa de dominarse y, en consecuencia, de alcanzar el autogobierno, permitía soportar, resistir, luchar y vigorizarse espiritualmente.
Pero lo fundamental es que, como consecuencia de todo ello, el combatiente se garantizaba una fortaleza que excedía el uso de su fuerza física o su magistral destreza con la espada: lo que aquí quedaba garantido con la práctica de la "enkrateia” era el hecho de no dejarse vencer jamás bajo ninguna circunstancia.
El orgullo samurai era no sólo el resultado de un arduo trabajo físico y cultivo de habilidades de lucha que se demostraba en el campo de batalla. Antes, mucho antes de cada contienda, en la silenciosa cotidianeidad de las vidas de estos ascéticos hombres aguerridos, se libraban las verdaderas batallas: aquellas que acontecían en el “interior” de sus propias cabezas (lo que equivale a decir en las luchas por el dominio de sus cuerpos, sus deseos, sus apetencias, sus pasiones, sus temores).
Las primeras y últimas fuerzas a las que había de enfrentar y vencer un Samurai eran aquellas que se debatían en su mismísimo interior, en su sí mismo. Ese era el lugar en el que se debía ser capaz de vencer. Salir victorioso cuando la lucha tiene por territorio a uno mismo: tal el primer precepto a cumplir en lo que a contiendas se refiere. Luego, por añadidura, llegará la gloria de triunfar en las batallas guerreadas contra el enemigo. En palabras del legendario Samurai Tsunetomo Yamamoto:
“Even if one's head were to be suddenly cut off,
he should be able to do one more action with certainty.
With martial valor,
if one becomes like a revengeful ghost and shows great determination,
though his head is cut off,
he should not die.”
“Incluso si la cabeza de uno fuera repentinamente cortada,
deberíamos ser capaces de llevar a cabo una acción más con certeza.
Con valor marcial,
si uno se convierte en un fantasma vengativo y muestra gran determinación,
a pesar de que su cabeza esté cortada,
no debería morir.”
he should be able to do one more action with certainty.
With martial valor,
if one becomes like a revengeful ghost and shows great determination,
though his head is cut off,
he should not die.”
“Incluso si la cabeza de uno fuera repentinamente cortada,
deberíamos ser capaces de llevar a cabo una acción más con certeza.
Con valor marcial,
si uno se convierte en un fantasma vengativo y muestra gran determinación,
a pesar de que su cabeza esté cortada,
no debería morir.”